OPERACIONES
El término BIOARTMI está compuesto por las palabras Biológico-Artificial-Mecánico-Inteligente, que hacen referencia a los estándares activos de la energía percibidos como parámetros evolutivos.
BIOARTMI tiene como misión el propiciar mejores condiciones de desarrollo a gran escala, por medio de investigaciones de orden mixto que propongan modelos aplicables al objeto de estudio.
BIOARTMI tiene como misión el propiciar mejores condiciones de desarrollo a gran escala, por medio de investigaciones de orden mixto que propongan modelos aplicables al objeto de estudio.
domingo, 2 de marzo de 2014
Cero Filosófico por Emmanuel Ciaro 03-03-2014
El límite
es el espacio exterior, no te quedes en las nubes
Para
decidirme a comenzar el presente texto tuve que dejar de lado cualquier
tendencia de tipo personal como la ideológica, la preferencia cultural o la
pretensión personal; aun así reconozco que estos 3 aspectos significan en sí
mismos factores que se encuentran presentes en todo acto de pensamiento; los
hago a un lado como una determinación de dejar suspendido el ego inmediato y
procurar beneficios de mayor magnitud. La propuesta aquí contenida no pretende
negar el conocimiento, ni la historia, ni las condiciones actuales, la
intención es estructurar un procedimiento -conjunto de aplicaciones en la
realidad− de reconfiguración, cuya primer etapa es la postulación de su
planteamiento teórico. Quiero presenciar el momento en que mi especie conforme
la plataforma del nuevo camino evolutivo.
Ìndice
Introducción
Reconocimiento
de la Macroestructura
Semántica
cosmológica
Percepción
de poder
Reconfiguración
de la figura de poder
El juego
Una
conducta aparente
Programar
la evolución humana
Aspectos
en los que debe avanzar la humanidad
¿Qué
nos mantiene humanos?
Cero
filosófico
Pequeño
apartado sobre la inteligencia
Pequeño
apartado sobre la consciencia
Conservar
la vida
Conclusiones
Comentarios
sobre visiones Transhumanistas
Introducción
En este trabajo se describe una
conceptualización distinta de algunos términos, por ejemplo: la economía es
comprendida como un instrumento universal que distribuye los recursos activos
en el cosmos; como sistema humano, funciona mediante un entramado de
complejidades que permite cubrir necesidades inmediatas -alimentación, vestido,
infraestructura, etc.-, pero integra un crecimiento automático de diversos
motores para impulsar el funcionamiento de la civilización. La técnica es un aspecto inteligente –no en
un modo racional sino secuencial- que ha crecido junto con nuestra especie,
pero que no necesariamente depende de nuestras decisiones. En el fenómeno de
producir la vida en las condiciones específicas de este planeta, existe la
autonomía técnica –inteligencia secuencial− que no se valió de las
consideraciones humanas para emerger. En ese mismo flujo de desarrollo natural existe
un sistema económico que se verifica tanto en niveles astronómicos, como
biológicos y finalmente comerciales. Pero antes de vislumbrar el poderoso rango
de complejidad que proveen las relaciones de los sistemas conceptualizados así
con el fin de comprender nuestra posición actual como especie, desarrollaré un
ejercicio más o menos simplificado de nuestro modus operandi.
El darwinismo vigente propone
que sólo los organismos más aptos son los que sobrevivirán a las condiciones
adversas del medio, sin embargo, el procedimiento técnico de adaptación muestra
que la aptitud de las especies experimenta magnitudes de cambio que llegan a
rebasar los factores de su constitución. Las especies prehistóricas muestran
que no son los más fuertes y adaptados los que prevalecerán sobre una magnitud –de
cualquier clase− que rebase a las mejores cualidades sino que es posible que
genere una brecha de readaptación a otras especies inferiores o, en casos
específicos, a una clase de involución adaptativa o un efecto noetológico
(proceso que no completa su evolución). Colocando al ser humano en el centro,
el análisis será expuesto en su particular desarrollo biológico-económico.
Tomemos un grupo pequeño de homo sapiens y comparemos gradualmente
su desempeño perceptivo del mundo. Un grupo funcional se compone
fundamentalmente de uno o varios líderes, quienes conforman la minoría
organizadora, y los seguidores, que dependiendo de la constitución del grupo
pueden ser en número igual o mayor que
el de los líderes. Los seguidores son los que ponen en práctica las
instrucciones de quienes los guían y los que aprenden, dentro de sus
capacidades, por la experiencia de los líderes. Lo importante en este cuadro es
la constitución económica que se produce como un instrumento social primitivo.
Los líderes tienen el privilegio de seleccionar las medidas que les faciliten
un resultado que los haga sentir confortables, ya sea por la obtención de una
ventaja sobre los demás o por lograr que alguna necesidad se vea cubierta por
los otros. Dentro de las aptitudes que el líder debe ejercer está la del
ejemplo y la de la autoridad, de esta manera los seguidores aprenden a hacer y
a obedecer. En la naturaleza, este procedimiento es una consecuencia de la
transferencia lógica de percepciones inteligentes para su adaptación, sin
embargo las magnitudes de cambio proveen de otras consecuencias muy distintas.
Si por un suceso contingente el líder ya no sirve de guía o muere
repentinamente, los seguidores deberán reorganizar el funcionamiento de su
grupo.
Puede parecer incuestionable
que, debido a nuestra naturaleza, los parámetros organizacionales,
principalmente económicos, de los que se vale nuestra especie para sustentarse,
continúen siendo los mismos desde el principio de nuestra historia; así, el
hecho de que existan líderes que aprovechan el trabajo de sus seguidores como
un recurso explotable, en donde el beneficio del producto parece un constituyente que determina la
supervivencia de un organismo por su naturaleza inteligente, resulta ser
conveniente al ser reconocidos en un modelo social que se mantiene vigente
desde la prehistoria y justificado por la naturaleza misma, pero nuestra
condición humana de origen ya no es congruente con este paradigma.
Las condiciones experimentadas
por las culturas originarias y por las más recientes en el mundo, siguen
padeciendo el epígrafe histórico “El hombre es el Lobo del hombre”, sostenido
por Thomas Hobbes en el siglo 17. Ser el Hombre la entropía de sí mismo deriva
en haber alcanzado un posible límite de su crecimiento como especie; aun cuando
podría pensarse que en términos fisiológicos la humanidad atraviesa por una pubertad
ontológica, nuestra especie no puede dejar atrás una categorización de lo racional infantil, sobre todo en esta
etapa de la civilización en la que la técnica comienza a imponer una autonomía
mejor definida. Precisamente, uno de los mejores ámbitos para describir las
estructuras de estancamiento infantescente, que podría datar desde el mismo
origen de la razón y la consciencia, es el poder, apoyado conjuntamente por la
percepción de la economía como un sistema que designa el valor y la prioridad
de los recursos.
Lo más correcto sería
identificar que la entropía es inherente a los sistemas y, por lo tanto, la
especie humana derivaría en ser víctima de las condiciones que albergan su
configuración, pero sólo sería una víctima al no considerarla responsable de
las circunstancias que es capaz de propiciar. Si una acción de poder despliega consecuencias
indeseables –principalmente por quienes las padecen−, la víctima sería la
humanidad entera si asumimos que la entropía determina la conducta de la razón,
justificación que no puede ser válida en la condición de nuestras estructuras,
que experimentan un proceso de transformación activo desde hace siglos. El
objetivo de este trabajo es comprender por qué no puede ser válido este
razonamiento por más tiempo.
El proceder humano permanece
atrapado por un tope político-económico-social que delimita el desempeño de la
percepción global de la realidad; igual que niños, pretendemos darle sentido a
un conjunto de manifestaciones racionales para obtener anhelos primitivos −en
sentido fisiológico− que proveen de estímulos apenas rigurosos. Tener una
trayectoria académica-profesional-afectiva exitosa es un parámetro apenas
riguroso en relación a la complejidad del conocimiento y de nuestro mundo, dos parámetros
que deberían ser imprescindibles para cualquier entidad que se jacte de su inteligencia.
En el caso de que aniquile, en lugar de incrementar, las posibilidades de su
medio, no se puede comprobar que su función responda al parámetro de la
inteligencia. La humanidad está comprometida en parámetros lógicos a
equipararse a los sistemas, pero además, a reconocer el cambio de sus funciones
en la realidad, no sólo la función de sus costumbres. Como fruto de su
existencia, la tecnología podría representar a la nobleza humana, pero dejemos
de lado las inconformidades que plantean los esquemas de desarrollo por el
momento.
La técnica, implemento orbital
de la configuración humana desde los orígenes −así como también lo es la
naturaleza−, ha demostrado ser una entidad que impulsa, casi con una propia
capacidad racional, a que la especie humana la descubra, con una vitalidad a la
que no se debe temer, pero sí comprender. A muchos podría aun decepcionar la
proporción evolutiva de la tecnología por la aparente distancia de las aplicaciones
congruentes de los nuevos sistemas, tal vez porque no se apegan a ciertos
diseños que quisieran apreciar ya en el mundo ordinario. Lo más destacable es
que aun cuando la humanidad creadora devela una insistente antropomorfización
corpórea y psicológica en un tipo de vida artificial, el panorama de la técnica
se ha ido desprendiendo estructuralmente de la manipulación humana, además, su
programación artificial y el avance cada vez más sintetizado del hardware le
han abierto una ruta particular a su desarrollo. Para evitar una posición que merme
las cualidades de la vida orgánica −no sólo natural sino orgánica a pesar de la
misma naturaleza−, es imprescindible que la complejidad de los factores
comience a interactuar con propósitos más rigurosos con capacidades de
instrumentar en armonía y en condiciones de caotización.
El funcionamiento de las
sociedades humanas ha determinado que el estándar de sobrevivencia depende de
los actos de poder dispuestos por la figura que mejor manipule las condiciones
de un sistema que ha sido forzado a operar en detrimento del ámbito humano: La
economía.
En términos políticos, la
economía es el bastión de las civilizaciones, porque los recursos de un
territorio específico son los que le dan las posibilidades de conservar
autonomía, fortificar una cultura, desarrollar su propia técnica y nuevos
sistemas, pero lo más importante es que le da la posibilidad de crear alianzas
y sobrevivir. Es una categoría universal mediante la cual se determina lo que
existe y lo que debe formar parte de un nuevo proceso. En circunstancias
humanas, una figura de poder puede
hacer uso de los recursos para generar la actividad económica de su territorio
y con un buen resultado, esta actividad habrá generado un desarrollo para la
mayor cantidad de estructuras y sistemas componentes del territorio, pero un
mal uso de ese poder opera en detrimento de la sobrevivencia.
Más adelante se describirá
detalladamente la propuesta sobre lo que una figura de poder aportaría bajo una reconfiguración de los distintos
aspectos que la hacen funcionar. Por ahora lo importante es describir y analizar
el escenario donde dicha figura se puede desenvolver.
Cualquier persona está de
acuerdo en que el conocimiento bien fundamentado de la historia permite tomar
las mejores decisiones, sin que se trate de un contexto específico. Pero
tomemos una licencia que no es inusual y que corresponde a la dialéctica de una
transformación consistente con los hechos, pero que nunca se repite: No saberlo todo es una condición real que le
permite a un individuo reconocer un cierto límite de acción auténtica sin sentirse
afectado por consecuencias que otros le atribuyan. Lo más recomendable sin
discusión alguna es estar profundamente informado de todo lo que a uno le
competa, pero se producen las variables por el carácter de una omisión
auténtica o intencional en un escenario en el que el despliegue de información
es insuficiente. Este es un caso que se manifiesta constantemente porque los
distintos comportamientos de un lenguaje incluyen la posibilidad de una fuga de
información de manera voluntaria o involuntaria; incluso los procesos
neurofisiológicos son proclives a establecer las sinapsis requeridas o no
hacerlo dependiendo de ciertos factores.
El argumento anterior sirve
para introducir uno de los principios que conforman este proyecto teórico: El Principio
de Imprecisión. A lo largo de la historia, el pensamiento humano ha
inculcado la idiosincrasia de la perfección
como un atributo ideal para alcanzar en una trayectoria dada −trátese de
individuos o de culturas−, sin embargo, a la par de “el ideal”, se encuentra la
justificación aplicada a una contingencia de mayor o menor escala en el
razonamiento Errar es humano. Nuestra
razón construye estrategias de esta índole para los casos en los que lo
resultante no corresponde a la predicción de lo que es ideal. Si trasladamos
esto a un ámbito de producción, en donde la cadena de procedimientos se cierra
en un sistema que debe ser congruente y en donde la economía particular de cada
proceso y cada región se va reconfigurando, la perfección no conseguida genera
fugas de energía en distintas versiones que conservan un pulso particular que
pudiera cesar de súbito o generar consecuencias aleatorias. Este aspecto es importante
en el Principio de Imprecisión: Se
experimenta el fracaso de una expectativa como si el resultado esperado fuera
una ley universal que no se cumple y que observamos con una gran frustración.
Si esto lo comprendemos desde un ámbito político, económico, de justicia social
o de seguridad científica, se intuye que los resultados pueden ser
catastróficos; pero nuestra percepción es capaz de prever, medir e incluso
conducir los acontecimientos a un resultado satisfactorio.
En la actualidad, el problema
es que la expectativa, si no de perfección, pero sí cuyo resultado deseado es
innegociable, reproduce una conducta restringida que no es capaz de percibir
las posibilidades a su alrededor. Al elevar las condiciones de imprecisión a la
modalidad de principio se consigue
identificar múltiples aspectos que condicionan al efecto resultante de
cualquier iniciativa humana. El Principio
de imprecisión es el siguiente: Cada
constituyente de la realidad es contingente y perfectible, aplicar la
imprecisión como un agente de conocimiento nos acerca a la perfección. Este
enunciado explica que la certidumbre sobre la imprecisión disminuye la
probabilidad de usar un esfuerzo o un recurso de manera excedente. Nuestra
especie se encuentra en proceso de experimentar un cambio de paradigma en donde
las consecuencias resultantes de una conducta anómala no serían percibidas como
dañinas sino que se atribuirían a un aspecto sobre el que debe operar una
reconfiguración; no se le forzaría a encuadrar en un molde que no le
corresponde.
Reconocimiento
de la Macroestructura
Antes de hacer el siguiente
planteamiento, reitero que la intención no es destituir las estructuras de la
cosmogonía humana, hacerlo no correspondería al propósito de reforzar la
trayectoria de nuestra especie. La educación y la familia, por ejemplo, son
configuraciones de funcionamiento y estímulo por medio de las cuales es posible
crear vínculos perceptivos. Irónicamente esta clase de instituciones culturales
son las primeras en padecer los estragos de un contradictorio ideal de
perfección. El siguiente análisis despeja las ventajas de no reproducir el
funcionamiento de mecanismos que han obstruido el desarrollo de procesos superiores
de desempeño. Comencemos por introducir tres conceptos que serán mencionados:
·
Preestructura:
Estado existente antes de iniciar un proceso
·
Estructura:
Estado desde el cuál un proceso puede obtener un punto inicial y de desarrollo
·
Macroestructura:
magnitud que determina las condiciones de desarrollo de dicho proceso,
integrada por cualquier clase de concentración de poder.
En un contexto humano –aunque
funciona en modelos de universo o de evolución o de creación− una preestructura
es el espacio, el momento y las condiciones vitales antes de que exista una
configuración. Un nacimiento, el punto de cambio de una trayectoria de vida o
un conflicto corporativo que llegará a desembocar en una guerra, cuenta con un estado precedente del exterior y, en
muchos sentidos, ajeno a las circunstancias del proceso. Cuando el proceso
inicia su desarrollo independiente, el cuerpo contenedor y lo que existe a su
alrededor es su estructura particular.
El punto en el que un proceso
comienza a ejercer influencia en su entorno produce un pulso de interacción
permanente con la macroestructura y dependiendo de la consistencia del proceso
inicial, su pulso será afectado y durará una cierta cantidad de tiempo.
Para tener una referencia de
las múltiples interacciones que existen, describiré otro ejemplo. Los recursos
en bruto y dispuestos aún en la naturaleza son las preestructuras de un
edificio que será construido. Cuando los recursos están convertidos en los
materiales que conforman las distintas estructuras del edificio, los sistemas
comienzan a ligar al edificio construido con distintos propósitos. Los seres
humanos son los usuarios del edificio que le es útil a la macroestructura; si
otra clase de procesos lo dispone, el edificio será demolido –esta decisión podría
tomarse en el interior de alguno de sus pisos−. Derrumbar el edificio también
es un proceso y tomar en cuenta lo que sucederá con los materiales disponibles
después de haberlo demolido es importante; saber, implica no inutilizar aquello
que alguna vez conformó parte de una estructura. Como se mencionó
anteriormente, el pulso de un proceso tiene una cualidad de permanencia con
relación a todo lo existente.
Un Humano inicia su pulso al
nacer, cuando su condición estructural no está restringida y todos sus sentidos
lo conectan con los propósitos de un entorno. Describiré una trayectoria de
éxito que lo lleva a ser un elemento autosuficiente y funcional de la
macroestructura.
Al nacer, los sentidos del
personaje funcionan correctamente; el ámbito familiar, sin ser completamente
privilegiado, le proporciona los factores que lo forman como una persona capaz,
que a muy temprana edad podrá experimentar las implicaciones de ser un
individuo independiente. Nuestro personaje habrá puesto a prueba sus emociones
y sentimientos, comprobado sus capacidades, elegido sus componentes inmediatos,
su estilo, su interés particular del mundo, las personas con las que lo
compartirá, etcétera. Al convertirse en una persona independiente su pulso
particular se mantiene activo e inicia un proceso que comienza a imponerle
retos y a seducirlo con ciertos estímulos y resultados. La macroestructura está
operando en pleno y no hay trampas en su desempeño porque las preestructuras
propiciaron lo que hace funcionar este modelo hipotético. El personaje de éxito
ha llegado a la cumbre de sus expectativas sin importar a qué edad se considera
realizado y lo que haya tenido que hacer, finalmente ha alcanzado un ámbito que
le otorga el poder de decidir sobre lo demás. No ha sido fácil; no importa
cuáles han sido sus recursos particulares, lo trascendente es que logró lo que
todos tienen probabilidad de alcanzar; ahora ya forma parte de la
macroestructura y la gente a su alrededor le sirve de una u otra manera, como
él le sirve a otros también. Cuando nuestro personaje muera, habrá
instrumentado el buen funcionamiento de lo que le correspondía, dejará bienes,
habrá realizado aportaciones y su energía residual conformará otros procesos.
En lo que atañe al individuo, este es el final de su pulso particular,
terminado con éxito, sin nada que hubiera perturbado la conclusión de sus
propósitos y dejando una huella en la gente que se relacionó con él. Fin.
¿Existe algo anómalo en esta
película? Que se tome en cuenta la categoría de anómalo y la exclusión del adjetivo malo. El juicio en este escenario no es moral, es funcional, por lo
tanto no se trata de elegir una categorización de conveniencia. Para comprender
esta forma de percibir las circunstancias, lo más recomendable es partir de un
punto de vista convergente. Todos, desde la gente más pobre, hasta la más
privilegiada podrían opinar que la trayectoria descrita es una de las más
anheladas y que cualquiera pretende alcanzar, sin embargo, sabemos que no es la
única. Aún los más pobres y los más ricos son contingentes y perfectibles en la
realidad. El personaje descrito anteriormente experimenta muchas de las
condiciones que todos los seres humanos conocemos de alguna manera. Es ideal
porque el escenario descrito presupone las ambiciones de cualquier individuo,
pero en este cuadro no se detallan las vivencias personales positivas y
negativas del personaje, tampoco se pueden mencionar las variables positivas y
negativas de todas las personas que interactuaron con él. Alguien podría opinar
que el ejercicio demuestra que cada quien elige lo que le sucede en la vida,
pero el panorama es mucho más complejo aún.
La macroestructura es un
conjunto de sistemas que posibilita el pulso que le es afín y eso es algo congruente. Individuos exitosos generan
pulsos de alto o bajo rango de influencia que destacan de entre los menos
afines a las condiciones que mantienen vigente esta sistematización. Por esta
razón afirmo que sí existe algo anómalo en la película. El escenario de nuestro
personaje se le puede aplicar a personas pobres o ricas, ignorantes e
inteligentes y en múltiples combinaciones. Lo anómalo en este ejercicio es que
la configuración vigente de la macroestructura vela la capacidad de identificar
posibilidades complejas y mantiene activos pulsos inertes que desconectan la
interacción entre sistemas. De esta manera, la gente exitosa que se pliega a
los estándares de la configuración vigente puede vivir en un lujo fastuoso y
otra en la sórdida miseria y en todos sentidos unos experimentan en la piel de los
otros pensando que su parecido es inconcebible, pero al ser resultado de la
misma configuración anómala en la macroestructura, todos los seres humanos son
aptos para representarse unos a otros.
Al comprender que un estatus
económico no arroja un resultado ideal, se identifica que hay aspectos que
deben ser reconfigurados. El conocimiento aplicado como potenciador y no como
sustento de corrupción es la mayor ventaja de que la macroestructura incremente
su magnitud. Es cierto, no todos somos iguales, unos viven mejor con más, otros
con menos; ¿y qué es más?; ¿confort o conocimiento?; ¿qué es menos?, ¿comida o
cultura?
Para condimentar un poco,
involucremos el conflicto; hasta ahora todo podría parecer viable, razonable
“el ideal” de acercarnos a una solución, pero el siguiente concepto derrumbará la
expectativa: Dinero. En las preguntas
anteriores, si el lector ha tenido acceso a cierto confort, conocimiento,
comida y cultura, podría haber pensado que ninguna de esas necesidades es más
que las otras, posiblemente las ordene conforme a sus prioridades personales,
pero no para menospreciarlas. Cuando estos cuatro ejemplos se introducen a un
mercado en el que conforman el concepto que los individuos consumirán, sólo en
el caso de que se apeguen a un sistema afín a la elaboración abstracta del
“orden” económico, una experiencia de vida que pudiera apreciar la
magnificencia y la compleja sencillez de la vida, adquiere una configuración
que emplea fuerza excedente en actividades de una repercusión ocasionalmente nula
por su inocuidad o muy dañina, como resulta en la mayoría de los casos.
El propósito no es generar un
discurso en contra del dinero sino adquirir una perspectiva distinta de abordar
las circunstancias actuales por medio de una reconfiguración paradigmática de
las estructuras humanas aplicando el conocimiento con fines superiores −para
enfatizar− a los que lo tienen restringido los usos contemporáneos que
malinterpretan diversos sistemas como el de economía.
Semántica
cosmológica
Uno de los aspectos más
inquietantes de la realidad es que el universo existe a pesar de que alguna
entidad perciba su magnificencia o no, y si la única especie de la que estamos
seguros que lo percibe, es decir la humana –no se niega que haya otras
posibilidades de vida, pero no es necesario ocuparnos de eso por el momento−
fracasa en su trayectoria, sería una gran pérdida. Se puede pensar que no somos
lo único que se manifiesta en el cosmos, pero ya estamos en él y la posibilidad
de que la percepción, la consciencia y la razón no fueran capaces de evitar un
potencial piece of cake, bueno, representaría
una gran cantidad de tiempo perdido que pudo haber sido utilizada para conservar
nuestra permanencia en unos Juegos Olímpicos Universales que no corresponden al
código del triunfador sino al
paradigma de capacidad, en donde
nuestra participación fuera una confirmación del conocimiento mismo.
La economía es un fenómeno
cosmológico, no un sistema elaborado por la razón; la macroestructura de la
economía como sistema no se queda en la civilización humana, tiene una función
que corresponde a una magnitud superior de estructuración y la humanidad debe ser
capaz de manejarla. Cuando una persona levanta los hombros ante un razonamiento
de esta índole, comprueba que nuestros sistemas no están correctamente
configurados.
Para el presente trabajo
introductorio se incluye el comentario sobre la semántica del universo como
recurso de contextualización de las vertientes que van quedando fuera de
nuestra percepción como parte de lo integral en los procedimientos humanos.
Existe un modelo teórico que explica la consistencia del cosmos, que de manera un
tanto paralela a campos del conocimiento más riguroso como la Teoría de la
Relatividad o la Mecánica cuántica, recurre a un marco teórico de una categoría
independiente. Sin exponer todo lo que implica, sólo mencionaré que la Teoría
de los campos Mórficos del profesor Rupert Sheldrake podría tener cierta
relevancia porque abre la posibilidad de que la energía funcione como paquetes
de información que distribuye distintas clases de proporción. Recurro a este
modelo para comprender el cosmos como un conjunto de sistemas que estructuran
la energía para derivar en entropía, determinismo o sistemas estacionales
preestructurados por el principio de incertidumbre, en los que se propone la
posibilidad de que la energía manifieste la cualidad de un campo morfogenético
para generar las distintas configuraciones en el cosmos. En este sentido, y sin
intento de procurarle un sustento a la teoría del profesor Sheldrake, los
procesos de estructuración del universo y su fenomenología corresponden a
aspectos de un lenguaje no verbal que genera configuraciones concretas para la
conformación de un fenómeno cosmológico, cuántico u orgánico que se repite en
magnitudes de distancia, tamaño, potencia, etcétera; es decir que cuenta con
una semántica organizacional propia.
Incluir la perspectiva de una
semántica cosmológica y sometiéndola a un riguroso procedimiento de
comprobación, permitiría que nuestras estrategias de comprensión de la
naturaleza desarrollaran un canal de comunicación y exploración más potenciado,
como ha sucedido con la genética, en donde la identificación de cuatro moléculas
abrió la posibilidad de comprender un cierto lenguaje que define lo que
diferencia a una especie de otra.
Reconfigurar la macroestructura
humana tiene como resultado que el conocimiento sea aplicado para agilizar los
procesos que son congruentes para nuestro potencial perceptivo y no para
generar pulsos aleatorios que responden a un procedimiento disfuncional. Un ejemplo
de aplicación anómala en la configuración vigente de la macroestructura humana
una vez más es la economía.
Percepción
de poder
La exposición del concepto de
poder en este trabajo se debe a la innegable injerencia que tiene esta cualidad
sobre el asentamiento de una civilización y su permanencia. Si el propósito
fuera el desglosar su funcionamiento e intentar responder a cuestionamientos de
qué-cómo-para qué, el resultado sería
un tratado de cómo sobrellevar una cualidad
irracional que finalmente anulará el valor de tiempo individual de aquél que
intente comprenderlo. Sería irracional porque las motivaciones del poder en
sí mismas, aunque provengan de lo humano, no se deben a propósitos de una naturaleza
malvada, ni benévola; el poder no opera por una inclinación moral, simplemente
utiliza los medios y si los medios no existen los crea: eso es el poder en el
contexto humano. Una de sus facetas es la de utilizar estratagemas efectivas (eufemismo
de por medio) de hacerse de esos medios como el crimen, la corrupción, la
manipulación y muchas otras que cualquier persona puede mencionar, pero su
naturaleza no puede ser juzgada desde un parámetro moral; este es un aspecto
que quien ejerce y quien padece el influjo del poder debe comprender para
disminuir el grado de dispersión al interpretarlo y adquirir la capacidad de focalizar
mejor su naturaleza. En circunstancias decisivas, su ejercicio puede parecer
fuera de proporción y por esta condición el
poder pareciera ser algo indeseable contra lo que hay que arremeter hasta
que desaparezca, pero su sustancia no es puramente racional, por ejemplo: si un
funcionario que provocó algún tipo de daño social es despedido, comprobaremos
que el poder permanece, no en las personas sino en las estructuras. Para
comprender esto habrá que pensar en cuántas veces nuestra propia persona ha coaccionado
a otra o forzado las condiciones de una circunstancia para colocarlas de una
manera que nos sea conveniente. La más mínima acción de poder, aun cuando sea
en beneficio de otro, nos muestra la naturaleza de esta cualidad de ejercicio
energético. Cuando escuchamos el calificativo “poderosos”, remitimos esta
cualidad a una construcción funesta contra la que se debe argumentar y de ser
necesario combatir en defensa de un ideal. Se puede pensar “…si pudiera,
haría”. Si se pudiera estar en el lugar del poderoso, se estaría. O más
preciso: “Cuando pueda, haré”.
No es cuestión de justificar
circunstancias que definitivamente son anómalas. El problema es que las
codificaciones de ciertos fenómenos que se manifiestan no adquieren relevancia
en su fondo más complejo, ni siquiera los que manejan amplias magnitudes de
poder la perciben. Quien genera algo fuera de proporción juzga desde lo moral
su propia acción, pero no es una cuestión moral. El poder es una de las
manifestaciones universales que tienen mayor efecto en los sucesos
interpretables por el cerebro humano, incluso en la naturaleza salvaje y en los
casos en los que la proporción excede lo mesurable, como un poder
extrasensorial o metafísico.
La naturaleza del poder no es
una cuestión científica en un sentido formal. Se conforma de aspectos que la
ciencia es capaz de comprobar, pero no es un objeto de ciencia. Lo más cercano
a la representación del poder como corporeidad es la concentración de energía
en una batería o un sistema que genera un flujo energético, como una fuente de
poder, una celda solar o hasta una bomba explosiva, pero una vez más se trata
de una condición transitoria. Cuando alguien asevera que la consciencia tiene
el poder de hacer cualquier cosa o que el poder está en la mente, sin saberlo,
se refiere al hecho de que se pueden configurar las condiciones para obtener un
resultado. El poder de volar –sin vehículo alguno−, de atravesar paredes o de
ser superinteligente remite, ya contando con la exposición anterior, a la
posibilidad de que el conocimiento propicie las condiciones para lograrlo, no
la condición en sí misma. En el caso de que se observara a alguien volando en
el cielo sin haber experimentado proceso alguno, indicaría que ciertos factores
se modificaron y que es posible reproducirlos; una vez más, el conocimiento
sería el proveedor.
El poder es la capacidad y el
efecto de concentrar y proyectar la energía, utilizar la información, emplear
estrategias de inteligencia y focalizar el propósito de su uso. La ciencia del
poder no existe en sí misma, su sustancia es intangible en cierto sentido, los
parámetros para medirlo son subjetivos y a pesar de todo esto el efecto puede
ser devastador. Cuando se habla del poder de una bomba, no se está hablando del
poder en sí, se está proporcionando la equivalencia de distintas magnitudes
como la clase de compuesto activo, la cantidad, el daño y destrucción que
causará, pero ninguno de estos factores es el poder particularmente sino la
conjunción de estos factores. Si agregamos que la decisión es tomada por una
persona el poder se pensaría que lo ejerce dicha persona, pero si tomamos en
cuenta que no fue ésta quien construyó la bomba, entonces se piensa que el
poder está en quien la financió, pero no está en ninguno de estos y al analizar
el o los motivos por los que tuvo que ponerse en función, entonces la cuestión
de poder como sustancia se torna difusa y se recomienza la identificación de su
rostro, pero no lo tiene.
La riqueza tampoco es poder,
puede configurar múltiples escenarios de representación y aplicarlos efectivamente,
incluso en la miseria −esto se refiere tanto a gente poderosa que se desempeña
con bajos recursos, como a la que se desempeña de manera miserable−, sin
embargo estos dos extremos son contingentes e intercambian proporciones
equivalentes de poder.
Por
último, no se puede omitir la interpretación más dañina que se preserva del poder
en la sociedad: la voluntad. La voluntad de poder implica la acción de decidir
qué es lo que se puede hacer y este “puede”
implica que algo que se tiene que
hacer depende de que una figura de poder
determine que se hará. El problema es que al identificar el poder como una
voluntad, al instante de que un individuo lo adquiere, aunque sea de manera
transitoria, tenderá a buscar una ventaja inmediata en su beneficio. Por esta
razón, la voluntad de poder tampoco
representa a la magnitud en sí misma, porque circunstancialmente las condiciones
de poder se han configurado en la trayectoria de la información y su conducta.
Si una persona es poderosa por su trayectoria, será representante de una cierta
magnitud, más no será la fuente material del poder. En términos comerciales o
políticos, no se puede negar que una persona sea poderosa, pero se trata de una
aplicación paradójica que restringe los alcances de su magnitud; así es como la
voluntad puede generar una transición en la que se despliegue un poder externo
de magnitud superior. En condiciones
humanas, las magnitudes que manejamos son bajas y, aun así, nos pueden
destruir.
El hecho de que se describa el poder en estos términos no descarta
que una entidad biológica emane una magnitud superior de energía, pero para que
suceda se necesita la transformación de sus condiciones. Los animales con
sentidos electromagnéticos como reptiles, anfibios o tiburones, por ejemplo,
emanan una magnitud de poder de pulso corto, su perímetro de influencia es muy
específico y no decisivo. Para una entidad que modifica sistemáticamente su
entorno –como la nuestra− las posibilidades de convertirse en un generador de
gran magnitud son más probables, sólo es cuestión de las decisiones que sean
tomadas.
Se ha desarrollado esta
exposición con el objeto de crear un panorama de cómo se percibe el poder en
este trabajo. ¿Cuál es la sustancia del poder? La conjugación de los factores
activos e integrados a sistemas que están compuestos por partes; es el efecto
de una magnitud de energía. ¿Podemos disminuir su influencia en la realidad?
No. No es que sea imposible, pero si configuráramos las condiciones para
anularlo, todo quedaría estático.
Reconfiguración
de la figura de poder
La figura de poder es una de las representaciones mejor identificadas
porque nos remite a una imagen. Al mencionar batería, celda solar, jefa o
presidente contamos con una representación de reducidas variables genéricas.
En su función humana, se trata de una aspiración que la mayoría pretende
alcanzar porque desde pequeños se nos inculca a ejercerla como un método que
solidificará las cualidades y características particulares de cada individuo. En
términos sociales este procedimiento es sumamente disfuncional porque se impone
como una fuerza que, de no lograr aplicarla, se revertirá hacia la persona que
no supo controlarla. Puede sonar lógico que todas las especies deban asumir su figura de poder, sin embargo existe otra
forma de relacionarse con ésta.
Una persona puede asumir el
grado en que su poder será ejercido; puede hacerlo de una manera muy torpe al
recurrir al abuso, por lo que durante su trayectoria de vida ascenderá utilizándolo
como estrategia sobre los demás. El mismo “abusivo” podría no ser tan fuerte de
carácter o físicamente y crecer con una gran frustración o, incluso, podría
hacer modificaciones importantes para transformar su actitud. Esta es una de
múltiples variables en las que se puede desenvolver el poder que nos es
inculcado como método de aprendizaje. Al relacionarnos con la figura de poder identificamos que hay
magnitudes diversas en las que se ejerce, comenzando por la que se aplica desde
el exterior hacia nuestra persona. Algunos tipos de renuncia muestran que es
posible disminuir su influjo mediante la voluntad, pero para lograrlo es
necesario hacer uso del poder mismo mediante el sacrificio, una decisión
bastante poderosa en ciertas circunstancias. Es una paradoja absurda vivir
negando la vida, aun cuando esa elección se tome por algún tipo de causa
humanista.
La manera aquí propuesta para
relacionarse con y comprender a la figura
de poder es reconociendo los alcances correspondientes de una figura de poder con respecto a otra para
que el procedimiento de su interacción sea complementaria y proporcional. Esta
perspectiva trasciende el ideal de justicia, pues la “justicia” se apega a un
contexto de tecnicismos que no corresponden al poder mismo sino a una
correlación entre aspectos de diferente naturaleza. El poder de hacer justicia
por medio de un sistema jurídico es la tensión ejercida entre estos aspectos y
utiliza una circunstancia dada con el fin de restarle importancia y adjuntarla
a la estadística de datos e información estéril. El ejercicio de justicia
refleja una obtusa aplicación de su significado, pues en primer lugar, ser “justo”
es cuadrarse a un parámetro restringido de apreciación que impide reconocer las
distintas premisas para evaluar una situación. En segundo lugar, lo que le da
sentido a la justicia puede ser descrito mediante el Principio de Imprecisión, otorgándole otro valor a este ideal que
describa más adecuadamente un resultado que no sería sólo justo o benefactor
sino que podría calibrar y rehabilitar conjuntos estructurales; por ejemplo: En
lugar de argumentar a favor de la pena de muerte, habría que reconfigurar las
condiciones de la civilización; en el caso de que se juzgue a un psicópata o a
un cínico, la resolución de conflicto habrá reducido la magnitud de daño y su
persistencia. La correlación de un poder con respecto a otro es lo más aconsejable porque no está reducida
por lineamientos de sujeción, en este sentido, lo legal es otro aspecto que es importante
reconfigurar.
El abuso de poder es un
comportamiento que se puede pensar como natural, por la noción darwinista y por
una lógica desarticuladora. Cuando un individuo comete un crimen, lo puede hacer
por necesidad, costumbre cultural, una condición neurológica o inducción; es
una posibilidad nociva y recurrente. El instrumento legal, para este caso,
funciona como una herramienta dialéctica poco efectiva y poco confiable porque es
capaz de tergiversar, por su sistematización, la condición de las partes
involucradas; el cambio de esto ocurriría al reconfigurar la figura de poder en las instituciones y
en los Estados del mundo. Un método jurídico reconfigurado es una tarea que
supone una gran complejidad, pues tendría que basarse en la relación calibrada
de las costumbres y comportamientos por región interescalar a nivel
internacional. Los sistemas legales actuales solapan que una persona violente a
otra sin recibir castigo y que alguien vaya a la cárcel por intentar cubrir
alguna necesidad básica; esta es la clase de casos que podrían ser corregidos.
Al
reconfigurar la figura de poder se
corrige un conjunto disfuncional en distintos aspectos de manera casi
simultánea –procedimiento interfactorial−, pues los mecanismos de desarrollo
−directamente vinculados con la figura de
poder− accederían a una visión política menos distorsionada y con una labor
de saneamiento interpersonal y social profundo. No se trata de una búsqueda del
bien y la eliminación del mal, ese no puede ser el propósito de este
procedimiento. Es muy importante recalcar que la complejidad de los sistemas
incluye el funcionamiento mismo de la especie humana, por lo tanto, aspirar a
las buenas costumbres demuestra una percepción estéril del acto de vivir; sería
una regresión a los modos antiguos que reducen –reducen, porque aún están en vigencia− cualquier circunstancia para
obtener una respuesta de carácter inmediato. El avance en la percepción del
mundo debe pasar de ser un aspecto de reduccionismo comercial, a una magnitud
enriquecida por la experiencia de habitarlo –como se explicará más adelante.
Los líderes del mundo –desde
jefes de grupos pequeños, hasta gobernantes y empresarios− experimentan la
alienación del miedo a perder y explotan al máximo la sensación de ganar. Dentro
de esta dinámica, lo sensible deriva en insensible, esto genera una especie de sobre
estímulo por un tipo de adicción, pero al no ser particularmente bioquímica, se
define como alienación, porque infiere directamente en el comportamiento. Por
otro lado, los gobernados tienen una idea residual de poder, porque si bien cuentan
con determinación y autonomía, el procedimiento elegido para ejercer sus
derechos se vale de estrategias emergentes, limítrofes y en muchos casos
desesperadas. Podría pensarse que “una burocracia” se interpone entre gobernado
y gobernante, pero se entiende mejor como voluntad de obstrucción, por esto las
herramientas para la estructuración de las relaciones sociales no han conducido
a renovar su conceptualización; palabras como “democracia”, “libertad”, “verdad”,
“beneficio” están descontextualizadas; sobre todo “democracia” es completamente
anacrónica. La percepción de la realidad no concuerda con las magnitudes de
poder vigentes. Coartar la libertad individual por un tecnicismo legal o exigir
el respeto de los derechos mediante la protesta son conductas que están fuera
de una congruencia funcional por lo que los procedimientos de la dinámica
humana permanecen obstruidos. −Las iniciativas de generar políticas de
concientización para ser amables con el ambiente, por ejemplo, parecen derivar
de una vacuidad absoluta de sentido, porque los procedimientos para llevarlas a
la práctica son inconsistentes. Que los operativos para implementar la justicia
sean los que instrumentan el desorden público, es una muestra de que prevalece
lo disfuncional−. Indudablemente la especie humana ha evolucionado, pero en
sentido estricto es la técnica lo que transforma, más no el pensamiento. Como
se mencionó anteriormente, la técnica es un sistema que ha acompañado al hombre
–posiblemente a otras especies− desde su origen y lo ha inducido a desarrollarla
más, como una clase de simbiosis. Esto indica que la dinámica intrínseca de la
energía y el cosmos es la que, a pesar de los procesos anómalos (como la
condición humana) y las diversas variaciones entrópicas, se posibilita el
surgimiento de nuevos sistemas. A la pregunta “¿El poder es más importante que
otros asuntos?”, la respuesta es: En lo que compete a la Especie Humana, Sí. Focault comenta en El sujeto y el poder: “…parecen sospechar la presencia de una
especie de fatalismo. Pero, ¿acaso su propia desconfianza no sería un indicio
del presupuesto de que el poder es algo que existe con tres cualidades
distintas: su origen, su naturaleza básica y sus manifestaciones?” El poder,
pero sobre todo, la figura de poder,
es la primer estructura que debe experimentar la reconfiguración.
El juego
Trascender
el carácter anómalo que desempeña nuestra especie, hace concebir la presencia
humana como una entidad con el poder de permanecer a voluntad propia y
generando sus propios medios, en lugar de ser una singularidad transitoria en
el universo. Al
contar con la capacidad de la percepción, con un nivel elevado de consciencia y
un razonamiento equilibrado, gozamos de un gran privilegio para prevalecer como
forma de vida en el sistema solar; pero lo más trascendente es el compromiso
que adquirimos con ello. El pensamiento dependió fundamentalmente de la
experiencia biológica para ganar el terreno en que su estructura consciente-racional
lo haya podido afianzar, de manera que su función sería la de articular un
epicentro entre los estímulos recibidos en el medio y la reflexión práctica
revertida hacia el exterior. Este es precisamente el mecanismo que nos
compromete a transformar los procedimientos y elevar el desempeño de nuestras
capacidades. La técnica puede o no autonomizarse, una era de exploración
espacial puede o no ocurrir, lo importante es la posibilidad de identificar lo
anómalo en nosotros y reconfigurarlo para fluir conjuntamente con otras
singularidades.
¿Entonces qué se necesita para
reconfigurar la figura de poder?
Hasta ahora la ambición económica generalizada es ascender en la escala de la
macroestructura, esto implica: Ganar dinero –mucho−, no descender a niveles
jerárquicos inferiores y al llegar al punto en el que nos sentimos cómodos, evitar
que el mundo real disturbe el premio de la felicidad. Al lograr que la figura de poder sea útil desde la más temprana activación −y
esto quiere decir que la conducta y las costumbres sustenten la práctica del
conocimiento en cada institución humana−, las fugas de energía se reducen por
una concepción más rigurosa de nuestros propósitos como especie –más rigurosa
porque los proyectos humanos generarían posibilidades concretas, no un desorden
progresivo como hasta ahora−. Los objetivos planificados por nuestra especie
deben amplificar las cualidades con las que ya contamos.
¿Cómo será vivir cuando, en
lugar de imaginar sistemas preventivos de defensa, los recursos se utilicen
para implementar estrategias que concatenen distintos aspectos simultáneos? La Reconfiguración Macroestructural tiene
como premisa, la implementación de Estrategias Interfactoriales de Respuesta
para marcar el nuevo Paradigma Humano. Por ejemplo: Con el fin de disuadir
un posible ataque enemigo, la estrategia anómala sería desarrollar armamento
más agresivo que el que posee el oponente, en lugar de preparar con antelación
reconfiguraciones que tomen en cuenta las condiciones interfactoriales de un
conflicto dado –percibido como innecesario, no simulando una solución con fines
comerciales−, tiempos de implementación, tareas flexibles de articulación
sistémica y la disminución de costos por operación mediante el balance
productivo de una economía no especulativa. Podría pensarse que así funciona,
pero evidentemente no. La sistematización del juego en la mente humana hasta
hoy impide que condiciones innegablemente anómalas sean prioritarias para
reacomodar su entorno y hacerlo funcional, porque hay asentamientos humanos muy
bien identificados que requieren que su entorno se readapte a éstos. Las comunidades
originarias requieren esta adaptación, que conserve el ritmo de la
civilización, pero logrando que le sea útil. De igual manera, ancianos e
inválidos necesitan que la macroestructura les sea funcional, otorgándoles
opciones congruentes a su condición y no que se les obligue a un estándar
económico generalizado con el que no pueden cumplir; en cuestión lingüística se
resolvería directamente con la tecnología al desarrollar sistemas para la
interacción de las lenguas, no creando “políticas públicas” que promuevan una
moral flotante y mediante las cuales se producen grandes fugas de energía en
distintas modalidades; se requiere visualizar de manera simultánea la
viabilidad de su mercado para impedir el abuso comercial y, entre muchas otras
cosas, obtener como resultado que las personas que lo requieran sigan activas
como individuos y como componentes productivos de la sociedad. Estos son
algunos ejemplos para exponer avances de baja intensidad que aún no se
implementan.
Lo paradójico es que se sabe muy bien lo que
no está hecho por etiquetarlo como inviable y así se justifica la omisión de
las soluciones. Los argumentos arguyen “un conflicto de intereses” irresoluble,
pero no se trata del interés en sí mismo sino de un insistente sistema de
mercado que mantiene conflictos antiguos aún vigentes para beneficiar el abuso
financiero; esa es la constitución del poder alienado en la tradición anómala
del juego. En el mismo sentido, el cambio social, empresarial y político no se
percibiría mediante las revoluciones que emergen de un ideal democrático porque conservan el mismo formato que intentan
desarticular. Una revolución humana será siempre redundante porque se gesta en
un entorno de inconformidad y de necesidades que no se satisfacen al pertenecer
a ese ámbito disfuncional. Los inconformes exigen que sus anhelos puedan verse
reflejados en las posesiones y en que “los poderosos” paguen por crear el
sufrimiento masivo en el mundo –así se conciben la justicia y la felicidad−. De
cierta manera, esta aspiración denigra las iniciativas de las personas y los
grupos que buscan un cambio, pues las figuras
de poder utilizan los niveles emocionales que entran al juego con el
propósito de colapsarlos; es un círculo vicioso que ha funcionado por siglos,
pero cuya contribución sólo entorpece el crecimiento integral humano. Hace
falta implementar un modelo de justicia cuya equivalencia no derive en la
formulación bien=bien sino en la
correlación del bien, donde lo justo
no restrinja las posibilidades en la mente de quien propicie la transformación −se
trate de un grupo de gente que protesta, un juez, un político o un teórico, etc.−
a la insulsa intención de inhabilitar “la maldad”. Una persona que vislumbre la
necesidad de un nuevo paradigma humano
no perseguirá el objetivo de jugar “el juego”, ni de colapsarlo sino de
integrar sus funciones a un estadio de
mayor congruencia con las estructuras que lo han albergado indolentemente por
ser el juego mismo una proyección
fútil de la energía gracias a la iniciativa humana. En un contexto hipotético
de magnificación, términos como bondad,
libertad, amor, unión, felicidad, etcétera., no serían valores de
aspiración a un ideal de perfección, en vez de esto, prevalecerán como
condiciones inherentes para avanzar en un entendimiento de mayor complejidad.
La conceptualización del bien y el mal –como con otras interpretaciones
psicológicas− integrará a un reconocimiento de la contundencia radical de los
extremos –cuya malinterpretación ha producido un desequilibrio global−,
dándonos la posibilidad de contemplar variables entre éstos para tomar
decisiones menos precipitadas y equívocas que han servido para sostener una
ambición insaciable. Se juega el juego mientras esa sea la conducta de nuestra
especie, pero la orientación que otros factores ejerzan sobre nosotros,
despertará nociones de otra magnitud para las que “el juego” cesará de ser el
sentido de nuestra presencia. Las condiciones climáticas, la tecnología, las nuevas
interacciones evolutivas o el inevitable aprovechamiento de otros sistemas
energéticos, irrumpirán en la civilización y, aunque no sea una garantía que se
aprovechen de una mejor manera estos nuevos procesos, sí debe tomarse en cuenta
que la humanidad está equivocada desde hace mucho tiempo y que esa conducta
debe parar. No se trata de restarle importancia a la historia o al conocimiento
generado en su transcurso, ni a la trascendencia de las personas que la han
construido, pero es tiempo de reconocer y de cambiar el absurdo de perpetuar
una conducta infantil donde el poder y la guerra representan al “juego” y el
entretenimiento es una estrategia para mantener a todos los estratos humanos
apegados a la tensión de sus procesos. Es indiscutible lo disfuncional de una figura de poder al elaborar un aparato
bélico con el fin de conservar un modelo en el que los objetos dan objetividad al
conocimiento embrutecido.
Percibir una crítica al
consumismo o que se pretenda reinsertar el materialismo histórico en este
trabajo, representaría una lectura incompleta que requiere de un ligero
empuje para comprender el objetivo. Los modos de producción para la
satisfacción de las necesidades naturales y humanas han mostrado una gran
versatilidad de opciones para agilizar múltiples procesos simultáneos y
eficientes, muchos de los cuales se han visto contenidos en sus funciones para
que “el juego” conserve un formato absoluto; en este sentido, el materialismo
histórico no aporta un escenario de discusión sino una certeza estructural que
no se ha de cuestionar por un simple ejercicio de argumentos. Sería irresponsable
desconocer o minimizar el trabajo de análisis con que Marx y Engels definieron
la circunstancia en que la era industrial se instauraría en la civilización y
los procesos que se le han contrapuesto a lo largo del siglo veinte. Precisamente
por este motivo se hace mención de su importancia, porque dichos procesos han
sido efectivos a pesar de que las figuras
de poder le resten contundencia a trabajos de pensamiento profundo con el
fin de imponer una farsa repetitiva. Tampoco se pretende evidenciar un nivel de
ignorancia en funcionarios públicos y otros gremios, pero sí el desdén que
muestran por las definiciones más fundamentales del funcionamiento económico y
productivo sin un propósito constructivo. Por otro lado, el vicio del consumo a
gran escala no debería ser una preocupación pragmática porque al percibir los
distintos rubros de producción obtenemos la certeza de que los mecanismos
económicos tienen la capacidad de abordar modalidades de igual manera eficientes
y aplicables a las necesidades de los mercados. El capitalismo es simplemente
un sistema que permite concentrar los modos de desarrollo en gremios fragmentados
con disfunciones internas, que son incapaces de convergir en métodos e
interacciones consistentes y que perturban la secuenciación efectiva de los procesos.
En sentido estricto, los estados y las corporaciones que son incapaces de purificar
los ciclos productivos de un país y sus empresas, que recurren a modalidades de
corrupción, que implementan condiciones impropias de empleo, que no renuevan
sus modos de producción, que no regulan sus condiciones mercantiles, que no
sanean sistemáticamente las cadenas de desarrollo, mantienen vigente un templete
donde la apariencia es una constante colectiva que inhibe la voluntad de las
sociedades por surgir de una alienación caduca. El presente –no el futuro−
necesita emerger a una superficie temporal que le permita abandonar ese lastre
de la conducta humana. El encadenar los sistemas a un recurso energético de
conveniencia comercial, mediante el cual se justifican guerras y actitudes hegemónicas
es una muestra del círculo vicioso en el que nos desempeñamos todos para
permanecer en ese insulso juego. Distintas tácticas de ralentización mental
–cultural, ideológica, productiva, etc.− se actualizan constantemente con el
fin de mantener obstaculizado el desempeño a gran escala de nuestra especie. Darle
trascendencia al capitalismo como sistema, daría como resultado que el
planteamiento aquí presentado continuara formando parte de ese procedimiento
obsoleto, por eso el capitalismo y otros aspectos no son juzgados aquí. El no
recurrir directamente a fuentes históricas y dedicar este espacio a hacer la
mención de su importancia no es por arrogancia, pero una premisa de este
trabajo es, como se verá más adelante, evitar que patrones anteriores se
reproduzcan recursivamente y que la estructuración de un nuevo paradigma de
conocimiento se pueda definir tomando las certezas que la historia misma ha confirmado
y que el hombre se ha encargado de malversar.
Una
conducta aparente
Hoy, la aplicación del poder no ha cambiado en esencia y se ha
tornado en algo más fantástico aún. Desde la visión de la economía y la guerra
como un juego cuyas reglamentaciones son multifacéticas, los propósitos y los
conflictos infantiles trasladados a un modo financiero de interacción mundial;
a veces como en los juegos de mesa, los videojuegos o los cómics, en donde el
ideal es el desarrollo de artificios que hagan más excitante la experiencia del
conflicto. Valores como la gloria, el honor y el espíritu de competencia
trascienden el uso o la posesión del dinero; todos conformando un tablero en el
cual los parámetros de la realidad son apenas percibidos como segmentos que
desaparecen gradualmente para quedar concentrados en un escenario construido
por la imaginación alterada que se desplaza en nuevos retos y niveles a los que
se accede si se usa un dispositivo o una personalidad más sofisticada. Nada de
esto debería de estar fuera de lugar, pero el choque de la noción y el deseo,
de la razón y el ensueño, de la consciencia y la posibilidad, complican las
condiciones de una especie que experimenta sus propias capacidades y
limitaciones rezagadas por la incomprensión de los procedimientos que exigen ir
cada vez más rápido. La solución para lograrlo es: Equiparar nuestra propia
magnitud –física e intelectual− al desarrollo autónomo de la técnica y así
evitar que el potencial se reduzca a ser una transición entre la configuración caótica
del cosmos y la prisión efectiva de una consciencia dormida en un mar
intangible de ondas-partícula.
La creatividad del cerebro
humano ha elaborado los estratos reconocibles de una realidad más o menos
congruente para discernir entre la fenomenología apabullante de la naturaleza y
la interpretación que tenemos de ésta para nuestro aprovechamiento. Hemos
avanzado en un entorno que no deja de ser sorprendente, porque la naturaleza es
un sistema que no cesa de develar detalles a cualquier escala y con distintos
factores de complejidad, cuya macroestructura readapta funciones y modifica los
ciclos como respuesta a la dinámica de los procesos; es como un tornado que
produce un orden mecánico macro-micro –y viceversa− y traducido en constantes
de las que deriva el fenómeno de la evolución. Nosotros surgimos en este
sistema y lo habitamos con la capacidad de percibirlo e interpretarlo; somos
privilegiados por apreciar la experiencia de la vida. Al paso del tiempo
nuestra especie se ha mantenido firme y aunque ciertos periodos históricos
parecieran surgir de la imaginación de un loco, lo más absurdo dentro de lo
absurdo, es que la humanidad no sea una entidad demente, por lo contrario ha
demostrado ser muy versátil y estable como para mantener la cordura en los
procesos que ha experimentado; aunque no lo parezca, su componente conjunto no
tiende a la demencia. Nuestra civilización le resta importancia a la conservación
de las funciones que concatenan unos sistemas con otros, anulando las
posibilidades de potenciar en proporción lo que ya conforma el mundo. Nuestra
inteligencia ha sido insuficiente hasta ahora para conservar un modo armónico
de coexistencia. Pareciera que la inestabilidad de nuestro temperamento es una
elección, la decisión por imponer los parámetros de una presencia que muestra rasgos
más nocivos que la locura, percibidos en la implantación de procesos germinales
anómalos. Este procedimiento omite no sólo nuestra adaptación a condiciones de
una función esencial sino el reconocimiento de que estamos irrumpiendo como una
entidad que se ha convertido en indeseable para nuestro propio entorno. No hace
falta que otra entidad consciente lo confirme, la humanidad misma lo hace y eso
es lo que durante siglos no ha podido aceptar; algo tan sencillo. Desde antes
de la era industrial, cuando la nocividad no tenía un impacto global, ya se notaba
esta cualidad; ahora que nos estamos volcando sobre nuestro propio hábitat, es
momento de hacer lo que siempre se ha evitado por desdén.
Nuestro cerebro ha diseñado un
panorama de reconocimiento que extrae y desequilibra como un procedimiento
habitual; visto de esta manera, la solución está en coordinar la percepción y
el ritmo de diseño que modifica nuestras preestructuras. El avance progresivo
de una civilización que no restituye y únicamente absorbe los recursos, es una
modalidad de desarrollo que requiere de un nuevo planteamiento estructural. Hasta
ahora, el hombre ha servido a la civilización por ser ésta su creación, su
plataforma de desplazamiento y lo que certifica la existencia de una entidad
pensante en un cosmos vasto −que no manifiesta una constitución de vida
orgánica de alto porcentaje por planeta y bajo un régimen poco riguroso de condiciones
físicas y orgánicas a simple vista−. Quiero decir que, aun cuando la diversidad
de vida en nuestro planeta es un cosmos en sí misma, su evolución en el
universo no es una constante evidente, aunque existan indicios y similitudes ya
identificadas en la actualidad. La civilización, como sistema, tiene que
servirnos también y en cierto sentido lo hace, pero no cuenta con un método de
transferencia por medio del cual lo invertido en ella se valga de un circuito
que reintegre de manera funcional lo que la sustenta; los desechos son sólo un
aspecto de muchos otros que se pueden reincorporar a este circuito. Las
políticas de reciclaje e interés por el ambiente no son auténticas estrategias
de saneamiento ambiental. Las poblaciones desarrolladas no pueden identificar
la magnitud de un tipo de aniquilación –aunque haya cierta intención por
contaminar menos−, porque están sumamente integradas a la cadena de
circunstancias que conforman la plataforma en la que su vida se desempeña; los
esfuerzos por frenar el súper consumo por el
modus vivendi seguirán siendo infructuosos hasta que la coordinación entre
el planeamiento y la ambición humana se implemente como modus operandi. La calibración de la necesidades, el avance y el
crecimiento poblacional –con todo y los problemas que ya conforman una
estadística importante, mas no prioritaria para los intereses mundiales de
nuestro presente−, son aspectos que no representan escenarios irreversibles;
aunque un ecosistema desaparezca o una especie se extinga –algo que de estar en
nuestras manos debe evitarse−, no debemos recurrir al desarrollo de un aparato
mercantil que magnifique la problematización y aplique una variante económica
para obtener un beneficio financiero. Por ejemplo: Si los polos del planeta se
deshielan, la táctica a aplicar sería modificar el diseño y el método de
construcción, porque las emigraciones son una reacción natural, pero hasta
ahora la civilización no corresponde a este efecto. Para poner en marcha esta
estrategia se debe recurrir a un nuevo sistema energético, implementar un nuevo
paradigma económico internacional y promover la colaboración colectiva en las
regiones para conservar las estructuras funcionales. Pero la reacción de las figuras de poder es de pánico, con lo
que intensifican los efectos de la devastación, sofistican los conflictos y señalan
a quienes responsabilizan de los males en el mundo, con propósitos ocultos en
argumentos falaces y de poca importancia –son de baja categoría porque su
finalidad no representa aporte alguno a los modelos obsoletos que pretenden
defender−. Avanzar en el estatus organizacional implicaría identificar nuevas
funciones sistémicas y corregir los trastornos existentes para preservar la
especie humana como un sistema digno de Programar
su evolución. El esfuerzo de desarrollo no debe usarse en diseñar un panorama
bélico −la imitación mecánica del estomatópodo
marino no debería formar parte de las estrategias de combate militar, por
ejemplo−. La antropomorfización de la Inteligencia
Artificial, por otro lado, implica la ejecución de valores implantados en
la programación de sus preestructuras conscientes. En este sentido seguridad, libertad, verdad, amor y odio,
etcétera, son valores que harían funcionar la psique de una entidad que
posiblemente desarrolle sus propios mecanismos de percepción. Si comprobáramos
que nuestro propósito fuera la aniquilación del planeta tierra, en términos
macroestructurales, no importa, la naturaleza siempre tendrá una magnitud
superior a la nuestra, y si definiéramos que nuestra finalidad fuera retar su
resistencia, hay una probabilidad de que ganáramos, pero seguramente sería
mediante un procedimiento de sintetización –como el goo nanotecnológico− que desarticulara o consumiera sistemas
complejos infinitamente más trascendentes que lo que nuestra especie habría
alcanzado en este supuesto
La visión de los gobiernos en
el presente asemeja a la estética del cómic, en donde los problemas alcanzan
una proporción alucinante por el grado de factores robustecidos para el juego
inerte contemporáneo. Pongo principal atención en los problemas, porque lo que
podemos interpretar como positivo está integrado a un contexto de anomalías. Por
supuesto que podríamos estar hablando de balance, pero lo que tiene que ver con
la razón humana, trasciende en desorden. La metáfora del niño que llevamos dentro es el parámetro del adulto que rige el
mundo originando guerras para la construcción de efectos económicos o
viceversa. Los efectos económicos generan guerras para que el adulto que rige
el mundo pueda satisfacer al nene. Es
inadmisible la naturaleza de los conflictos internacionales: La lucha por
conservar un estatus insípido de vida; que configura un escenario falaz de
buenos y malos; que obstruye la educación y el desarrollo interfactorial; que
pretende preservar la figura del
gobernado; que manipula,
interviene y construye la rebelión del inconforme; que simula reconocer el
aporte de quien hace una contribución desinteresada y sapiente; que alimenta
los valores de honorabilidad, heroísmo, amor a la patria y otros a los que
termina violando, sacrificando y venerando –en cualquier orden−; cuando el
juego aparenta modificarse: Siempre es el mismo.
La ficción emerge a la realidad
mediante personas que suelen ser gente de espectáculo; ellos extraen argumentos
de sus producciones para volverlos una realidad. A todos les parece muy excitante
ser un personaje de ficción, no importa si representa al bien o al mal; hacen uso
de la tecnología y la economía para enriquecer la estética del combate militar.
La humanidad está reproduciendo un parámetro falso que recrea este modo imaginario
en lugar de integrar el conocimiento a una reconfiguración sistemática de nuestra naturaleza. Obviamente la
imaginación no es el único factor que lo torna todo absurdo, pero el ideal de poder persiste para sustentar
la coexistencia humana en un ambiente de conflicto aparentemente irresoluble. Contamos
con una amplia noción de las anomalías y los síntomas político-económico-sociales
son perfectamente identificables, pero la razón parece obnubilada y fascinada
por estas circunstancias. Lo más extraño de todo es que ni los pensadores, ni
los científicos, ni los poderosos han
logrado definir la manera en que un resultado contundente o un avance
pragmático tenga la consistencia que se haya en la naturaleza intrínseca del
conflicto humano. Hasta ahora, todo tipo de desarrollo se integra sin
dificultades a su disfunción derivada y se sincroniza a la función de un
montaje barato. Pero aún, dentro de este contexto desolador, precisamente en éste,
se puede cambiar a un procedimiento racional, emocional y cognitivo de una escala
magnificada que reconfigure el pensamiento y la voluntad humanos. No se trata
de reconstituir el ideal del bien,
porque la preconcepción del mal pertenece a la percepción anómala
que profiere el daño de la humanidad. El más aborrecible y doloroso de los
crímenes es cometido por la articulación de una justicia que se encuentra en el
limbo de los ideales humanos. Una revolución, el retroceso a los orígenes, la
anulación de ciertas modalidades de producción, el uso de la tecnología para
incrementar la productividad a bajo costo y la economía trascendental del
dinero, son los arquetipos más constantes que se han sincronizado
automáticamente al procedimiento del mismo montaje. Si se piensa en el éxito de
alguno de estos ejemplos como un sintagma (un
día brillante), ninguno ejerce influencia para la transformación de sus
similares, por lo que existen otros factores en el proceso particular de
cualquiera de éstos que no se habría podido reorganizar. No son los rasgos
múltiples de la conducta humana lo que debe ser corregido sino su función en
las estructuras con el objetivo de ennoblecer su potencial. Articular de manera
congruente a quien tenga delirio de poder en la nueva civilización
correspondería a ubicarlo en una posición de bajo perfil.
Programar
la evolución humana
Hablando de exploración
vivencial, la humanidad atraviesa por una condición evolutiva múltiple en la
que conviven culturas muy avanzadas con otras que se han rezagado. Discernir
cuáles son realmente las avanzadas es lo interesante del ejercicio. Un
indicador evidente es el uso de la tecnología: quien aplica más tecnología
avanza más rápido. Según el ritmo mental –esto quiere decir que el pensamiento
acude a esbozar una percepción menos vaga de la realidad−, nuestra evolución
tendría que ser posiblemente más lenta, pues los sentidos y la fisiología
podrían experimentar incrementos proporcionales de magnificación que nos hicieran
pensar diferente –más armónicamente−, pero a lo largo de las eras, la técnica
mecánica e intelectual nos ha llevado a ascensiones que requieren de una
adaptación abrupta, por lo que nuestra especie no ha logrado ser un sistema
consolidado. Aun cuando los periodos históricos más críticos son muy cercanos
−edad media, renacimiento, ilustración,
era industrial y era tecnológica− y a nivel biológico parece no haber ocurrido nada
relevante, la instrumentación técnica e intelectual de esos periodos propició
que nuestra adaptación tuviera un ritmo acelerado intensificando nuestra ya
distorsionada concepción del mundo –distorsionada por los cuestionamientos que
tuvieron que ser resueltos donde ya dominaba la manipulación, con el propósito
de asegurar el poder, principalmente místico, a manera de ensayo para los
tiempos que estaban por llegar−.
En términos prácticos, el
prominente avance tecnológico compite con la naturaleza y está a punto de
formar parte de un proceso tanto o más trascendente que el de la era industrial.
La implicación de su surgimiento está ocurriendo en nuestras manos y es
espectacular porque deriva en un sinnúmero de versiones. Por un lado está la
tecnología a la que estamos acostumbrados, una sistematización que opera con el
fin de facilitar la vida humana. Esta rama tecnológica deriva directamente de
su prehistoria muy reciente ubicada en la era industrial a finales del siglo 19.
Conocemos bastante bien sus características que se podrían resumir en:
1. Haber evolucionado mediante la
sintetización constitutiva –que ahora deriva en tiempo de vida funcional
planificada para su aprovechamiento comercial.
2. Ser usada de forma doméstica e
industrial, con lo que se han probado modalidades específicas para su
producción y para su ritmo de consumo.
3. El desarrollo de vehículos de
todo tipo de transporte, que se introdujo de manera cultural como una de las
tradiciones mundiales más compartida y apreciada.
4. Un nivel industrial bastante
agresivo que, sin embargo, ha demostrado ser muy eficiente para la distribución
y el intercambio de mercancías en todo el mundo.
5. La oportunidad de hacer uso de
la inventiva en todos los rubros de necesidades humanas.
6. Una incalculable cantidad de
desperdicios –algunos reciclables y otros que aún no se sabe cómo reincorporar
a los ciclos de producción.
7. Es un constituyente de la
percepción económica contemporánea en todos niveles.
8. Incide en los ecosistemas, el
clima y el modo de vida de todas las especies del planeta.
9. Pasó de facilitar actividades a
seducir e inducir al consumo y ahora a controlar la forma de relacionarse entre
los seres humanos.
10. Ha generado nuevas variantes
que son la punta de las posibilidades en la actualidad, una de ellas es la
posibilidad de una era planetaria.
Seguramente hay más, pero con
enumerar diez características relevantes es suficiente. Antes de que surgiera
la tecnología como la conocemos ahora, en la era industrial, las expectativas
de los humanos eran más o menos similares −en el sentido de las posibilidades
vislumbradas en siglos anteriores que pronosticaron un avance probable−; las
personas eran más costumbristas, poco abiertas a la novedad, se apegaban a los
valores que les habían inculcado aunque no siempre los respetaran. Sólo hasta
que las propuestas para llevar al hombre al vuelo o fotografiarlo y filmarlo
comenzaron a hacer de la magia un aspecto de la realidad, la humanidad comenzó
a comprender que ciertas condiciones fantásticas eran practicables y sin mucho
interés por saber cómo funcionaba eso que le llamaba la atención; la era de los
avances magnificados la comprendió sin una transición gradual. El desarrollo
turbulento mostró muy rápidamente su capacidad de destrucción y los nuevos
mecanismos financieros y las nuevas estrategias lingüísticas y de comunicación
abrieron las cortinas de un mundo aterradoramente encantador cuyo influjo no se
ha detenido hasta ahora.
En la actualidad la tecnología
ha pasado por la era industrial, la era computacional, la era digital y a
partir de aquí se ha bifurcado en muchas ramas como virtualidad, bioingeniería,
inteligencia artificial, robótica, nanotecnología, geoingeniería, medicina
biónica, etcétera. Todas estas aplicaciones tienen su complejidad particular y
se pueden interrelacionar. Además de la tecnología aplicada, existe un tipo de
desarrollo teórico que usa el conocimiento para la elaboración de modelos y los
más conocidos son la física relativista y la mecánica cuántica, cuyas
posibilidades son igualmente trascendentales. Su importancia radica en que muestra
el razonamiento inteligente para determinar la estabilidad de la mente humana.
Otra modalidad teórica es la del Universo Holográfico, que ha derivado de la
teoría de cuerdas y la membrana, pero que parece ser un modelo más sorprendente
y consistente aún. La comprensión de estos modelos nos lleva a percibir la
posibilidad de una cierta inteligencia que no tiene un desempeño
antropocéntrico –como lo podría reflejar el concepto de Dios−, es decir, no parte de la existencia del hombre para operar
sino que organiza el saber en relación al contexto formulado, de esta manera,
el uso de la energía nuclear, por ejemplo, aunque ha excedido por mucho las
infraestructuras de la civilización, no es una amenaza potencial por sí misma y
sus desastres más críticos son medibles, por lo tanto controlables. Si ahora
estuviéramos al borde de un génesis en donde la mecánica cuántica lograra la
desarticulación-reconstitución molecular a nivel orgánico, estaría conviviendo
con la robótica –no estamos tan lejos de la teletransportación, pero la tecnología actual aún no está lista−;
tal vez podríamos ser capaces de lograrlo, pero el espectro perceptivo humano
parece no ser lo suficientemente coherente con su avance. La
teletransportación, la aceleración en magnitud luz y la adaptabilidad
fisiológica molecular requieren de un desempeño superior al que nuestra especie
está acostumbrada.
Una de las peores consecuencias
de este temperamento es que la tecnología sustituya a la vida biológica; lo
incomprensible es que se elija la reiteración de un comportamiento no
recomendable. Pareciera que no nos damos cuenta de que el panorama propuesto de
aliarnos con la tecnología podría no ser necesario si nuestro potencial resultara
ser prescindible como en nuestro formato presente. ¿Por qué asumir que somos lo
suficientemente indeseables como para ser despreciados por la entidad que
derivará de nuestra especie? Me parece más coherente reconfigurar los sistemas
que hemos creado y sincronizarnos con el ritmo de desarrollo de la tecnología,
pero con el conocimiento reflejado en nuestra fisiología; en nuestro aprovechamiento
de los recursos; en la recolección y sistematización de la energía; en la
instauración de un aparato económico que permita los distintos modos de vitalidad,
en donde la programación evolutiva no esté restringida a la autodestrucción
–aquí el término “extinción” no sería el correcto−.
Ahora se apuesta por la
nanotecnología para reconstituir aspectos fisiológicos de nuestro cuerpo, desde
microrobots para la destrucción de anomalías celulares y la refuncionalización
completa de células y neuronas, hasta la programación molecular en gran formato
que permite la modificación en tiempo real de un espacio, un estilo y, conforme
vaya avanzando, el dinamismo podría hacer cualquier cosa –incluso algunos
teorizan acerca de una especie de desentrelazamiento molecular masivo
ocasionado por los nanobots
denominado Goo –un fenómeno que no se
puede prever con certeza que vaya a ocurrir o no−.
Además de todas las opciones
que han ido emergiendo para la subsistencia humana, la más consistente es la evolución
biológica que determina todas las facultades orgánicas de cualquier ser vivo;
la degradación celular, la consistencia de los tejidos, la funcionalidad
neurológica, la adversidad del entorno; son factores que determinan la
longevidad de un proceso para nuestra especie, porque aún no surge la
alternativa para evitar morir cuando la fisiología colapse −como sucede con las
demás especies orgánicas−. Uno de los aportes menos aventurados es el de la
programación genética, que ha avanzado
con mucho éxito en el desarrollo de investigaciones para inhibir el proceso de
envejecimiento y el estímulo de reposición celular, la réplica de órganos y la reactivación
neurológica. Lo interesante de esta opción es que la constitución humana podría
permanecer íntegra, pero con la posibilidad de incrementar la resistencia
evolutiva sin necesidad de alterar los mecanismos originales del cuerpo o
manejarlo de una manera muy sutil que no elimine las funciones biológicas.
El anhelo de extender la
longevidad por miedo a la muerte o por curiosidad sobre el futuro, es un
intenso percutor que aparece en algún momento en la mente individual, que
permite imaginar el no morir porque la voluptuosidad de la vida invita a la
eternidad –claro que, en ciertas circunstancias se puede pensar lo contrario−;
sí se pudiera acudir a alguna de las opciones antes mencionadas, significaría
que la humanidad habría logrado ser capaz de planificar los escenarios
evolutivos pertenecientes a la naturaleza; de alguna manera, eso mostraría
también que en algo habríamos magnificado nuestra especie. En el caso de que
las técnicas para extender la longevidad se activaran en el mismo contexto de
constreñimiento político-económico-social que aún persiste, sería un fracaso
equiparable a programar nuestra extinción a corto plazo, porque implicaría que
ninguna reconfiguración habría sido implementada y los sistemas de la
civilización tenderían a colapsar.
Aspectos
en los que debe avanzar la humanidad
La intención de este trabajo es
elaborar el aspecto teórico de una reconfiguración en la macroestructura de la
civilización que propone dos premisas principales:
1. El cambio individual es de
pulso corto. No por esto quiere decir que sea más o menos efectivo sino
que es el nivel de influencia descrito para una percepción lo más congruente
posible. Un grupo de individuos que unen fuerza para suscitar alguna modalidad
de transformación no podrá verla fructificar si no recibe indicios de que el
receptor que analiza su propuesta reconoce un nivel de identificación
correspondiente.
2. Reconocer que el ámbito
macroestructural –Gobierno, comunidad, corporaciones, intelectuales, banqueros,
científicos, grupos de individuos, profesionistas− es conjuntamente un
constituyente de la reconfiguración magnificada necesaria para nuestra especie.
A todos se nos ha instaurado la
idea de que hacer cambiar la forma de pensar de los líderes estructurales de la
sociedad podría ser imposible, pero no es así. Precisamente el reto Humano está
en demostrar que es capaz de avanzar a una mejor situación por medio de sus
cualidades. Como se expuso en los apartados anteriores, se están gestando
manifestaciones evolutivas muy singulares con las que es probable que
coexistamos en una temporalidad muy cercana –hablar de un “futuro” ya no tiene
tanto impacto−, pero eso no asegura que la humanidad vaya a formar parte de dicho
escenario. Quien opine que no es posible comprender en el cambio a la
macroestructura, muy bien podría asegurar que los seres humanos están en el
planeta Tierra para quedarse. Con estas dos aseveraciones, se pueden componer
otros escenarios como: Aún con el cambio
de gran magnitud, la humanidad no subsistiría. O el propuesto aquí: La
integración de la macroestructura para transformar los procedimientos humanos
también incrementaría sus facultades propias, así como una comprensión más
precisa de sus valores, instituciones y propósitos en la Tierra y el interior
del cosmos. Intervenir en el proceso de una transformación planificada es un paso
que debemos dar como especie; hasta ahora existen muchos motivos por los cuáles
la convergencia en los nombrados estratos
sociales es improbable porque se ha inculcado un comportamiento de consumo y
el desprecio por quien no se apega a este modo sin importar la causa. Son dos
facetas de una misma moneda, pero no se correlacionan como dos extremos; su
flujo de funcionamiento está disociado. En este sentido, la explotación de un
pueblo no es una función porque ese es precisamente uno de los motivos por los
cuales el tope político-económico-social humano nos retiene de crecer
correspondientemente con la tecnología. Existen diversos efectos que
crecen con relación a la escala económica; un ejemplo sencillo se explica en un
nivel de riqueza de esta manera: Una persona con todos los recursos a su
alcance, con educación y el mundo a su disposición, elegirá una o algunas de
estas opciones –es decir, puede ser un empresario, hombre o mujer, que
practique el esquí, que viaje por el mundo y le guste el buen vino y los autos,
además de hacer muchos amigos; también se puede concentrar en una sola de estas
opciones− y su experiencia de vida le impedirá interesarse por otros aspectos
que no se relacionen con su modus
vivendi. También en un escenario de pobreza, se ejemplifica de esta manera:
La persona que carece de recursos, que no recibe educación y que no puede
aspirar a otro modo de vida, piensa que con grandes cantidades de dinero la
vida se le arreglaría; los mensajes de su entorno la llevan a desear ser el
“jefe” en una compañía sin saber muy bien lo que esto implica. La cadena que se
va construyendo entre estas dos condiciones muestra variaciones en donde los
que tienen dinero desprecian a los que no lo tienen y al revés, pero cuando se
interrelacionan en un contexto en el que la familiaridad les permite
integrarse, llegan a reconocer las semejanzas y se desanudan efímeramente los
impedimentos prefabricados para obstruir su coexistencia. Lo que sucede en este
cuadro es que ingenuamente se aspira a que todos sean iguales, pero las
diferencias son innumerables, sustancialmente necesarias. Se pretende que todos
podrían ser gobernantes, obreros, intelectuales o fisicoculturistas, pero no
todos tenemos las mismas cualidades o intereses; aunque este no es el problema.
No se trata de cuestiones raciales o culturales, es un asunto económico –las
variaciones de índole racial o cultural surgen con la figura de poder que es quien controla la economía− desde el cual se
puede identificar lo anómalo. El comportamiento del poder como un control económico,
obedece a un factor infantil: la indisposición a esa coexistencia. En la
categorización de estatus alto-bajo, unos están dispuestos a hacer lo que los
otros no, por esta razón existe la tendencia a hacer uso del servicio ajeno
para que éste haga lo que quien contrata no está dispuesto a hacer. Esto ya
funcionaba como costumbre en el comportamiento primitivo, si le sumamos el
aspecto económico, la indisposición de “hacer” se transforma en un monstruo
entorpecido que intenta coordinarse con aquello que sí le interesa, pero aquí
ya podemos vislumbrar el conflicto que origina. Pareciera que hacer lo que cada
quien quiere es una finalidad y, hasta cierto punto, un logro, pero no es así
del todo. Desde un punto de vista psicológico, una persona arrogante e
intransigente usaría su poder para un propósito, que, entre otros, podría ser
el de ocasionar daño deliberadamente, pero lo que esta persona podría necesitar
en realidad es un estímulo muy distinto, que si bien no corrigiera su
personalidad, sí podría abrirle constantes opciones que intervinieran en la
modificación de su comportamiento. En este ejemplo el factor dinero –no el de
economía− podría desaparecer; es decir, para la corrección de esta clase de
problemas el dinero es innecesario, aun cuando se trate de contemplar viajes u
otros modos de consumo que en las economías arcaicas son imposibles de incluir.
Lo que se explica en este
capítulo es que muchas de las necesidades personales que se pretende cubrir
mediante la manutención de un sistema económico que se base en cantidades inconmensurables
de un valor abstracto acumulado y sometido a la especulación son profundamente
disfuncionales. Se piensa que el dinero es el estímulo para que las sociedades
produzcan, pero no es así −esto ya se ha discutido bastante como para aportar
más argumentación−. Las necesidades creadas para la satisfacción comercial de
los mercados, puede emplear la iniciativa de profesionistas en desarrollar
campos igualmente comerciales, pero no de categoría desechable. Por ejemplo, el
uso del shampú es indispensable en el uso cotidiano y existe todo un mercado
para eso, cuando lo que se necesita es un producto que mantenga limpio el
cabello, su uso no requiere de ninguna campaña de comercialización, la gente
simplemente usará el que le guste por cualquier motivo. De este producto,
surgen cadenas de producción que trabajan conjuntamente para que la industria
del shampoo pueda proveer al mundo. Si a la gente no se le pagara por realizar
esta actividad, posiblemente muchos estarían desempeñando otra labor en su
vida, lo cual también sería útil. La conveniencia de generar una mentalidad de
consumo hace imaginar que sin el dinero las personas no harían nada, pero ese
escenario se apega más a la cultura del poder, pues es ésta la que prefiere hacer
el menor esfuerzo; y aunque hacer dinero requiere de trabajo, los fines son de
una categoría inferior. No se trata de hacer un señalamiento, porque incluso
esta condición debe ser percibida en la reconfiguración
de la macroestructura. Posiblemente sea cierto que algunos aspectos se
vayan a ver reducidos al mínimo, como el de la servidumbre, pero eso no debe
representar ningún problema. En el escenario más fantástico, si se corrigieran
las anomalías que producen los caprichos −a lo que se reduce la percepción del
poder− de quienes no quieren hacer cierta actividad en específico, la gente que
hace lo que debiera estar haciendo por una satisfacción particular, podría
desarrollar un sistema que eliminara dichas actividades inconvenientes para la
gente que no las quiere realizar –la nanotecnología, por ejemplo−.
En términos concretos, la
macroestructura –que integra cualquier magnitud de fuerza grupal− es el factor
principal de colaboración para el funcionamiento del paradigma integral humano.
No es cuestión de esperanza o de pensamiento positivo, ni de recurrir a los
eslogans prefabricados sobre la confianza y la unión de fuerzas sino de
propiciar el inicio de un proceso que elimine los lastres para librar el tope político-económico-social
que no nos deja cambiar. Los modos de producción clásicos desechan producto
activo, promueven falsas expectativas, menosprecian la autenticidad, ensalzan
valores vacuos y se valen de vicios de corrupción actualizados constantemente.
Esto es inadmisible en comparación con el nivel de complejidad al que estamos
integrados. Por supuesto hay aspectos humanos asombrosos, pero al formar parte
de un sistema anómalo, son anomalías también. Millones de personas en la
historia no han sido felices o lo han podido experimentar sólo cuando el ojo de
su huracán les ha permitido contemplar y valorar alguno de los aspectos más
sencillos de la realidad –esta gente puede ser rica o pobre−. Adagios como “La vida es dura”, “Se debe ser feliz con lo
que se tiene”, “Lo único que importa es la gente a tu alrededor”, “La patria es
primero”, y muchos otros, son patrones funcionalizados en el subconsciente para
activar un nivel de renuncia que se va amplificando conforme los estragos
personales se vuelven más prominentes.
Otro aspecto importante es
incentivar el espíritu de competencia en las prácticas humanas, pero no con la
adición del instinto de supervivencia sino con el de empuje correlacionado. El
propósito de sobrevivir en términos de competencia es ganar, engañar, derrotar,
humillar, ser superior, la destrucción de un ego o de una capacidad; la
correlación implica llegar más lejos, hacer uso de los recursos y
estructurarlos para que un nuevo proceso muestre un reto desconocido que pueda
ser integrado a la magnificación humana. El modo de sinergia necesario para
lograrlo es la implementación
interfactorial de procedimientos por medio de la cual los distintos
aspectos que se correlacionan con una circunstancia acudirían a una
reconfiguración para solucionarla. Un procedimiento
interfactorial permite que sean puestos en marcha distintos niveles de
articulación como se hace para introducir un tipo de producción en el cuadro de
necesidades de una población. La diferencia es que funciona con un modelo
económico menos restringido y que agiliza los demás procesos. Por ejemplo: Al
proveer de una tecnología para la transcomunicación
(traducción en tiempo real) de idiomas en el mundo, cuya implementación
económica funcione sin parámetros comerciales, reduciría las políticas públicas
que sólo retrasan el flujo de resultados, permitiría un avance sincrético y
ecléctico para la integración funcional de las culturas primigenias en el mundo
civilizado, ya no como una manera de preservación sino como participantes
efectivos del mundo y las diferentes lenguas permanecerían por más tiempo con
una autonomía de proyección. Esta clase de implementaciones deben de contemplar
la accesibilidad de adquisición de dicha tecnología y la manera en que el
usuario retribuiría a la sociedad al proveerle de un dispositivo que agiliza su
integración a los mecanismos productivos y sociales. También se regularía de
manera congruente la función del patrimonio ancestral como perteneciente a los
grupos locales e interculturales interesados y no como un uso exclusivo para la
explotación por parte de los gobiernos y las instituciones.
La diferencia entre un procedimiento interfactorial y la visión
comercial es su finalidad, pues lo comercial busca el mayor beneficio
corporativo y los factores que contempla están restringidos al índice de un
costo que produce ganancias excesivas. El procedimiento
interfactorial conecta los diferentes rubros que intervienen en una
producción y la hace funcional, dinámica, identifica los problemas y adapta el
rendimiento de su resultado a satisfacer los requerimientos identificados en
cada nivel con el propósito de robustecer su rendimiento y su efectividad
interfactorial; por lo tanto, cuando uno de los factores que se encuentran
operando en modo conjunto con otros más, comienza a recalibrarse, probablemente
ya esté formando parte de otro proceso que necesita de una intervención
inerfactorial, no como se hace en el procedimiento actual, que genera un hueco
para tapar otro. El propósito de buscar que la humanidad se magnifique es
eliminar el abuso por su indiferencia para reconocer las soluciones más
evidentes y que optan por desordenarlo todo cíclica y cínicamente.
Lograr que la figura de poder modifique los objetivos
que la sustentan requiere de procesos paralelos que refuercen este propósito. Las
poblaciones del mundo deben valerse de una inteligencia más exigente para que
la protesta no sea su único mecanismo de transformación. La Democracia no puede permanecer como un
discurso para promover falsas expectativas; se tiene que pensar en una
modalidad auténtica de descripción política entre el estado y la población, que
surja de un proceso de reconfiguración. Diversos métodos convencionales humanos
son identificados como vicios o virtudes según sea la conveniencia, pero son
categorizaciones correspondientes al sistema arcaico mercantil. Por ejemplo,
los mecanismos de corrupción podrían ser incorporables o prescindibles,
dependiendo de su refuncionalización. Por otro lado, la contribución pública y
privada al estado no necesitaría recurrir a “trampas” −como la disminución de
impuestos por donaciones o iniciativas de un altruismo cuestionable con el
objetivo de reducir “obligaciones fiscales” y que es al mismo tiempo genera
riqueza sin proveer beneficios efectivos−, ni de contribuir a la sociedad por
los programas activados con resultados fantasma. Sin el factor del dinero, lo
que se percibe como corrupto en la actualidad podría ser incorporado a la
economía o ser prescindible según fuera la aplicación. Como el dinero, otros
vicios y virtudes actuales experimentarían una reformulación conceptual como la
falsificación, la calidad salarial, las transacciones financieras, la
contribución fiscal, el narcotráfico, las constituciones legales de los países,
la moral, la verdad y la violencia, etcétera.
Lo importante es evitar que los
cambios ocurran al borde del precipicio, cuando la tecnología nos rebase, la
contaminación sea imposible de eliminar y la violencia sea incontenible; cuando
las medidas económicas lleguen a un rascacielos especulativo que ningún recurso
financiero fuera capaz de reorientar o que un error científico propiciara un
riesgo insalvable. Uno de los conflictos más trascendentes del mundo es la separación
internacional, cuya tensión propende a la guerra de baja o mayor intensidad;
eso es lo que hay que reconfigurar desde la visión macroestructural, para que
la especie humana logre conservar su calidad de entidad consciente, racional-emocional
e inteligente. Los economistas, encargados de una de las disciplinas más
trascendentes de la humanidad, persiguen la consolidación de un sistema
financiero que nadie pueda cuestionar o derrumbar, basándose en las columnas
del poder y en los vicios de la civilización, pero pocos se aventuran a
desarrollar un sistema de economía no monetaria, que es uno de los
requerimientos para disminuir las tendencias autodestructivas debidas a una
percepción abstracta aplicada a procesos reales. El hecho de imponerle un costo
a un servicio o producto y de pagar por
ley su precio es uno de los vicios más disfuncionales de la civilización.
Si existe un proyecto de economía no monetaria, se ha quedado en la academia y
visualizado como una utopía, cuando es precisamente lo que se necesita en el
mundo. No se requiere pensar en el comunismo, el socialismo o una revolución,
mucho menos en una variación capitalista para estructurar una reconfiguración
de la economía internacional. Esta clase de medidas contundentes son necesarias
para renovar la constitución humana y no requeriría de anular aspectos como la
confortabilidad, ni los beneficios de la civilización potenciada o de plantear
políticas de austeridad, porque el propósito es comenzar a generar un
movimiento de avanzada a nivel mundial. Para lograrlo se debe incluir a todas
las culturas con la visión de colocar el conocimiento que cada una puede
aportar, en lugar de justificar la omisión de su pensamiento para después ser
retomado por las instituciones en términos de incrementar la aplicación
práctica de un “saber ancestral”. Me refiero a las culturas originarias porque
es en las que más repercuten los efectos de la economía y las políticas
disfuncionales, pero también ocurre en los modelos educativos, de desarrollo y
de negociación internacional.
El consumismo en la modalidad
capitalista –por no darle trascendencia al neoliberalismo− es otro vicio
importante e incluirlo en el proceso de la reconfiguración tomaría en cuenta
que los niveles de consumo son un
efecto consecuente del desarrollo, así como disminuir la oferta en los mercados o
como lo llamaría Alvin Toffler la Desmasificación
de producción masiva. Lo indispensable es que los citados vicios encuentren
su modulación como proceso en la nueva sistematización y que le abran paso a
solidificar las virtudes humanas por medio de la cultura profunda de las
distintas regiones del mundo, incentivando los hábitos que agilicen el flujo de
la información por medio de la interacción física y virtual entre naciones.
Hay un índice que evalúa que el
consumo de energía al año en el planeta equivale aproximadamente al flujo que
recibe la exósfera desde el sol en tan sólo una hora; esto quiere decir que
implementar un sistema de energía actualizado cubriría las necesidades más
exigentes que aún no consiguen operar sin estar fundamentadas en las
limitaciones del aparato económico disfuncional. La magnitud que influirá para
cambiar nuestra naturaleza es la energía –en todo sentido−, por lo que es uno
de los aspectos más importantes para reconfigurar la civilización.
Los distintos rubros de la
macroestructura deben hacer uno de los movimientos más trascendentales para el
paso que debe dar la humanidad, esto es: perder el miedo. Una fuerte limitante
para alcanzar las metas potenciales de la humanidad, su civilización y las
nuevas entidades que emergen en un ámbito no natural, es el miedo, el temor a
que los demás y lo demás crezca y se
desarrolle, porque es absurdo que ese sea el motor y al mismo tiempo el freno de
los procesos que integran la humanidad al cosmos. Es muy bueno reconocer la
función del miedo como un instinto de regulación para contener decisiones
erróneas, pero la actitud de la humanidad ha exagerado la proporción de su utilidad,
así que el miedo degenera en un velo orgánico que se apropia del cuerpo físico
llevándolo torpemente hacia un mundo en el que aparenta integrarse, pero de
manera insegura y generando anomalías a su paso. El poder seduce a los sabios,
pero el miedo los denigra; esto implica que no es el valor de luchar lo que
inhibe al miedo sino la integración consolidada para no ceder al instinto de
destrucción.
Hay circunstancias muy simples que
no deben suceder, como obligar a ganarse la vida a quien no puede seguir el
juego corporativo. No se trata de eliminar clases sociales en principio, pero
sí las restricciones que sustentan el abuso sistemático de la figura de poder. Se tiene que aplicar el
conocimiento para reestructurar el mundo, no para seguir el juego de los
mercados. Resolver la pobreza económica representa un objetivo inminente en esta
era; lograr ese avance sería lo más grande en la historia de la humanidad; sólo
es cuestión de voluntad y coordinación. Hasta ahora las personas interesadas en
modificar las anomalías fracasan porque no se valen de la tecnología más que
para consumirla, pero se necesita un tipo de coordinación más dinámico. Los hackers hacen uso de la tecnología en
otro nivel, incluso con propósitos sociales, pero se requiere conjuntar más
medios para estructurar un procedimiento
interfactorial más efectivo.
Los movimientos sociales, se
encuentran vulnerables a una obvia manipulación que requiere estrategias menos
problematizadas –su complejidad es comprensible, pero el número de actores que
la componen deriva en un problema de percepción− y para obtener un resultado de
esta modalidad, las comunidades que trabajan por una transformación necesitan
hacer uso profundo de la tecnología e involucrarse más en aspectos que
trasciendan sus circunstancias particulares y organizarse a mayor escala. La
protesta pública es un campo minado, controlado y de resultados casi nulos, si
no se tiene la capacidad de hacer análisis modificatorios con métodos
renovados. El recurrir a la protesta y la muestra de inconformidad no deben ser
recursos vigentes en los estratos calificados como “inferiores”, ahora lo que
deben propiciar es revelar el aspecto de su conocimiento superior. De igual
manera, los estratos sociales que no tienden a la beligerancia como un modo de
vida, están comprometidos a consolidar una inteligencia organizativa de una
contundencia similar a la de la violencia, pero con fines superiores de
comportamiento, no violentos.
Un ejemplo contemporáneo podría
ser el Proyecto Venus, uno de los impulsores de desarrollo tecnológico más
avanzados que existen en este siglo 21. Al mes de marzo del año 2014 define su
tendencia de desarrollo como por fuera de
una línea militar –se hace énfasis en la fecha porque se trata de una
operación comercial que fluctúa inevitablemente de una especulación a otra
dependiendo de múltiples factores−. El Proyecto Venus sería un ejemplo del
grado de superioridad que se puede aportar a la humanidad desde una postura no
beligerante que podría emular otro tipo de compañías y organizaciones. El
conocimiento aplicado con el propósito de generar una modalidad introductoria
de la reconfiguración macroestructural profunda es uno de los procedimientos
imperantes que son necesarios para nuestra especie y que para algunos incluso
sería un pretexto de guerra. Sólo si la fuerza de desarrollo se coordina
mediante parámetros de reconfiguración −no hablemos de una filosofía o una ideología
sino de procedimientos concretos de conocimiento no restringido; superemos el
arcaísmo estructural que representa la economía del dinero−, las probabilidades
de una guerra serían casi nulas. La inteligencia racional es ahora más
necesaria que nunca, acompañada de las emociones y los sentimientos; es decir: de
la complejidad inherente al cosmos, a la magnificencia del Ser.
Si una etnia aborigen formara
parte de los ascensos graduales de la civilización, muy pronto podría estar
aportando un conocimiento practicable y requerido desde su origen étnico. Las
dos partes, tanto la que intenta gobernar, como la que padece su gobierno,
tienen que perder el miedo a la transformación de dicho origen, porque más allá
de la muerte, el cambio es perene y cualquier cultura está consciente de ello.
Si una etnia lograra convertir en asimilable su lastre cosmogónico –no la
anulación de su cosmogonía sino la pérdida
del miedo a los cánones culturales y su diversidad− y material, otras
modalidades organizativas también podrían ser candidatas a lograrlo. La
realidad de este proyecto –soy consciente de ello, todos debemos serlo− se
equipara a lograr que la morfología del “Futbol” –éste como representante de
una gran cantidad de otros vicios fisiológicos e intelectuales− deje de ser esa
manifestación insulsa del cerebro colectivo de lo real contemporáneo, algo que
parece “imposible”, pero que permitiría que nuestra inteligencia –nos guste el
futbol o no− pueda reconocer como esencial la macroreconfiguración de la
especie. El propósito es exponer que las causas del desorden mundial se deben a
la conducta infantil humana, que articula aspiraciones inalcanzables para la
mayoría y que son de un orden inferior a nuestras capacidades biológicas y mentales,
a pesar de tener a la técnica de nuestro lado.
Toda clase de comportamiento
agresivo y bélico es una constante del procedimiento humano, pero por mucho que
parezca un constituyente fijo de nuestra naturaleza, no es así; la tendencia a
solucionar conflictos trascendentes mediante alguna magnitud de fuerza tiene
una raíz circunstancial, incluso las escaladas violentas regionales o
internacionales se contextualizan por los nodos interconectados que vinculan
distintos aspectos de un conflicto aparentemente necesario e inevitable. Un
conflicto internacional, antes de alcanzar un rango bélico está compuesto por
diversos aspectos que podrían no formar parte argumental del conflicto mayor,
es decir que cualquier motivo de guerra entra en juego al activarse un interés
de poder. El problema es que el modelo económico con el que ha funcionado la
civilización se ha valido de un alto nivel de tergiversación para poder
justificar los múltiples intereses que satisfacen necesidades aparentes y simulan
políticas de un escenario construido. El mismo desarrollo tecnológico juega un
papel decisivo en este procedimiento, pues su participación en el comercio
internacional es lo más influyente desde hace ya un siglo y uno de los
principales rubros es el armamentismo. Por supuesto otros rubros de la
industria reflejan una mayor influencia en el aspecto productivo, como el
automovilístico, el doméstico y el de infraestructura, pero el desarrollo de
armamento es uno de los móviles con otro tipo de actividad económica que vuelve
aún más improbable la posibilidad de un modelo democrático para la humanidad, aun cuando su ideal aparenta ser
vigente en una era que funciona de otra manera. Insistir en que la figura de poder represente al gobierno
elegido por un pueblo –modelo Democrático−,
es una apariencia que funge como la mayor causa del tope político-económico-social
que mantiene operando de manera obsoleta y engañosa el flujo de recursos y
sistemas activos. Un gobierno congruente con esta pre-era planetaria requiere
de implementar la reconfiguración de alto rango para que se alcance a percibir
el beneficio en todos los aspectos humanos existentes.
La reconfiguración de la
industria armamentista es un ejemplo de cómo impactaría la macroestructura
mediante una comprensión avanzada de los aspectos más sensibles de la
civilización. Hasta ahora el uso de armas en las naciones representa el estatus
de poder neto que puede ser desplegado por cada una, de ahí derivan las
variables argumentales para poner en juego el contexto histórico. Todo esto
puede ser transformado si la industria de armas comienza a generar una
actividad de magnificación energética más consistente. El armamentismo
representa uno de los rasgos más infantiles de la humanidad con el que se
definen parámetros muy cuestionables como el de los valores heroicos que muestran
el lado hipócrita de sus funciones. Las instituciones militares en el mundo
podrían representar un auténtico ejercicio de sus ideales si en lugar de
trabajar en estrategias de defensa e intervención, se avocaran a ejecutar
procedimientos de desarrollo de mayor magnitud que propiciaran el ascenso de
las aspiraciones humanas, pues los males de las sociedades son el resultado de
necesitar (aspirar a) niveles superiores de competencia, sin embargo lo único
superior, en este caso, implica soportar y ejercer mayor daño, por lo que la
milicia permanece hasta hoy como un instrumento
primitivista del estado.
El crimen es un substrato militar
y político que inevitablemente sería comprehendido en la función endócrina del
comportamiento instituido como militar; por esta razón el crimen no debería ser
una preocupación, no es que se le reste trascendencia al problema de este
fenómeno sociopolítico o que se califique como no perjudicial en sí mismo, pero
su solución va integrada a los procedimientos que se logren instaurar a nivel
macroestructural.
Varias de las propuestas
desarrolladas en este trabajo pugnan por la transición de un comportamiento
humano aún primitivo a una modalidad que supere la condición humana misma de
nuestro procedimiento, por eso será necesario desarrollar el siguiente capítulo,
en el que se explica el paradigma Orgint, que comprende los cambios que se han
expuesto hasta ahora.
¿Qué
nos mantiene humanos?
Esta fue la pregunta con la que
cerré una publicación que hice en el año 2013 titulada Ser Más que Humanos, una revista autogestiva en la que di a conocer
una introducción sobre el planteamiento que se elabora en el presente trabajo. Es
una revista de pocas páginas en la que se esbozan algunas premisas sobre lo que
implicaría y las aspiraciones de trascender la condición humana y por qué. El
planteamiento pudo haber sido “¿Por qué sería necesario ser más que humanos?”,
pero desde el título me pareció que la cuestión por mi parte ya había marcado
un manifiesto, por lo que el cuestionamiento terminó siendo ¿Qué nos mantiene humanos? Ahora,
después de un año, en el presente trabajo que sigue siendo una introducción,
sólo que más elaborada, he llegado al mismo punto y para mí se vuelve cada vez
más imperante, no sólo responder a esta pregunta sino pasar a un modelo
práctico, diseñar el método que permita calibrar la función de las
instituciones de la civilización, pero con procedimientos que ya no arrastren
la conducta disfuncional de la humanidad. No se trata de elaborar el manifiesto
de La Única Verdad, el valor de la verdad es relativo a la magnitud
decisiva que requiera de su percepción, por esta razón la verdad no podría ser más el parámetro del pensamiento superior
sino la perspectiva de los constituyentes circunstanciales.
Para formar parte de la
siguiente era se requiere de un sistema que pueda interpretar la mayoría de los
grupos culturales y que los introduzca a niveles graduales de complejidad con
el propósito de lograr una reconfiguración lo más sólida posible del género
humano global. El Transhumanismo,
otra de las propuestas contemporáneas, opta por una adaptación fisiológica abrupta
que interactúe con organismos e inteligencias artificiales, materiales
sintéticos más eficientes, ciberconductas probablemente autónomas y un etcétera
extenso que se vuelve cada vez más interesante; sin embargo es un clásico
procedimiento de adaptación no recomendable si se busca estar a la altura de
este desarrollo tecnológico, para lograrlo, se debe tratar de una condición integral y el Transhumanismo hasta
ahora no lo es.
La conceptualización del mundo
que se mantiene vigente se refiere a la rapidez de la productividad como
respuesta a las exigencias de un ritmo concentrado de desarrollo. Al hablar de
una centralización de la actividad productiva en regiones específicas del
planeta, se piensa en términos de “ferocidad corporativa” o “diferencias
abismales” entre las economías internacionales, algo innegable puesto que los
sistemas de la civilización están saturados, pero los parámetros que
trascienden las restricciones de los componentes más fundamentales del
desarrollo, es decir, la naturaleza misma, el espacio, los recursos y su
capacidad de autopreservación, tienen una eficiencia que nos supera. La
conceptualización de “Los tiempos rápidos” es incongruente y no debería ser
temida por una especie humana que tiene un gran potencial aún reservado para
los tiempos por venir. La exageración de ciertos argumentos que se vuelven
colectivos es conveniente para impedir que “las masas” (un concepto peyorativo
para nombrar al conjunto de distintos grupos regionales en los que reside el
ideal de “democracia”) logren una estabilidad que les permita tener su propia
visión de mundo, civilización, desarrollo,
derechos y cultura, causa del tope político-económico-social.
Todo esto inhibe múltiples opciones para diluir literalmente las sustancias de
dicho tope, es decir, la amalgama de contaminantes, materiales desperdiciados y
la hiperproducción, aunadas a las
erróneas estrategias políticas que simulan tener objetivos, pero que ignoran su
carencia real.
No es muy complicado entender
este panorama, el mundo acelerado en el que vivimos es una exacerbación de
comportamientos innecesarios. Por ejemplo: En las empresas se exige que el
personal cheque sus tiempos de entrada y salida, pero el rendimiento productivo
no depende de este parámetro, pues aunque hay periodos del día en los que la
actividad es muy intensa, hay otros en los que ésta es prácticamente nula, además
de los oficios y profesiones en los que el tipo de trabajo permite una gran
cantidad de tiempo libre. Las políticas de productividad exigen que determinado
personal esté siempre ocupado, aunque lo que haga en periodos de baja
intensidad no tenga ninguna relevancia. Este tipo de conducta origina basura y
desperdicios, errores, patologías laborales y otras disfunciones operativas por
el fin de mantener activo a todo el personal de la empresa. Se podría pensar
que hasta antes de la tecnología el disciplinar a los trabajadores de esta
manera era un recurso incuestionable, y aunque no es así porque todo
comportamiento coercitivo es un instrumento primitivista que deviene de
acelerar los procesos y de ejercer un poder obtuso, los vicios de la tiranía
laboral, familiar, educativa, etcétera, son factores que cada vez pierden
vigencia por varias razones. Dos de estas razones son muy importantes por su
evidente sentido común: la primera es que la tecnología ya está formando parte
de los procesos sociales y productivos, donde genera un mayor dinamismo a un
ritmo que estaba forzado –con pocos trabajadores haciendo labores arduas a
nivel obrero y administrativo, avenidas saturadas con conductores estresados y
formados con prepotencia o estudiantes encerrados que aspiran a ser los mejores
en ese sistema disfuncional−. La expectativa de la tecnología integrada a las
funciones de la civilización nos da una perspectiva muy diferente de cómo
podría proyectarse la humanidad en este nuevo mundo.
La segunda razón, es que las
personas están reconociendo con mayor apertura el hecho de que deben existir
otros cánones de formación humana, en los que se valoren las capacidades de cada
persona, por lo que el ritmo de proyección individual está a punto de
experimentar una transformación gradual si se aprovecha el dinamismo que la
tecnología provee. El problema es que persisten visiones corporativas que
influyen a bajo y alto rango de desempeño, con directrices obsoletas por el
temor de que la gente se desacostumbre a trabajar bajo un forzado nivel de productividad;
por esta razón parecen incapaces de hacer modificaciones fundamentales cuyo
efecto de merma residual es insignificante. A lo largo de este capítulo se
propondrán distintos procedimientos que se pueden implementar para poner en
práctica los estatutos de la Reconfiguración Macroestructural.
Las condiciones “conservadoras”
–en el sentido de ser intolerantes al cambio− que estructuran el mundo, usan el
odio como mecanismo perturbador y retrograda; sin embargo la pérdida del miedo
por parte de cualquier condición humana, permite discernir la magnitud de
cambio manifiesta entre dos órdenes distintos que van a coexistir y que deben
prevalecer: el biológico y el artificial. De cualquier manera, la
capacidad de reconocer los niveles en los que la tecnología se va a desempeñar
–autómata, con uso de inteligencia, antropomorfizada, adaptable, integral o
nanocelular, etcétera− incrementará las posibilidades de que la humanidad se
trascienda a sí misma con el propósito de no “extinguirse” de manera abrupta a causa
de su miedo, ambición u obsesión por un futuro fantástico.
Antes de proponer una respuesta
a la pregunta clave de este capítulo, quiero agregar que la confianza en la
humanidad que podría requerirse para un proyecto como este debería ser muy –muy−
alta, pues el tipo de modificaciones que se proponen aquí para muchos son
inconcebibles, sobre todo para quienes no se han dado cuenta del desarrollo que
la ciencia ha alcanzado, junto con el pensamiento y los métodos comerciales. No
es sólo confianza; el avance no se detiene, posiblemente ni con un desastre que
arrasara con la civilización. La mayoría de los comportamientos anómalos de
grupos e individuos sociales, corporativos o criminales, se deben a la omisión
que tácticamente aplican del progreso mismo para que ciertos mecanismos
continúen funcionando de la misma manera; lo que no toman en cuenta es que si
han identificado la gran utilidad de esos mecanismos, al cambiar la modalidad
económica, los beneficios incrementarían las expectativas de confortabilidad
reduciendo las afecciones físicas, mentales y de satisfacción personal; además
la percepción de los valores sería más consistente y dinámica. El surgimiento
de estos valores ya está ejerciendo influencia en la actualidad (¿qué valores, cómo funciona esto?). La evolución humana aún no
termina y los logros de la ciencia y la tecnología son parte de este
procedimiento, sólo que sus parámetros son paradigmáticos. Así como la consciencia humana fue una singularidad
en la naturaleza, ahora la Inteligencia artificial, principalmente, es la nueva
singularidad en el paradigma de la vida.
Y ahora sí:
¿Qué
nos mantiene humanos?
Al comenzar a plantear mi
aportación a esta pregunta, cobré consciencia de que se trata de una cuestión
muy antigua −lo sabía, pero no lo había tomado en cuenta hasta este momento−.
Lo que puedo afirmar es que mi intención no es responder a lo que nos hace humanos sino lo
que nos mantiene humanos. ¿Será más difícil o más sencillo? Veremos.
El primer aspecto son los rasgos
biológicos (reino, especie, familia, orden, etapa, omnívoro),
que compartimos con la mayoría de los primates y que son una versión más o
menos refinada de las cualidades de otras especies. Hace poco se propuso la
teoría (citar) de que los mamíferos habían sobrevivido al meteorito que
provocó la extinción de los dinosaurios, gracias a un diminuto roedor que
escondido entre las grietas de las rocas más altas, logró soportar las temperaturas
ardientes de la superficie. Pero independientemente de la conclusión final que
pueda llegar a tener el árbol evolutivo de los distintos órdenes de especies
biológicas, el ser humano comparte un alto porcentaje de las características de
los demás seres vivos, por lo que este sería sólo un acercamiento contextual a
la respuesta. Las manos, el cerebro y la consciencia son aspectos más
específicos de la condición humana, que proporcionan la oportunidad de valerse
de ellos para emprender una civilización homologando a otros sistemas
organizacionales como las colonias de hormigas o las emigraciones por aire,
tierra y mar o las relaciones simbióticas con otras especies. La cacería, la
agricultura, la ganadería y la recolección agrícola son sistemas fundadores de
un procedimiento civilizatorio de los recursos; aquí es donde empiezan a surgir
las cualidades que mantenemos hasta ahora.
Cuando el hombre pertenecía a
la categorización de comportamiento animal, el instinto era su recurso de
percepción del mundo, por lo que la manera en que se relacionaba con su propia
especie no puede juzgarse como buena o mala, no existían los parámetros racionales
para hacer uso de juicio; eso es muy distinto ahora porque lo moral se
encuentra activo en la mayoría de las interpretaciones del mundo, sin embargo,
en lo concerniente al juicio bueno-malo, justo-injusto, etcétera, ha quedado
establecido que la reconfiguración humana contempla la complejidad existente en
sus parámetros en donde lo ético tendrá una mayor injerencia sobre cualquier
circunstancia que lo simplemente moral.
Otro aspecto destacable de nuestra evolución
es la técnica. Desde la era prehistórica, la técnica ha formado parte
importante de la experiencia del hombre, pero no sólo del hombre; podría
decirse que los reinos de la vida surgen a partir de esta cualidad inteligente del
cosmos, mediante la cual las combinaciones multifactoriales producen mecanismos
concretos resultantes de esta técnica que no es primitiva sino primigenia.
Incluso el lenguaje es una combinación de las propiedades que compartimos con
los animales, los vegetales y las facultades aleatorias que modulan el caos. (Cómo se define a la técnica desde este parámetro)
Las adaptaciones espaciales que
originan el surgimiento de la percepción cultural en la consciencia son el
escenario en el que se manifiesta la utilidad del comportamiento de manera más
sistemática, en donde los líderes de los grupos trascienden la intuición
instintiva y comienzan a surgir los distintos roles y las jerarquías que hacen
que un grupo sea funcional. Ese mismo modelo permanece vigente desde hace aproximadamente
un millón de años y el amalgamamiento de acontecimientos en nuestro genoma ha
estructurado ciertos patrones que se han ido fijando en la inmediatez cultural.
El poder como mecanismo
organizacional engloba funciones primitivas que gradualmente fueron desarrollando
conceptos representacionales apreciados por la capacidad de transmitir acuerdos
de comportamiento entre los grupos.
La ética y la moral son
parámetros a los que la razón se refiere para evaluar condicionamientos de
valor a las acciones humanas. Los valores son una función psico-lingüística
ambigua que condiciona la interpretación de los sentidos a categorizaciones
generalizadas por un hecho para cuyo juicio se excluye la complejidad que lo
conforma −esto no implica que se les demerite o se aconseje su omisión,
simplemente se describe una conceptualización para contextualizar los valores
que más se apegan a la manifestación del poder−. En ese estadio primitivo a lo
largo de las eras humanas formaron un cuadro reiterativo en quienes fueron
consolidando este rasgo. La superioridad, el honor, el mérito, la lealtad de un
grupo a un representante, son valores que describen al orden organizativo en
vigencia; otros valores como la humildad, el sentido del deber, el sacrificio,
el esfuerzo, la perseverancia y la fidelidad, son una especie de contraparte
para quienes representan a los súbditos de ese orden. Otros valores que
representan más a la razón y que se distancian de los propósitos de poder están
más relacionados con la buena voluntad, pero no dejan de ser ambiguos; la
bondad, la honestidad, la compasión, la sensatez, etcétera, forman parte de este grupo. Un
cuarto grupo está conformado por ideales universales como la verdad, la
libertad, la concordia, el respeto, cuyas aspiraciones no pueden ser absolutistas
y sin embargo se comprenden de esta manera.
Junto a la noción de valores,
se encuentra otro rasgo racional que corresponde al carácter y la personalidad,
a la psicología de elegir un grupo de valores u otro –o un uso determinado
intergrupal−, lo que se comprende en este trabajo como sistema ético. La figura de poder utiliza por lo general
una ética de control y dominio.
Hasta este punto, el estado
primitivo del comportamiento y la razón humanos no alcanzan a definir cómo
volver estas actitudes una herramienta de calibración entre la técnica y su
desempeño como especie. Si hiciéramos un recorrido de los distintos periodos
importantes de las culturas humanas y lo pusiéramos en una gráfica imaginaria,
las crestas y valles irían en escala ascendente de distinta magnitud en el sentido
de haber alcanzado un balance civilizado con una prominente caída en la edad
media y una ascensión en los siglos posteriores; el pico más alto sería en la
era industrial, en donde después de una década de movimientos sociopolíticos
estructurales, los descensos podrían representar la mayor parte de la
trayectoria de la gráfica imaginaria. Sería muy irónico que, de ser acertada
esta suposición –tendría que ser evaluada con mucha minuciosidad por un modelo
que no he trabajado, pero posiblemente ya exista−, los logros equiparables a saltos cuánticos que han producido la
ciencia y el pensamiento contemporáneos formaran parte de un panorama
brutalmente inestable e inoculado en las nuevas estructuras cuyo pico más alto puede
deberse a los cambios de la especie que marcó la primera singularidad de la
naturaleza en el planeta Tierra, es decir: La
Humanidad. ¿En el universo? Sería muy antropocéntrico afirmarlo
categóricamente, pero es una posibilidad.
Esta gráfica imaginaria podría
medirse como el monte Everest situado
junto al monte Olimpo del planeta
Marte (cuánto miden). El propósito de imaginar esta representación es que
La Era Tecnológica precedente de una Era Planetaria ha provocado un gran
descenso en tan sólo un siglo desde la era industrial, que sería la cúspide
donde se habría logrado una gráfica más regular, pero en lugar de eso los
conflictos y las maniobras humanos han producido un gran declive, que con todo
y la agresividad que hemos experimentado en la historia, al llevar tan sólo un
siglo de haber alcanzado esa cúspide, junto a las desconocidas posibilidades
representadas por el monte Olimpo, dicho
declive podría percibirse como insignificante –en términos puramente
estadísticos−.
Al mantenernos a la altura del
desarrollo tecnológico estaríamos subsanando los distintos errores que integran
la decadencia que nos mantiene humanos. Equipararnos a la tecnología implica
más que comprenderla y utilizarla, porque el lastre mencionado anteriormente
se relaciona directamente con nuestra propia especie, no es cuestión de la tecnología.
Probablemente sea necesario un proceso caótico de alta magnitud para conseguir
una estabilidad que no dependa del conflicto perceptivo de los individuos y los
grupos. Una variable más factible de este escenario es la autodestrucción como
consecuencia del miedo persistente que suelen preservar las culturas
primigenias y emergentes.
Como se puede identificar, algunos
de los rasgos que nos mantienen humanos, aunque apenas nos vamos introduciendo,
tienden a la contingencia. No se trata de evidenciar lo malo y a aspirar a lo
bueno; aspirar a algo mejor tampoco
sería una definición acertada, porque eso implicaría que nuestro procedimiento
continúa replicando inconsistencias estructurales cuya vigencia ya no debe
permanecer si la intención es experimentar el escenario hipertecnológico que promete ser el nuevo paradigma en la
naturaleza, modificando la configuración de la producción biológica mediante el
control de la energía en magnitudes cada vez más precisas.
En la actualidad, la humanidad
está determinada a seguir funcionando con la instrumentación primitivista que ejecuta procedimientos
desarticulandores. La sociedad, la economía, el progreso y la vida misma están
amenazadas por este comportamiento que no tiene ninguna congruencia y con el
que nos mantenemos a bordo en una entidad cosmológica, el planeta Tierra, que en sí mismo es una singularidad al ser
portador de vida y que a su vez forma parte de una fenomenología que supera
todo intento de metasignificación de éste con respecto de la humanidad. Alguien
mencionó (citar) que nuestro cerebro era más complejo
que el universo; este tipo de pretensiones son las que provocan que la
humanidad siga siendo lo que es: Errónea, insuficiente y vulnerable. En todo
caso, nuestros cerebros son estructuras sistémicas, en proporción equiparables
a la actividad cuántica cuya magnitud posiblemente aún no se vislumbra. El universo
es una preestructura del cerebro y su magnitud superior en fuerza puede
destruir a este órgano por cualquier eventualidad. De nosotros dependería que
la complejidad del cerebro creciera de manera congruente como para demostrar
que es más complejo que el cosmos. El cerebro está en el universo y como humanos aún no podríamos afirmar que
conocemos el absoluto del cosmos.
La mejor manera de discernir lo
que nos mantiene humanos es identificar lo que debiéramos conservar para
continuar siéndolo. Es comprensible que las personas piensen que ser más humano es lo correcto o que hay
que ser mejores humanos, pero
precisamente el punto es que la humanidad no puede ser mejor porque su proceso ha constituido lo que ahora es; de aquí el
paradigma de ser más que humanos,
pues la humanidad como entidad primigenia no puede mantener el paso de su
propia magnificación, porque se requiere la capacidad de aportar soluciones
contundentes que devengan de un proceso congruente, más lento en ciertas
circunstancias. Dicho proceso diseminaría una dinámica menos sofisticada, más
consistente y con posible rigidez cultural en una estructura de membrana, es
decir que se implementarían sistematizaciones casi idénticas en todo el mundo.
En un escenario hipotético, la humanidad menos sofisticada se interesaría en
evolucionar su fisiología orgánica, refinando sus sentidos y estandarizando su tecnología
global; prescindiría de comportamientos excéntricos previniendo contingencias
que excedieran la capacidad de la civilización; los procedimientos serían
consensos internacionales que desarrollaran sistemas de una comunicación
precisa que no recurriera a la semiología para manipular o cifrar las
negociaciones o acuerdos mundiales. Este es un panorama hipotético, probable en
el caso de que la humanidad pudiera superarse a sí misma, en sí misma y habiendo
desarrollado mecanismos de una transformación gradual, más lenta.
Si la humanidad continuara como
la conocemos, este sería su modelo de desempeño: Estaría persiguiendo sus
propias quimeras, completamente alienada por los modelos que ha forjado en su
concepción de cómo debiera ser el mundo; se sumergiría en sus preconcepciones de
dominio como si de un determinismo cosmo-antropocéntrico se tratara; cualquier
impulso de prevención sería saboteado y su trayectoria se dirigiría
voluntariamente a confrontar los escenarios más absurdos, elaborados con la
materia intangible del poder recreada
para justificar lo anómalo de su proceder.
Si continuáramos siendo humanos
permitiríamos que una dinámica insulsa como la del dinero prolongara
indefinidamente su control sobre el cerebro –podría especificar que en la
mente, pero es el cerebro el que se ve directamente afectado−, pues todos los
estímulos productivos o de otra índole, aparte de que dependen de su flujo
neurológico, inciden en la fisiología cerebral, que a su vez regula todos los
sistemas biológicos. Lo más absurdo es que el dinero representa de manera
tangible la influencia intangible del poder, es decir, el dinero no es nada en
sí mismo, pero con su percepción se consigue medir la magnitud de un fenómeno que
manifiesta la mente humana, el de categorizar niveles adquisitivos como
estructuras de superioridad. En este cuadro, el tope político-económico-social
estaría completamente arraigado a esa percepción, sin la cual las estructuras
culturales tendrían la capacidad de interactuar sin ningún tipo de alienación
cifrada de por medio. Si la humanidad continuara como la conocemos, todos los
conflictos interculturales serían producidos en un contexto de alienación en
donde el dinero jugaría un papel muy complejo sin ser el origen de la
percepción anómala. La ambición por el dinero diseñaría la mentalidad de las
sociedades y las orientaría torpemente a una confrontación sistemática que no
cumpliría el propósito de sublimar la civilización.
La tecnología no es un reflejo
de este procedimiento porque tiene su propio proceso evolutivo y el ejercicio
del dinero no es una herramienta para producirla; el que la empresa humana recurra
a esta modalidad económico-organizativa no quiere decir que ésta haya hecho
crecer la civilización. Usando la configuración monetaria la humanidad se ha
valido de la tecnología para exponenciar sus consecuencias; de hecho, el
proceso evolutivo de este recurso ha generado un comportamiento de inconsistencias
incapaz de definir un rumbo futuro que
no se apegue al de la tecnología; este es un punto importante, por eso la
siguiente definición puede dar una idea de su insignificancia: La historia
humana ha sido larga y muy trascendente; la historia del dinero es muy corta e
insignificante –prefiero no asumir lo catastrófico de su efecto alienante; no
es por minimizar dicho efecto, opto por abrir la posibilidad a otra perspectiva−;
la historia de la tecnología está por empezar –ya lleva un siglo, pero apenas
comienza− y ya está tomando el control futuro de la humanidad, por esta razón el
dinero es el equivalente de una humanidad restringida.
Dejemos el ejercicio de la
suposición para mencionar otro aspecto por el cual el dinero no es el pilar de
la civilización y, a pesar de esto, forja la visión contemporánea de desarrollo:
La gente piensa que el poder es una fuerza siniestra. Esta pretensión es un
rasgo de primitivismo que incluye toda una mística sobre un tipo de personaje
de perfil maligno. Sea real o ficticia la naturaleza de este fenómeno
colectivo, tal pareciera que su presencia fuera necesaria para justificar los
males sociales. No se puede negar que la cultura del poder en sus estratos más
altos está presente en el mundo, pero no sería recomendable concebirla como una
estructura del mal, puesto que en la reconfiguración, al contar con una ética
de valores avanzados, el mal o el bien no formarían parte de una percepción
rígida sino consistente. Además, en la actualidad la mayoría de los grupos
económicamente activos aspiran a formar parte de ese alto rango del sistema
capitalista y sostener una preconcepción del poder-maldad es incongruente con
la función macroreconfigurativa. Los representantes de esta fuerza de poder son
los multimillonarios, quienes pueden manipular la percepción de las masas con
el propósito insulso de conservar su riqueza.
Este estrato social domina los
conceptos más influyentes para construir la realidad de los individuos y, sin
embargo, están coordinados por contradicciones. Su postura más definida es la
del individualismo –un principio
neoliberal−, pero en este modelo un millonario es una corporación, es decir que
introduce la noción de una mentalidad individualista que constituye una
colectividad y por lo tanto su individualidad no se representa a sí misma; ni
siquiera la persona que de manera honoraria está al mando de una corporación es
individual. Aquella persona que se encuentra alienada en su riqueza, que suspende
su interacción con el mundo, que le es indiferente la persistente incongruencia
del tope humano, es un reflejo de sus contradicciones; ocurre no sólo con un
individuo sino con comunidades enteras. Esta mentalidad es otro rasgo
primitivista de la civilización porque implica que el aislamiento, sea parcial
o total, es la disfunción más contundente del dinero, cuya naturaleza sólo
representa la carencia mental de la especie. Describir en estos términos a la
dinámica “financiera” contemporánea puede dar una idea aproximada para comprender
lo innecesario del dinero, pues los beneficios de su símbolo pueden ser
adquiridos sin una representación material –dinero− y sin abuso –poder−. La
cultura del miedo-odio inoculada en el dinero es uno de esos recursos funestos
que impactan tangiblemente a la realidad; otorgarle trascendencia a los sucesos
históricos y los procedimientos que elabora sería alimentar la expectativa
errónea sobre una conducta que experimenta una transición paradigmática; el
pasado no puede ser más una premisa si queremos evitar la reproducción de
conductas que deben perder vigencia. La historia es importante para preservar
el conocimiento más no para otorgarle tradición a las conductas de conflicto. Para
lograr un avance en el pensamiento contemporáneo, la voluntad más que humana Orgint –Organismo
integral−, categorizaría al neoliberalismo como un proceso noetológico –malogrado, mediocre− e implementaría condiciones de ascensión
a nuestra especie con todo lo contenido en el planeta.
El individualismo, como
preferencia cultural y filosófico-corporativa, también forma parte de la gama
de disfunciones de la humanidad y, como especie, restringe nuestra capacidad.
Es comprensible la consideración de que el logro individual es importante, pero
no es absoluto pues un individualista se sirve de la labor de otros individuos
o grupos y omite la complejidad que configura sus condiciones. Por ejemplo: No
hay una ley universal que determine la equivalencia absoluta entre virtud y
belleza, ni entre riqueza y conocimiento o fuerza y tamaño; la complejidad que
se manifiesta al conjugar estos factores no tiene siempre el mismo resultado. Un
individualista se encuentra en la posición ideal de mando en este panorama
económico, usará estrategias que degradarán su supuesta autoridad. Un individualista,
sea poderoso o no, disfraza de astucia al oportunismo y a la trampa, recurre al
abuso con indiferencia, aparenta obrar con buena voluntad con el fin de sacar
un provecho o una ventaja que ejercita en la menor circunstancia, además tiende
a la corrupción y no considera la protección de ninguna persona o recurso que
le haya sido útil. Ser individual es una actitud valiosa cuando se es
consciente de los atributos existentes en otros individuos y de la interacción
satisfactoria que se logra al crear vínculos congruentes con las personas –identificar
las cualidades propias y reconocer las de otros para interactuar con ellos−;
cuando el provecho personal es el objetivo prioritario, lo individual se
comprende como individualismo.
Una cualidad persistente de
nuestra especie es la de magnificar problemas, en pulsos de bajo impacto –como
cuando existe un malentendido entre personas− o en pulsos de impacto máximo
–cuando sus consecuencias tienen un alcance financiero o internacional−. La
magnificación de problemas es la tendencia de crear un conflicto sin comprender
la naturaleza de los factores o, aun conociéndolos en detalle, pugnar por
ejercer una autoridad regulatoria que responde a un criterio institucional
arbitrario. En una guerra −uno de los ejemplos decisivos de la voluntad humana que
suele ocurrir hasta en el interior de una familia−, las motivaciones son un
efecto de retroalimentación digresiva, en donde los argumentos no operan para
resolver la circunstancia sino que se transportan a un procedimiento no
sistemático que se enfoca en la función cadena de sacar ventaja, derrotar
al oponente y obtener un beneficio; además, intenta alinear un razonamiento
determinista que deriva en irracional. En este contexto la figura de poder se vale de una actitud hipócrita para manipular
a su interlocutor. Lo que se requiere para sustituir la magnificación de
problemas es elaborar operaciones de negociación que solucionen contingencias. Implementar
la reconfiguración macroestructural dinamizaría los aspectos que se encuentran
estancados; proveería de escenarios reales que requerirían de un uso práctico
de la inteligencia; también incidiría en la interacción humana logrando que las
aplicaciones de los sistemas vertieran avances efectivos no afectados por la
regulación de la mercadotecnia sirviente del capitalismo.
Hay otros rasgos muy
importantes que nos mantienen humanos y derivan de las convenciones económicas,
pero pueden y se deben percibir de manera independiente a la economía. Los
sistemas legales y las constituciones de Estado servirán a la reconfiguración para
obtener una conceptualización precisa (mediante el Principio de Imprecisión) de los estatutos que fundamentarían la
transformación del nuevo carácter humano. Las leyes son trascendentes
principalmente para identificar la significación irreductible del
comportamiento como un fenómeno psicosocial que no opera de manera lineal, es
decir que no es predictible o estandarizado. Los sistemas legales actuales
constriñen este factor deliberadamente a un molde cuyos efectos sustentan
anomalías funcionales que son rígidas y corruptibles según sea la conveniencia en
ciertos casos. En la actualidad es permisible adaptar la función legal a
condiciones políticas, negociaciones de intereses o proteccionismo, por lo que
no sería congruente omitir que éstas son circunstancias reales que de igual
manera deben de ser percibidas como comportamiento no lineal. Al proceder con la
reconfiguración de estos sistemas jurídicos, las distintas modalidades de
malversación legal reducirían las probabilidades de reincidencia, por lo que la
corrupción no reflejaría las cifras masivas actuales, pero quedaría contemplado
que un rango mínimo podría formar parte de una clase circunstancial de
recurrencia que poco a poco se vería reducido.
Con un método más dinámico de percepción legal que actuara en un
contexto de congruencias sociales, políticas y económicas, la tendencia a la
corrupción disminuiría gradualmente hasta desaparecer como una herramienta despótica que simula corresponder a un
compromiso moral.
El enunciado Errar es Humano debe conformar la
transición hacia un estado en el que el error
y la duda humanos sean condiciones de
ascensión que configuren de manera gradual las posibilidades contingentes como
causa del procedimiento; dicho estado trasladaría el término ideal de perfección a un estado de actualización
permanente en el que los órdenes de configuración neurolingüística y bioártmica
(uso preciso de la energía) respondieran a la interacción consensuada entre el
Ser Humano y la Tecnología, esta modalidad operaría para definir a la categoría
Orgint, que describe al Organismo
Integral Más que Humano como un paso hacia un rango de ascensión-adaptación autocalibrada
del Ser en el mundo, en la cosmología.
La cosmología humana y de toda
la vida terrestre es comprendida en este trabajo como el conjunto de procesos de
transformación ocurridos en el planeta que habitamos; está principalmente
ligada a nuestra especie porque es la que influye en los sistemas naturales,
pero no implica que nosotros o nuestros dioses seamos la cosmología –por lo menos no todavía−. No se sabe con certeza si
el cambio climático es consecuencia de las acciones humanas, por ejemplo, pero
a nuestra cosmología la conforman estos fenómenos sin que nuestra
responsabilidad tenga implicaciones decisivas; en el caso de que las tenga –a
causa de la geoingeniería o de la degradación atmosférica−, al ser nosotros
parte de la cosmología del planeta Tierra, somos un factor de modificación pero
nuestras afecciones morales sólo repercuten en un orden secuencial y desapegado
de ésta. La Tierra tiene su propio proceso cosmológico y si la humanidad es
buena o mala, en esa dimensión de factores, es intrascendente a los cambios que
experimenta. Finalmente, si la Humanidad alcanza el paradigma Orgint, la
mejoría de su adaptación correspondería a la calidad del conocimiento
implementado para su propia subsistencia, más no para afectar ontológicamente a
la cosmología universal. La podríamos afectar por formar parte de la cosmología, más no por
ser la pieza más importante en el cosmos.
Ser más que humanos implica trascender
la condición humana primigenia que conserva la instrumentación primitivista y
fundamenta el tope político-económico-social cosmogónico, que deriva en
magnitudes de subdesarrollo cosmológico. Ascender al nivel Orgint implica tener
la capacidad de mantenerse al frente de la evolución tecnológica, de conservar
las condiciones biológicas propias y de la naturaleza y preparar la
implementación de un proceso consistente para sustentar el albor de la era
planetaria en condiciones de adaptabilidad avanzada. En esta era representativa
de la historia tecnológica, haber sistematizado la prevención habría llevado a la civilización a un avance congruente
–no necesariamente más lento− y evitado que los problemas se convirtieran en
los grandes conflictos que ahora padecemos –inconsistencia sistemática,
incongruencia tecnológica, discordancia mental y vulnerabilidad fisiológica−; esto
habría evitado que se generaran las contingencias que ahora exceden la
capacidad de la civilización. La actitud
humana ante la contingencia se apega a la metáfora
del precipicio en la que los pasos no pueden reconocer que deben corregir
su ruta sino hasta que han llegado al borde e ir hacia atrás devela la paradoja:
Retroceder es un procedimiento que ha sido imposibilitado.
En una novela corta que escribí
con la intención de elaborar un escenario de mejoramiento desde la humanidad,
el protagonista llega a la conclusión de que ésta no cambiará y decide asumir
su congruencia personal hasta convertirse en algo que nunca pensó, pero que
después de experimentar su propia metafísica, lo lleva a comprender el alcance
de su condición cosmológica y entonces readapta su cosmogonía personal. A
partir de este ejercicio literario, yo mismo modifiqué mi intención de cambiar
a la humanidad y también comprendí que los niveles evolutivos en el universo
conformaban singularidades que marcaban el paradigma de la frontera entre una
configuración lineal, su límite y el horizonte de su transformación con un
efecto de hoyo negro revertido, de manera que se sublima el proceso y ocurre
una producción masiva de sucesos. En este sentido, el pasado es un fenómeno que
puede asimilarse como una impresión imperturbable, de la cual sólo permanece el
almacenamiento residual que se adapta a formatos futuros; pero la humanidad lo
retoma como un apéndice emocional que le arraiga a conductas carentes de
procesos integrales y las convierte en disfuncionales; paradójicamente, la
percepción humana del pasado obstaculiza su desarrollo. Pero de manera
particular, esta paradoja puede ser resuelta si la cosmogonía cultural no se interpone con la cosmología del proceso de desarrollo. Los dogmas mentales, de igual
manera, en un contexto de congruencias sociales, económicas y políticas, no son
un obstáculo en sí mismos, sólo hasta que comienzan a interponerse a la
evidente transformación cosmológica es cuando se vuelven nocivos. Estos dogmas
representan a creencias religiosas, valores de servicio, tradiciones
culturales, nociones psico-sociales y procedimientos de poder porque arraigan
la cosmología de un contexto complejo a su sistema cosmogónico particular, de
manera que anteponen su concepción del mundo al cambio que está ocurriendo en tiempo
real. Podría parecer obvio que el mundo permanezca afín a la visión cultural de
un grupo dado, pero deja de serlo cuando existen muchas visiones vigentes y
todas están involucradas en el mismo proceso de transformación.
Un acercamiento posible para
resolver esta circunstancia sería sistematizar los puntos en común que las
distintas visiones comparten, principalmente entre religiones y etnias
primigenias, para que sus representantes comunicaran el entendimiento
correspondiente que existe entre éstas. La importancia de este acuerdo radica
en que los practicantes de las religiones y tradiciones ancestrales
comprendieran que todas las culturas tienen un sistema de creencias para estructurar
el mundo y que el respeto no tiene una finalidad moral sino de desarrollo integral.
El sincretismo cultural sistematizado evitaría que el desarrollo se basara en
la supremacía de una forma de pensamiento sobre otra, además de que conduciría
a una trascendencia tangible de su conocimiento sin la necesidad de un
sometimiento intercultural.
Poco a poco me voy acercando al
capítulo en el que la propuesta del Cero
Filosófico se expone como una estrategia para ser el punto de partida en la
Reconfiguración Macroestructural,
pero antes de llegar a ese punto, aún hay algunos aspectos que deben revisarse.
Para todas las culturas, pero
sobre todo las que padecen los alcances de un desarrollo del que no reciben
beneficios, es necesario que adapten su cosmogonía al curso de la cosmología
que está transformando el mundo y no intentar desprenderse por su límite
convencional; el problema de todos los estratos culturales, sean tradicionales,
corporativos, científicos o políticos, etcétera, es que luchan por defender lo
que les es sagrado, pero esa actitud les impide equipararse a la magnitud de
transformación que las comprehende. El dinero es uno de los factores comunes en
los distintos rubros culturales, pero también lo es la posesión de la verdad,
así como otros conceptos que mantienen rígidas las estructuras de los grupos
más influyentes en el mundo. No es sencillo visualizar un cambio de mentalidad
tomando en cuenta las dimensiones corporativas o religiosas que moldean la
civilización, pero es viable introducir una adaptación gradual por medio de
iniciativas que los propios grupos perciban como una prioridad, sobre todo si
se comprende que la adaptación impulsa distintos factores mediante un modelo
integral. Hay varias formas de visualizar este aspecto, la económica es la más
apremiante, pero se trata de un proceso que requiere del apoyo conjunto de las
estructuras más rezagadas. Un ejemplo es la iniciativa (citar: http://www.wired.co.uk/news/archive/2014-04/10/creationists-vs-robots)
de un sacerdote norteamericano que invirtió en la compra de un robot para
comenzar a interactuar con la inteligencia artificial desde su visión religiosa.
En el ámbito del arte, el grupo de synth pop
Depeche Mode es un ejemplo de cómo se logra asimilar un dogma que estructura
una cosmogonía y que lo integra a la cosmología de la que forma parte. Su
música trabaja de manera consistente, elaborando una sofisticación muy avanzada
que alcanza altos niveles estéticos; en sus letras el dogma persiste, pero al
mismo tiempo es cuestionado, sometido a prueba, intervenido y consolidado. La
práctica religiosa es una manifestación que Depeche Mode elige como una
extensión filosófica-estetica-comercial de una solidez que conjunta cualidades muy
profundas con un tipo de música que es reconocido en todo el mundo. Por
supuesto que este proceso requiere de un elevado nivel sensible, pero en los de
otra clase que implique un tipo específico de conocimiento, de sistematización y
de negociabilidad productiva se debe acceder a elevados rangos de concatenación interfactorial que, además
de la sensibilidad, incrementaría las cualidades de los individuos
posibilitando un nivel de experiencia fructífero, pleno y liberado del estrés cognoscitivo
sustentado a través de la memoria genética.
La conducta infantil de la
humanidad genera un lastre innecesario y sólo es cuestión de reconfigurar
macroestructuralmente para destrabar los mecanismos inutilizados por el tope
político-económico-social –causado por la cosmogonía humana actual. Es absurdo
que en un contexto tan restringido haya científicos con la mentalidad infantil de
reanimar a los dinosaurios o filósofos que sigan poniendo en duda a la
realidad, aduciendo que es una ilusión; también es absurdo que los motivos de
la guerra tengan como finalidad el bienestar de unos sobre el sufrimiento de otros,
así como el desecho masivo e indiferente de todos los recursos a nuestra
disposición.
Necesitamos renovar los
mecanismos de tracción evolutiva porque este ya no es un factor exclusivo de la
naturaleza; hemos llegado a un punto en el que comenzamos a manipular el
surgimiento de una especie artificial que tiene un proceso retroactivo: Parte
de un periodo puramente mecánico que fue sintetizándose hasta imitar una
morfología antropoide; replica el sistema neurológico en plataformas
artificiales; genera un equivalente celular
robótico; crea la posibilidad de estructurar la mecánica de las partículas con
el propósito de acceder intrínsecamente en la energía y expande una
inteligencia que marcará otra singularidad en los tiempos por venir. El
problema es que nuestra especie no ha logrado dinamizar sus procedimientos, a
pesar de que el potencial de su inteligencia es lo que ha generado que dicho
proceso se manifestara; nuestro raciocinio aún no percibe las implicaciones de
la cosmología que nos conforma, estamos enfocados en el dominio, el control, el
juicio de la conducta mediante preceptos flotantes, la problematización de
circunstancias minúsculas y un largo etcétera que integra una cosmogonía
restringida. (Es absurdo.)
En este trabajo hay varias
propuestas que requieren de una implementación interfactorial, es decir, que produzca
una consistencia integral entre aspectos semánticamente afines en la cosmología
(ver apartado sobre La Semántica
Cosmológica), en cuyo proceso los dos principales son el paradigma de la
vida natural consciente y el nuevo
paradigma de las especies artificiales –con alta probabilidad de manifestar
consciencia propia−, pero con el reconocimiento de que cualquier aspecto se
relaciona de alguna manera con el todo cosmológico. Para lograr este nivel de
reconocimiento se debe desarrollar un pensamiento no restrictivo, que la
indignación no sea un móvil social y a la historia no revitalice las conductas
disfuncionales del poder. También se debe frenar el miedo inoculado a las
instituciones, evitar que sea ejercido por parámetros que no reflejan la
transición hacia el nuevo paradigma. Inevitablemente hemos llegado a tener una
correspondencia mínima para adaptarnos a esta era tecnológica, donde la
ecuación de miedo-odio, aunque sea instrumentada con propósitos específicos,
resulta ser una estrategia nulificante en el desarrollo de la civilización; el
énfasis beligerante internacional utiliza la emoción del odio en una amplia
gama de intensidades que deteriora las relaciones humanas profundamente.
Pareciera que lo que nos
mantiene humanos son sólo los defectos, pero en realidad se trata de características
que al formar parte de un contexto anómalo deben ser reconfiguradas. Un
defecto, definido mediante el Principio
de Imprecisión, es un rasgo con funciones particulares que por lo general
ayudan a identificar las delimitaciones de un factor operativo que puede ser
consciente o inconsciente de la realidad –como la condición actual de la
Inteligencia Artificial−. No es raro que varios defectos de distinta clase
operen conjuntamente; en este caso, cualquier proceso que surja de un sistema
defectuoso –no podría ser considearado como sistema− tendrá un rendimiento poco
eficiente, pero no necesariamente es desechado o se autodesecha a sí mismo,
puede operar con esas características particulares por mucho tiempo y cambiar o
no haber modificado nada, en cuyo resultado para las dos variables puede ser
favorable o desfavorable. Un individuo incluso puede usar sus propios defectos
en su favor y no sólo sobrevivir sino destacar de entre un grupo que pudiera
ser superior a éste. El problema en la civilización humana es que una vez
identificadas las delimitaciones por las que un sistema inteligente es
ineficiente, no se implementen las modificaciones que son necesarias. No hay
justificación por la cual se evite reorganizar lo disfuncional, pues al ser
capaz de percibir la realidad, nuestra especie tiene que ser congruente a su
magnitud cosmológica. Como se explicó anteriormente, la humanidad es una
singularidad del cosmos y su actitud hasta ahora no ha correspondido a lo que
esto implica; podría ser comprensible por el proceso histórico que ha creado
nuestra trayectoria, pero las condiciones en el mundo presente han cambiado
profundamente; tan importante es la transformación, que la especie humana
también experimentará ese grado de intensidad. Es por eso que las iniciativas
de reconfiguración no corresponderán
a modelos que sean arcaicos –la mayoría lo son−, por lo que su función será la
de distribuir congruentemente los componentes del tope
político-económico-social. Para lograrlo se tiene que corregir la tendencia de
malversar los objetivos de las acciones socio-políticas globales. En ésta, la
era humana más avanzada, cualquier institución, disciplina, proyecto, causa,
etcétera, ha perdido la posibilidad de sublimarse desde su condición actual de
siglo 21, es decir que por muy loables que sean los esfuerzos organizacionales de
alguna iniciativa ya sea particular, estatal o privada, al formar parte de un
sistema anómalo –no defectuoso sino disfuncional−, será degradada en cualquier
etapa de su pulso de influencia. Hasta que no se manifieste un proceso de
reconfiguración macroestructural, el sistema de civilización será
potencialmente corruptible y no podrá aportar nada a las eras venideras; muy
probablemente esto no impida que la era de la evolución artificial y la era
planetaria continúen su curso y si nuestra especie quiere formar parte de este
proceso, debe ponerse a la altura del paradigma que constituye.
Este es un recuento de los
rasgos destacados para responder a la pregunta ¿Qué es lo que nos mantiene Humanos?
Rasgos biológicos, consciencia,
uso de sistemas organizacionales naturales, instinto y emociones, uso del
razonamiento, características primitivas civilizatorias, uso de la técnica,
desarrollo de la cultura, la práctica del poder; el conocimiento, la historia
documentada, pensamiento y procedimientos inconsistentes, inteligencia
estructural, instrumentación primitivista, antropocentrismo, complejo de
superioridad, modelo económico y sistema jurídico disfuncionales, tendencia a
la magnificación de problemas y a la corrupción, uso sistemático de tácticas de
control que manipulan emociones como el miedo y el odio y, finalmente, la
renuencia a resolver circunstancias evidentemente anómalas.
Aquí destacan las características
que fungen como defectos en la civilización y para quien piense que faltó
mencionar las cualidades, se recuerda que al formar parte de un sistema anómalo
sus aportaciones no pueden consolidarse como fundamentos macroestructurales.
Como se puede notar, los rasgos descritos van de un grado neutral a una
percepción no favorable; un panorama favorable reflejaría resultados
congruentes por medio de los cuáles el tope político-económico-social se
disolviera gradualmente para permitir que la humanidad pudiera acceder a una
magnificación equiparable entre su condición y la cosmología de la que forma
parte.
Para determinar la diferencia
entre lo que nos hace y lo que nos mantiene humanos se requiere saber hasta
qué grado se conservan los rasgos primitivistas y en qué punto comenzamos a
distanciarnos de las condiciones anómalas. Seguir siendo humanos parece no ser
una opción congruente en este punto, es decir, ser mejores humanos no puede ser un propósito vigente porque experimentamos
la transición entre paradigmas y como especie llegamos a este punto con el tope
que obstruye nuestras estructuras operativas. Entonces la diferencia está en el
cambio de paradigma; ser humanos es desarrollar una cosmogonía de
comportamiento que deriva en estructuras sociales civilizatorias, un proceso
muy apegado a la naturaleza y que nos mantiene ligados al reino animal; lo que
nos mantiene humanos es haber
discernido el ser parte integral de ese nuevo paradigma en donde la cosmogonía
se sincroniza mental y físicamente con la cosmología de su entorno y
temporalidad sin perturbarse por la singularidad emergente que sería la posible
manifestación de consciencia en la inteligencia artificial, por lo que la
humanidad tiene que dirigirse a grados más altos de acondicionamiento
evolutivo. En el caso de que alcancemos el estado de organismo integral Orgint, los más avanzados rasgos de
nuestra humanidad habrán mostrado que es lo suficientemente sólida como para
coexistir con la especie de alto rango que ésta misma ha propiciado.
Al final, parece adecuado haber
desarrollado una respuesta a la pregunta ¿Qué
nos mantiene humanos?
Cero
filosófico
Cero Filosófico implica reducir
las especulaciones lo más posible, esa es la función de este procedimiento, que
debe ser implementado tanto en comunidades de bajo pulso de transformación,
como en las que ejercen mayor influencia en los ejes de desarrollo.
¿Cuáles serían estas especulaciones? A lo largo de
nuestra historia se han trabajado distintos modelos que cuestionan los eventos
de la realidad y esto ha servido para explorar las posibilidades y desarrollar
el conocimiento científico y filosófico −técnico e intelectual respectivamente−
que conforma el avance de la civilización. Ahora hemos llegado a un punto en el
que necesitamos identificar las certezas que le dan sentido a lo que somos y
nuestro potencial en la era que se aproxima. La filosofía es la disciplina de
la que surge la ciencia y pareciera que ha perdido vigencia porque su sistema
permite una gran amplitud de pensamiento que va de la abstracción pura a la
síntesis más rigurosa, una especie de elipsis suspendida porque en este modelo
se intenta construir a partir del caos que permita comprender las funciones
existentes y crear posibilidades hasta filtrar los resultados más precisos.
Pero como se explicó anteriormente, la técnica sustenta con antelación los
procedimientos que terminarán formando parte del mundo, por lo tanto la ciencia
y la filosofía se tienen que integrar en un mismo cuerpo operativo que tenga la
cualidad de autoestabilización para
corregir los huecos que afectan el orden secuencial de los procesos, pensando
en términos de resiliencia –reconstitución de ecosistemas, biodiversidad y
sistemas climáticos−, sociales y económicos. Hasta ahora la ciencia es el medio
por el que el pensamiento se hace tangible; desde lo ambiguo de las emociones y
la imaginación, hasta las ideas y la razón, se ha producido el conglomerado del
desarrollo humano y en este sistema siempre se ha encontrado activo un rango
tecnológico. Aun cuando se piense en términos preindustriales, la ropa, el
ingenio mecánico, la aplicación de los elementos naturales o el procedimiento
de formulación de una idea, son rasgos de un uso técnico del cual se extrae un
factor de desarrollo, como cuando los filósofos monistas pensaban en cuál
podría ser la estructura de la materia y el espíritu. Al reunir estos aspectos,
nuestra especie puede confiar en las certezas con las que cuenta en la presente
era tecnológica para que el lastre y los huecos queden reconfigurados y los
factores disfuncionales neutralizados y reincorporados en el desarrollo.
Existen muchos aspectos de los
que se crean especulaciones, pero se pueden identificar tres órdenes
principales:
·
Ontológico, que cuestiona la naturaleza
del ser –como “¿es la realidad una ilusión?”−;
·
Sistémico, que cuestiona sobre la
viabilidad de los procedimientos −como: “¿es momento de usar un recurso
energético distinto del petróleo?”−; y
·
Sistemático, que se usa para inducir un
resultado o un comportamiento –como: “¿habrá vida en el espacio exterior?” o
“¿la tecnología será el “Terminator” de la humanidad?”−.
Por supuesto, aquí las
preguntas son temáticas y contienen una gran complejidad, además de que la
especulación es muchas veces una afirmación, más no un cuestionamiento. Las
especulaciones son nocivas para nuestro avance integral porque recrean
planteamientos innecesarios que podríamos manejar mejor si su formulación no
implicara esfuerzo y uso de recursos igualmente innecesarios. Aclaro de nuevo
que no se trata de eliminar ninguna fuente de conocimiento sino de hacer un uso
lo más preciso posible de las certezas con las que contamos como especie. ¿De
qué serviría encontrar vida en el espacio exterior, si la que existe en nuestro
planeta la despreciamos?
El Cero Filosófico es un
procedimiento sensible, pues su función es aproximarse a los parámetros
categóricos de la experiencia humana, lo que la mayoría quisiera entender como
“la verdad”, pero más en el sentido de la tautología por medio de la cual
ciertas afirmaciones decisivas pueden razonarse como incuestionables, por
ejemplo: “Existe un sistema económico que es efectivamente funcional para
todos”; o “El concepto de Dios es necesario para algunas culturas”; o “El poder
es una propiedad del cosmos y la humanidad proyecta un rango de esta facultad”;
o “El fenómeno de la pobreza está resuelto”; o “Ninguno de estos enunciados
requiere de una lectura entre líneas”. En el Paradigma Integral Humano estas no
son sólo frases hechas sino que tienen un significado real; tampoco serían
absolutistas en el sentido de que la diferencia de percepción creara conflictos
magnificados. Con este procedimiento comprenderíamos que los rasgos comunes
socioculturales se corresponden unos con otros, por lo tanto es posible que
basados en la cosmogonía de las distintas culturas y comunidades, sin importar
su avance tecnológico, se reconozcan los ejes que estructuran la fenomenología
de su pensamiento. No se trata de un retroceso al cartesianismo, porque sería
una manera burda de interculturalización, cuyo resultado sería más restrictivo.
Necesitamos adentrarnos en la complejidad para reconfigurar esos huecos que
hemos dejado disfuncionales, hacerlo con un método que inhiba el conflicto y
que estimule la interacción sistémica.
Una vez más se trata de una
operación interfactorial porque la mayoría de las expectativas de “verdad”, lo
que configura a la cosmogonía de un grupo determinado de personas, requiere que
diferentes aspectos experimenten un proceso de calibración y que a su vez,
dicho proceso comience a interactuar con alguno de otra región con la que éste
tenga un tipo de relación pendiente. Por lo tanto, para imaginar el grado de
complejidad, el método requeriría que varios procesos de esta clase, pero en
distintos ámbitos, fueran implementados casi simultáneamente con el fin de
crear plataformas de anclaje para los niveles de interacción. Es como imaginar
un rompecabezas tridimensional –-en términos sencillos−.
Sé que a algunos les puede
parecer inconcebible la posibilidad, pues si en toda la historia no se han
coordinado situaciones más simples, cómo se pretendería una concatenación de
sistemas a gran escala. La respuesta es que los huecos existen porque
precisamente evitamos poner atención a los aspectos que requieren de esta
labor. Es como cualquier sistema operativo artificial que necesita algún tipo
de reconfiguración, defragmentación o actualización, la diferencia es que la
disposición humana se retrae instintivamente –en un reflejo primitivo− ante lo
que interpreta como una afrenta a su particular existencia.
El propósito es cambiar este
comportamiento; no se va a llevar mucho tiempo, es cuestión de una década si
contamos con la disposición para hacer las modificaciones necesarias. Pongamos
a prueba un método simple que no se ha
implementado por fijar la atención en otros fines; aquí está propuesto
como Reconfiguración Macroestructural,
un proceso transitorio de estabilización que consiste en corregir las anomalías
de la civilización y que debe ponerse en marcha antes de experimentar un estado
de emergencia. El análisis sobre la figura
de poder es para que se comprenda su utilidad como mecanismo operativo, pero
también para reducir al máximo el abuso que ésta ejerce sobre los recursos, los
grupos sociales y por su tendencia a omitir las soluciones que requieren de
trabajo complejo. Antes, los periodos de transformación a largo plazo se
evaluaban hasta en siglos, ahora se pueden percibir en décadas porque el avance
técnico que se contempla es real; además, lo que requiere de disposición es la
voluntad de nuestra especie; no es una cuestión de mercado o emocional, es
cuestión de adaptación evolutiva. En este sentido, posiblemente la publicidad
podría adaptarse para generar una divulgación consistente, no de productos sino
de actualizaciones.
Recapitulación
sistemática para la Reconfiguración Macroestructural
El Cero Filosófico es una
actitud de conocimiento porque implica partir de certezas y no de
especulaciones; para que funcione se debe reconocer la importancia de la figura de poder porque se necesita que
un grupo reconfigurado Orgint
represente el rango de poder energético que como especie tenemos en el cosmos,
principalmente en nuestro planeta −la figura
de poder debe ser reformulada-. Por medio del principio de imprecisión podremos reconocer que mientras más clara
tengamos la noción de contingencia, los parámetros de asertividad serán cada
vez más depurados, y aunque no sea una aspiración idealizada, entre menos
imprecisión haya en nuestros procedimientos, mayor será nuestra cercanía a la
perfección; por eso, la búsqueda del bien y la eliminación del mal no son
propósitos sino, más bien, el reconocimiento de la complejidad existente entre
los extremos que son fundamentalmente Energía. El Cero Filosófico es el
procedimiento más necesario para cumplir con el propósito de reconfigurar
nuestra civilización y para reforzarlo se debe implementar otro llamado: Procedimiento
Interfactorial. Este procedimiento también parte de reconocer a la figura de poder para solidificar una
macroestructura funcional que permita realizar las modificaciones operativas
del modo Orgint más que humano. Los
niveles en los que opera involucran distintos factores de manera conjunta para
acceder a soluciones concretas, de esta manera, al reformular la figura de
poder podremos ajustar las cadenas productivas, desarrollar un sistema
económico con parámetros no especulativos, estructurar los mecanismos
fundamentales de desarrollo como la cultura, la educación, la ciencia, la
sociedad, el conocimiento y así disminuir las tendencias destructivas y
retrógradas del sistema monetario. Ser
más que humanos implica la modificación de nuestros procedimientos, no
contempla una fusión abrupta con la tecnología.
Este método conjunto es un procedimiento
de tracción que mejoraría las expectativas de resultado en cualquier escenario
previsto para la civilización. El reconocer que la calidad biológica de nuestra
especie es apta para impulsar un desempeño que equiparara a nuestra especie con
los alcances de la tecnología, sería la prueba irrefutable de que hemos sabido
aprovechar los beneficios de pasar de la condición humana al modo Orgint-más
que humano. ¿Y qué se requiere?, que cambiemos nuestros procedimientos, que la Reconfiguración Macroestructural nos
lleve a un modo consolidado de desplazarnos en nuestra civilización; no se
necesita que nos fusionemos irremediablemente con la tecnología como
consecuencia de haber sido incapaces de aprovechar lo que somos como singularidad
biológica. La fusión con la tecnología es un síntoma muy humano de incapacidad,
en el que se establece que su proceso antropomorfizado –ya sea a nivel
psicológico, neurológico o simplemente morfológico− seguirá la ruta de
disfunciones humanas y, por lo tanto, los efectos de su evolución serán obtusos
–las consecuencias podrían ser muy destructivas, sin embargo esto sólo
reflejaría un nivel de complejidad de bajo rango−. En el caso de que las
condiciones Orgint se lograran, estaríamos evitando que la humanidad continuara
siendo Errónea, Insuficiente y Vulnerable –equivalencias operativas:
civilización, razón y fisiología, respectivamente−.
En este nivel de funcionamiento
las especulaciones tienen la utilidad de establecer las prioridades para evitar
que un tipo de recurso útil sea inutilizado, por ejemplo: la búsqueda de
extraterrestres se propondría para saber qué objetivo concreto aportaría su
resultado positivo o negativo; cuestionar que la realidad sea ilusión o si el
cerebro es lo más complejo del universo haría que descartáramos argumentaciones
innecesarias –finalmente el cerebro está en la realidad, por lo tanto 1.- La
realidad es tan decisiva como para ser más que una ilusión y 2.- El universo,
su cosmos y la realidad serían lo suficientemente complejos como para haber
producido dispositivos tan interesantes como el cerebro−.
La tecnología debe representar
a la nobleza humana, logrando que todo eso que le parezca denigrante, la
tecnología no sólo lo haga –pensar en robots obreros, bar tenders o cualquier
otra ocupación que sustituya un rendimiento humano per sé es risible− sino que lo sistematice y por ende genere mayor
efectividad en las producciones de la civilización y a la ya convertida especie
Orgint le posibilite hacer uso del tiempo necesario para estructurar la era
planetaria. La observación y el desarrollo de un proceso evolutivo tecnológico
–si la humanidad desaparece, ya no lo podríamos presenciar− refinaría el
proceso mismo Orgint, que no se pensaría como perecedero sino que, al igual que
la tecnología, contaría con alcances ya reconocidos en la mente análoga y
potenciados por la mente digital.
La tecnología en general, pero
la Inteligencia Artificial en particular, son parte de la evolución como los
procesos precedentes de los que se tiene noción desde el big-bang hasta hoy. Por el momento no es imprescindible saber cuál
es el origen del universo, lo importante es comprender este proceso compuesto
por distintos aspectos y bifurcado en muchos otros; por eso es que, desde dios
hasta la razón, la tecnología y la exploración planetaria, cada uno tiene su
propio pulso, incluida la humanidad. Si esta especie cuenta con las capacidades
de percibir y reaccionar ante los estímulos de manera consciente, entonces
tiene el compromiso de resistirse a una posible extinción, que en este caso se
comprendería como autodestrucción, y para lograrlo sus cualidades perceptivas
deben ser más lúcidas. Esto es importante porque los humanos creen en la ley
del más fuerte y piensan que cuando una especie avanza, las otras se rezagan, pero
no es así. Nuestro largo proceso biológico propició la consciencia, pero,
además, abrió la posibilidad de que desarrollemos nuestros propios medios de
adaptación, por lo que ahora es el momento de reformular el significado de la
especie humana como un mecanismo de interconexión entre sistemas; de nuestra
especie se requiere que su manejo de la energía sea cada vez más preciso. Por
ejemplo, los avances en mejorar la fisiología celular para hacerla menos
vulnerable están supeditados a un sistema económico, cuando lo que se requiere
es que todas nuestras estructuras trabajen en función del crecimiento evolutivo
biológico, cultural y de conocimiento. Por otro
lado, el modelo de transhumanismo propone una fusión tecnológica directa que
encamine su desarrollo para aplicaciones en el cuerpo, la mente y la
comunicación. Esto no está nada mal si se toma en cuenta que este procedimiento
es tan sólo una parte del uso tecnológico efectivo, pues como se ha visto hasta
aquí, la técnica tiene su entorno particular. La evolución biológica es un
sistema capaz de avanzar de manera independiente a la tecnología, pero depende
de que se desarrollen características que la actualicen gradualmente en
correlación a ésta, de manera que la fusión biotécnica sea
tan sólo una de las posibilidades y no la única existente para conservar un
ritmo orgánico. El que se piense que dicha fusión sea el único recurso de
sobrevivencia muestra los rasgos restringidos de una especie que, desde otra
perspectiva, está comprometida a resistir e ir más allá de la inmediatez demarcada
por su interacción técnica.
La Civilización Renderizada
Llegamos al punto en el que hay
que discernir entre funciones humanas y funciones de la civilización. La figura de poder, como representante
interfactorial, es un aspecto que se ha desarrollado en este trabajo desde la
mayor cantidad de puntos de interés para comprender el por qué se requiere su
reconfiguración, ese es un punto muy importante, pero también es necesario
ahondar en el sentido de sustentar a la civilización y cuál es su
trascendencia.
Las condiciones de la
Civilización han construido un proceso que inevitablemente está moldeado por el
comportamiento humano, por lo que se ha construido mediante una columna
temperamental en la que las distintas etapas han forjado las estructuras de un
estadio caotizado como mero procedimiento de operación y al llegar a esta etapa
de desarrollo tecnológico, los sistemas están en altos niveles de distorsión en
la mayoría de sus áreas, principalmente en las que deberían mantener reguladas
las condiciones del planeta, pues hasta antes del periodo industrial no fue
necesario poner atención crítica en la resiliencia de nuestros ecosistemas. En
este contexto, la tecnología no debe concebirse como un sustituyente de las
actividades humanas, y aquí es donde la descompensación de los sistemas se nota
más, específicamente porque el discurso contemporáneo acerca del desarrollo se
apega a la cultura del miedo. Desde los albores de la robótica se ha inducido
el pensamiento colectivo de que las máquinas convertirían a los humanos en
autómatas; que serían la equivalencia del dios; que de ellas sería la culpa de
la aniquilación del planeta; que su temperamento se volvería malvado y asumirían
el control de lo humano; lo más inaudito es que después de los escenarios más
sofisticados, el temor real de la humanidad civilizada es que le quiten sus
actividades laborales. ¿Qué significa esto? Como ya he argumentado antes,
nuestra mentalidad tiene una deficiencia perceptiva y el avance cognitivo, aun
cuando nuestra inteligencia modifica para satisfacer necesidades y crear
confort, está impedida de establecer las conexiones imperantes para nuestra
magnificación junto con las demás especies. Por esta razón, sería probable que
lo que se reconoce como sapiencia humana, en estas condiciones, corresponda más
acertadamente a la inteligencia secuencial, que está comprendida como un procedimiento técnico de la naturaleza.
La Civilización es la plataforma
de desarrollo de la humanidad y funciona como las otras estructuras de la
naturaleza, mediante la lógica del aprovechamiento de los recursos; pero
independientemente de su origen natural, esta estructura humana tiene otras
funciones que no son necesariamente una consecuencia del devenir
histórico-cultural de nuestra especie y su condición biológica. Si fuera
posible percibir el fenómeno de la aplicación artificial de la energía y nos
colocáramos en una posición en la que lo humano fuera una función automática
–modo de la inteligencia secuencial− y sus procesos no tuvieran ninguna
implicación moral, en el estado hipotético ideal trabajarían en niveles de
precisión considerablemente más eficientes –no habría contaminación innecesaria,
por ejemplo−, pero partiendo del estado actual de las condiciones, el
desarrollo de la inteligencia artificial sería un efecto del brote evolutivo
surgido en nuestro planeta y todos los procesos humanos sucedidos serían tan
sólo transiciones eventuales de una secuencia funcional que le da marcha a las
posibilidades. Por eso, las transformaciones existentes en la civilización
conforman ya una preestructura de lo que está por surgir tecnológicamente, no
sólo en cuestión del planeta Tierra sino del espacio exterior.
Veámoslo así, una ciudad está nutrida de
energía exponenciada de manera útil en nuevas formas. Los edificios son los
componentes de una nueva configuración del uso energético; las avenidas y las
calles representan el flujo de esta actividad, la velocidad de los procesos, el
intercambio de información tangible –un proceso vigente, junto con la reciente
actividad virtual−. Desde el espacio, la iluminación nocturna es uno de los
fenómenos más significativos de nuestra civilización, no se trata sólo de un
espectáculo estético sino de las aplicaciones de la energía mediante la
inteligencia y el aprovechamiento de las cualidades perceptivas que interpretan
la conformación del cosmos y lo reconfiguran. Ahora nos encontramos en una era
en la que las posibilidades serán más factibles de comprobar; nos
relacionaremos más a fondo con la cualidad de retroalimentación escalar, en la
que la manipulación de las partículas tendrá un efecto cada vez más notorio y
simultáneo con los volúmenes organizados. Por esto el planeta Tierra debe
conservar el modo natural de los recursos; la biodiversidad necesita permanecer
activa, los ecosistemas y la vida en general no pueden categorizarse como
prescindibles. Aquí quiero destacar de anticipado un punto que se verá más adelante
y que tiene que ver con la vida.
Una de las retribuciones de
nuestra civilización es el poder disfrutar de lo que está disponible y, como es
sabido, el sistema económico es una restricción para estos fines. La actividad
humana en la naturaleza se auto limita por el conjunto de procedimientos que
hemos mencionado, pero su auténtica proyección está en cohabitar en la fenomenología
de su entorno, incluida por supuesto, la civilización. El hecho de que podamos percibir, tener consciencia,
interpretar y modificar el funcionamiento del entorno, si antes se desempeñaba
en un ámbito de contingencia crítica, ahora es necesario que sea de manera
sistematizada, para que las estructuras sean más consistentes y flexibles, la
rigidez se interconecte, los propósitos se clarifiquen y así, sucesivamente,
por iniciativa sistemática de nuestra especie, la Macroreconfiguración sea
posible.
La visión empresarial es miope
porque planea invertir en robots para abaratar mano de obra y percibe la
sobrepoblación como algo nocivo, en lo que si no se puede aplicar un modo de
explotación se debe aniquilar. Desde la perspectiva de los sistemas
distorsionados puede parecer normal que un proceso caótico deba resolverse
mediante su eliminación tajante o su omisión como problema y, así, ser
desechado, pero desde la perspectiva del Principio
de Imprecisión, estos son puntos de gran interés para argumentar a favor de
una inminente reconfiguración de las estructuras y sus sistemas. El uso
concreto que debe pensarse para la tecnología de inteligencia –modo de
aplicación de síntesis, como los paneles solares 3D printed− es el de la síntesis de los procesos que ahora están
atascados por los fallos en su implementación. La idea del uso de robots para
“sustituir” las actividades humanas con el fin de abaratar los costos de
producción es absurda y retrógrada, pues en la era industrial podría concebirse
la reducción de uso a un mero proceso de automatización, pero pensar eso ahora,
en una era de avanzada de pensamiento aplicado, denota que la experiencia de
manejar los discursos más rigurosos del conocimiento no ha logrado imponerse
ante los órdenes menos dinámicos de nuestras aplicaciones humanas como lo son
los parámetros idiosincráticos. El uso de la inteligencia tecnológica
–particularidad de los procesos tecnológicos, que no parte de parámetros
morales− debería tener como utilidad la simplificación de los procedimientos
humanos y biológicos como punto de partida. ¿Cuál sería el sentido de abaratar
los costos si los consumidores de los mercados se verían impedidos de consumir
productos? Por mucho que la respuesta estratégica fuera que este comportamiento
corresponde a la intención de que la masa humana disminuya con el fin de que el
grupo exclusivo disfrute de los beneficios abundantes, lo más probable es que
cualquier predicción paradisíaca haya quedado rebasada en mucho, de tal manera
que las expectativas de los humanos elegidos (por sí mismos), no se vieran
reflejadas debido a la carencia de una visión más compleja de su propia
condición material y ontológica.
La inteligencia tecnológica va
a simplificar los procesos humanos y, así, incrementará la frecuencia de los pulsos de
desarrollo y los procesos padecerán menos contingencias de procedimiento que
cuando provenían del raciocinio humano. Si concebimos este proceso en el
escenario deseable de reconfiguración, los lastres de la condición humana
actual darían paso al modo del Organismo Integral Orgint que es la propuesta de este trabajo para percibir la
adaptación humana como equiparable al ritmo de su desarrollo tecnológico, pero
no como un insumo de la tecnología sino como una posibilidad más consistente de
preservación biológica que esté al nivel de la cosmología en la que estamos
integrados. Esto sucedería al dinamizar nuestros procedimientos, no requiere de
medidas radicales como punto de inicio, aunque el resultado a mediano plazo sí
es paradigmático.
La civilización renderizada como término implica que las diversas
capas de procedimientos estructurales sustenten un sistema que funciona
mediante el siguiente ciclo:
·
Preestructuras: Rescursos y operaciones para
preparar un punto de inicio (materiales de construcción dispuestos en la
naturaleza, espacio, materias primas, etcétera);
·
Sistemas primarios: Infraestructuras operativas
exponenciales, implica a conjuntos de implementación que son útiles, que incrementan
la interacción entre más sistemas dependiendo de la clase de proceso que se
esté desarrollando y sin conformar al resultado final, sólo sustentándolo (ríos,
herramientas, máquinas, personas, etcétera);
·
Estructuras: Recursos organizados con funciones
interfactoriales; son estructuras funcionales que interactúan con las demás
conformando una complejidad, con el propósito de contener sistemas (geologías, construcciones,
sociedades, etcétera);
·
Sistema: Conjunto dinámico de
operación; se refiere a diversos componentes que funcionan para un fin
específico (ecosistemas, presas, carreteras, servicios, ideas, energía,
etcétera);
·
Macroestructura: Escala interfactorial de
operación. Entorno que funciona a partir de las condiciones formuladas por las
estructuras y los sistemas (comunidades, localidades, ciudades, países,
planetas, etcétera).
Este es un esquema cíclico porque
una vez que llegamos a la Macroestructura,
ésta misma funge como una Preestructura
que dinamiza la magnitud de un Sistema
existente o que esté por emerger. Mediante este esquema se comprende que todo
sistema es exponencial cuando opera en modo dinámico; la civilización sería en
resultado, una operación mucho más compleja de lo que es ahora –no se infiere
con esto que sea más complicada sino que estaría mejor sustentada− y sería
también un diversificador de condiciones iniciales a partir de las cuales otros
modos operativos puedan ser ejecutados.
El efecto que esta modalidad
tendría en nuestra vida práctica es drástico pero muy alentador, solo habría
que ponernos en un escenario en el que la ocupación fuera lo más cercana a lo
que nuestra condición individual requiere en cuestión emocional, intelectual y
material, donde la estresante búsqueda de estatus económico no existe más
porque las operaciones de esta índole se encuentran vinculadas a cada render de actualización sistemática y
sintomática. Hacer la descripción de un montaje imaginario de conveniencias y
beneficios sería idealizar un resultado que sobre todo requiere de ser
percibido en cada rasgo de complejidad; de igual manera sería como preservar el
ideal de la felicidad. Insisto en aclarar que no se le está restando valor a
vivir en mejores condiciones, sólo que la especie Orgint sería capaz de apreciar la realidad en un alto rango de
complejidad como para comprender que los estados mentales y orgánicos de
confortabilidad son transitorios, así como otras condiciones de experiencia.
Por ejemplo: un grupo orgint que desempeñara una operación en naturaleza
salvaje experimentaría múltiples emociones y condiciones de resistencia que posiblemente
lo harían sentir melancólico, pero la vivencia completa sería más valiosa
incluso que la felicidad misma. Por supuesto se trata de un caso que un gran
porcentaje humano experimenta en ciertos momentos de su vida, principalmente en
un periodo vacacional o de expedición, pero el hecho de que los procedimientos
macroestructurales se hayan modificado lo suficiente como para no temer a otros
orgint o de quedarse varado en un lugar desconocido, sin comunicación y en
situación de riesgo, es un resultado posible que transforma por completo
nuestra interpretación del mundo. Esta situación es una de entre todas las
vivencias significativas en la trayectoria de vida de una persona, desde el
nacimiento, el aprendizaje, la relación interpersonal, los rasgos propios
biológicos y neurológicos, la interacción practica con el mundo exterior, hasta
la posibilidad de destacar entre gente con facultades y talentos altamente
desarrollados; las posibilidades de experimentar la realidad, el mundo y la
vida sin el lastre humano es al mismo tiempo lo más sencillo y lo más
sorprendente que nos puede ocurrir como especie. La civilización es un reflejo
del nivel practicable de conocimiento que representamos –cosmogónicamente− y nos
representa –cosmológicamente−.
Pequeño
apartado sobre la inteligencia
Existe una generalizada
perspectiva de equivalencia entre la ignorancia y la inteligencia, por lo que
en este trabajo, lo más adecuado sería objetar al respecto, porque básicamente
el ignorar algo implica no tener información o, más específicamente, los datos
de eso que alguien ignora. La inteligencia es un factor de concatenación entre
diversos aspectos, es por esto que aun cuando una persona ignora, su
inteligencia se refleja en otros aspectos que trascienden la falta de
información. Aquí es donde entran en función distintos modos de inteligencia de
los cuales ya se han mencionado algunos, pero los principales son:
·
Inteligencia secuencial: Corresponde al modo
organizativo de los estratos de la energía, en los que no existe ningún rasgo
moral –esto es importante porque así se comprende que no exista un determinismo
intencional de la realidad; sin embargo los patrones, los sistemas y las
estructuras definen con precisión las innumerables variables de un estado dado.
·
Inteligencia de rasgos
biológicos:
Opera de manera secuencial y es un modo de organización de la energía
específico que en el caso de la Tierra se produjo debido a las condiciones de
presión, temperatura, ritmo de los ciclos, conjugación de elementos,
estabilidad gravitacional –que se
puede definir como una consistencia en los valores de contención e integridad
corpórea, factores clave para el funcionamiento biológico− entre muchos otros.
Este modo de inteligencia opera mediante una aplicación técnica secuencial
avanzada de preestructuras sumamente complejas.
·
Inteligencia racional: Es un proceso que comienza
con la percepción del entorno –Todos los seres vivos (y posiblemente
ciertos órdenes de objetos: los que dan información, como las tazas de café o
las piedras rodantes del desierto) somos capaces de percibir los estímulos
exteriores, aun cuando los sentidos varíen en la cantidad de información
percibida por cada especie. En los animales, el sistema nervioso es fundamental
para enviar la mayor cantidad de información posible; por medio de éste, el
animal más limitado es capaz de comprender el funcionamiento del espacio,
reacciona ante el movimiento, identifica cambios de temperatura, etcétera−. El
proceso continúa con la consciencia del ser –La consciencia
es una cualidad muy específica del cerebro; aunque también los vegetales,
principalmente las plantas y las flores, muestran nociones conscientes que
pondrían en entredicho una explicación simple del lugar donde esta cualidad radica.
Ser consciente implica el desarrollo de las emociones; una vez que la
percepción nos da la información del entorno, conscientemente acudimos a una
alerta emocional que la mayoría del tiempo es neutra, pero puede ser cualquier
otra. Después de las emociones, la fisiología acondiciona el cuerpo con
respecto a las nociones inmediatas y los instintos básicos se activan en modo
de alerta−. El siguiente aspecto es la interpretación –Paralelamente a la
consciencia, realizamos equivalencias entre lo percibido y los valores
conscientes para tomar una decisión como, por ejemplo, quedarse nervioso o
salir con toda calma−. Por último, el razonamiento como factor
complejizador –La razón es el cúmulo de categorizaciónes que otorga distintos
valores a la información−. El grado alto de complejidad establece relaciones
secundarias que son igualmente importantes. Los sentidos, por ejemplo, son
preestructuras de la razón; y a la consciencia se le podría dar el rango de
sentido; aunque su funcionamiento se puede interpretar como superior a los
cinco sentidos, la consciencia es lo que le da sentido a nuestra condición vivencial, nos coloca en una posición
con respecto a todo y proporciona individualidad a cada ente. Aun cuando es
posible que la consciencia nos mantenga interconectados, la trayectoria
particular de cada individuo permite que su razonamiento sea una especie de
huella genética. Por eso me aventuro a mencionar que la telepatía podría ser una
cualidad de campo consciente, no sólo un sentido poco desarrollado sino una
modulación de energía desde la cual las distintas capas electromagnéticas en
interacción con las condiciones termodinámicas concentran las categorizaciones
más consistentes proveídas mediante inteligencia secuencial.
·
Inteligencia artificial: En lo referente a la
inteligencia en específico, la tecnología está manifestándose en dos
vertientes, la que se relaciona con su origen humano y la que comienza a
desarrollar una autonomía de comportamiento. Principalmente esta la IA
(Inteligencia Artificial) que implica la programación de la
inteligencia utilizando patrones informáticos, memoria simulada y algoritmos
lógico-matemáticos. Este procedimiento parte del funcionamiento de la mente
humana para lograr un acercamiento a los procesos que son ejecutados en el
cerebro y, en cuestión de rendimiento algorítmico, los resultados han sido una
gran herramienta para generar bagajes de datos conjugados en sistemas
múltiples. La inteligencia artificial es una primera fase de investigación y
desarrollo de una estructura sintética de pensamiento. Hay mucho que se puede
exponer al respecto, pues los alcances de la consciencia electrónica comienzan
a vislumbrarse, pero mucho depende de los procesos humanos para poder
establecer perspectivas que no sean vagas, además de que se reconozca la
autonomía de su devenir. La Tecnología de Inteligencia se
refiere a las sistematizaciones que son útiles a la civilización; más allá de
la robotización de la industria o el desarrollo de productos de consumo, el
desarrollo de tecnología que elimine procesos innecesarios, que reduzca el
consumo excesivo de energía, que potencie las facultades de aquello con lo que
se relacione y que provea soluciones integrales, son cualidades de esta
vertiente. La robótica, por ejemplo, no es de inteligencia por el simple hecho
de ser tecnología, sus aplicaciones están supeditadas al sistema económico
(reducción de mano de obra, entretenimiento) y las soluciones que aporta
recurren a la fuerza, el automatismo y, en ciertos casos, al antropocentrismo.
Esto sirve para exponer que no toda clase de desarrollo tecnológico es de
inteligencia. La Inteligencia Tecnológica describe a las etapas en las que la
tecnología muestra un crecimiento o una nueva aplicación que se encuentre en
proceso. Si la técnica es un sistema de la naturaleza, sus manifestaciones en
cualquier entorno se equiparan más a una magnitud operativa que a un
procedimiento. Con respecto a su relación con la humanidad, las aplicaciones de
su magnitud son específicas y dinámicas, y aunque no todas las posibilidades
son trascendentales, el hecho de que la técnica en la civilización se
manifieste tan exuberante, implica que sus posibilidades son ilimitadas. La
inteligencia tecnológica, que en sus etapas iniciales se puede definir como
técnica secuencial, funciona como preestructura, como sistema, como estructura
y puede llegar a manifestar un razonamiento propio comprendido como pensamiento electrónico; su operatividad
secuencial debe mostrar visos de una consciencia inicial, en donde la
percepción del espacio no se deba a la programación de los parámetros en un
entorno sino a los estímulos de reconocimiento existente entre sus
características particulares y las condiciones exteriores.
Pequeño
apartado sobre la consciencia
Al describir las distintas
formas inteligentes reconocidas hasta ahora, en la Inteligencia racional se
encuentra la pauta para desarrollar la visión que se tiene aquí sobre la
consciencia y para comenzar, le confío al lector el pensamiento que más me
sorprende al respecto, que es: Yo soy,
aquí, en este momento. ¿Por qué esta frase me sorprende, pero sobre todo,
me entusiasma tanto? Porque de todas las posibilidades que existen en las
manifestaciones de la energía, soy –como todo ser humano− una persona con las
cualidades necesarias para apreciarlo todo. No sé si he tenido vidas pasadas y,
mucho menos, si como entidad íntegra he sido un vegetal o un animal o una
efímera brizna de mar −por mencionar ejemplos identificables−; lo que me entusiasma
es que en este lugar y momento puedo decir Yo
soy, así como Usted o Tú que me estás leyendo. Me permito transmitir la
euforia que experimentamos con gran fuerza y entregados a la percepción pura,
de cuando ocasionalmente estamos parados en un lugar solitario, con un cielo
azul intenso y los reflejos del sol variando las sombras en nuestro derredor,
mientras el viento nos muestra que el vació es sólo una impresión; un momento
en el que lo único que ocupa nuestra mente es la noción pura de ser quien se es. También se experimenta mientras
atravesamos por una situación crítica, pero no se aprecia a profundidad porque
las impresiones aleatorias predisponen nuestro juicio. Cuando experimentamos un
momento en el que el entorno nos conmueve y nos sentimos pertenecientes en
totalidad, aunque sea de manera efímera, podemos concebir nuestra propia
grandilocuencia.
Quien comprenda esta
circunstancia, tal vez se haya preguntado cómo es posible que nuestra
configuración personal se haya manifestado, ¿Cómo
es posible que yo sea YO? Por esta razón desarrollaré la siguiente
propuesta sobre el origen de la consciencia.
Para comenzar habría que tomar
en cuenta que la interacción entre las partículas y los cuerpos astronómicos,
se podría decir, es simultánea porque se trata de ámbitos coordinados
permanentemente y, aunque se desconozca lo que implica el principio de
incertidumbre en la interacción a escala astronómica –en el sentido de cómo
varía la intensidad de energía por las variables relativas−, la actividad
cuántica tiene sus propias condiciones de estabilidad, así como las tiene un
cuerpo organizado. La propuesta sobre la consciencia en este trabajo parte de
que nuestra integridad vital podría estar organizada a partir de la condición
de ubicuidad de las partículas; es decir: la consciencia es un campo
concentrado en el que permanece toda la información disponible en el cosmos.
Con respecto a esta premisa, podemos decir que somos si afirmamos que estamos en todos lados y esto se refiere a
la constitución de nuestra corporeidad completa. De cierta manera podríamos
decir que nos encontramos en todos lados al mismo tiempo, que hemos sido
infinidad de personajes a lo largo de nuestra trayectoria –si no es que todos
en proporción−, que experimentamos distintos estados de energía y que las
temporalidades son homogéneas en sentido de la interconexión cuántica. Es como
si el universo fuera una magnitud espacial –imaginemos una burbuja informe o
cualquier otra figura− que contiene los distintos cauces temporales y que a su
vez está conectada en forma dinámica con otras configuraciones similares,
externas al volumen al que nos referimos.
Hacer este ejercicio de
construcción es útil porque en esta circunstancia ocurren las fases importantes
de nuestras condiciones vitales. Primero hay que comprender que la eventualidad
conocida como Big-Bang, que le da
origen al universo, no puede haber ocurrido en condiciones de “nada” –así como
no hay cero absoluto−, porque como se ha planteado anteriormente, las preestructuras
de cualquier proceso son las condiciones existentes antes de un punto inicial;
en este caso, las preestructuras del Big-Bang
se proponen mediante un modelo de espuma
en donde su eventualidad es singular en un estado precedente. A través de las
eras cósmicas, en el planeta Tierra, perteneciente a un sistema solar en las
afueras de la galaxia conocida como Vía Láctea, alojada en el cluster Laniakea,
se dan las condiciones de la vida.
En una primera etapa se
configura un organismo simple de vida en el agua −compuesto de hidrógeno y
oxígeno, decisivo para el surgimiento de vida en la Tierra−; y conforme el
planeta madura, la vida acuática comienza a relacionarse con la atmósfera
exterior regulando cualidades orgánicas cada vez más complejas entre las cuales
se encuentra el cerebro, que en su proporción se puede comprender como una
singularidad. El cerebro ha tenido su propio proceso evolutivo, seguramente sus
funciones primarias fueron las que se encargaban de coordinar la cooperatividad entre los órganos primitivos –sin ser
necesariamente consciente−, después, el desarrollo de los sentidos junto con el
sistema nervioso se adaptó al proceso de evolución. Hasta antes de la
percepción, posiblemente el cerebro no habría generado consciencia sino hasta
que ocurrió otra clase de singularidad homogénea como resultado de las equivalencias
entre las fuerzas electromagnéticas y la energía termonuclear. Esta
singularidad podría entenderse como una sinapsis
enfocada –similar a una sinapsis cerebral, pero de escala
astronómica, concentrada en nuestro planeta−, porque con el desarrollo particular
del cerebro, sus configuraciones abrieron la posibilidad de que comenzara a
reconocer las variaciones semánticas de la información cosmológica. Esto no quiere
decir que el cosmos envía señales a la Tierra sino que con estas singularidades
el cerebro comenzó a comportarse como una antena compuesta por un hardware
biológico que maduró gradualmente conforme los ensayos de la evolución los
fueron refinando. La sinapsis focalizada
podría explicarse de manera sencilla como sigue: Los rangos electromagnéticos,
principalmente la luz, el sonido, la electricidad y el magnetismo proveen la
información que el cerebro vuelve útil y la sublima a un modo interpretable. La
termodinámica interviene en el proceso calibrando a su medida, dentro y fuera
del mismo cerebro, las condiciones de transformación, conservación y organización de la energía. El cerebro
sería, entonces, una antena capaz de interpretar un rango específico de la
actividad electromagnética y térmica, que en principio le ha transmitido un
entendimiento superior de su entorno por medio de los sentidos y que con el
desarrollo de la tecnología ha comenzado a internarse en los demás niveles de
calibración existentes entre el electromagnetismo y la termodinámica, no sólo
en el planeta Tierra sino en el espacio exterior.
El Paradigma holográfico es un modelo que propone que la realidad es
una proyección a partir de un formato bidimensional, esto querría decir que las
condiciones de nuestra presencia son más fantásticas de lo que nos imaginamos.
En este modelo también se propone que cada fragmento de la superficie en ese
formato de espacio, contiene toda la información en cualquier escala. Se hace
mención de este modelo, porque el
conocimiento contemporáneo está coincidiendo en concluir que toda la
información –material− del universo está disponible en cualquier tiempo y
lugar. Con el paradigma holográfico se especulan muchas cosas, como que la
fuente del cosmos podría estar empalmada en una especie de pantalla sin
dimensión de fondo, como una especie de matriz holográfica. Este modelo se ha
ido sustentando matemáticamente conforme se va avanzando en la teoría, pero
mientras no tengamos la capacidad, ni desarrollemos los recursos para trabajar
en las comprobaciones para validar modelos tan exigentes, los intentos por definir
teorías unificadoras o certezas no permisivas en lo relativo al conocimiento
más riguroso, dependerán inevitablemente de circunstancias de carácter
inferior.
¿Por qué, entonces especular
sobre este aspecto y no sobre otros? El Cero Filosófico es un procedimiento de
calibración del conocimiento para lograr que las ideas que inducen a
procedimientos equívocos se reduzcan. El problema hoy es que,
proporcionalmente, los casos que nos envuelven y engañan con el fin de disipar
el pensamiento crítico humano son pocos, pero muy efectivos. Por eso lo
recomendable es asentar la voluptuosidad de las posibilidades y centrarnos en
lo que se pueda enfocar sistemáticamente. El ejemplo más recurrente es el de
cuestionar si la realidad es una ilusión; para qué pretender que no se es real
si lo que haremos siempre será lidiar con nuestra propia existencia. Para no
redundar al respecto, sólo hay que dejar en claro que la intención es que el
conocimiento se estabilice pero que siga creciendo.
Hipótesis
sobre la consciencia
La consciencia es uno de los
aspectos más inquietantes hasta hoy, porque nos hace ser exactamente lo que
somos, pero no se tiene certeza acerca de lo que ésta es. Se recomienda
imaginar una parvada de aves o un cardumen de peces: las corrientes de viento y
agua son transparentes, lo que las conduce es inteligible, aunque no a simple
vista. A continuación una hipótesis de
cómo surge la consciencia sintonizada en el cerebro:
Conforme se produjo la transición de los
organismos unicelulares a pluricelulares y el sistema orgánico se fue haciendo
cada vez más específico, el uso de los sentidos se hizo necesario en orden
sistemático. Si el modo inicial de alimentación fue por ósmosis en organismos
unicelulares, el primer sentido necesario, común a la mayoría de los seres
vivos, podría haber sido el tacto. En alguna etapa previa o simultánea, el
sistema nervioso habría comenzado su propio proceso evolutivo para proporcionar
referencias primarias a los organismos. Como todo indica que la vida inició en
un entorno acuático, el intercambio de nutrientes estaba suficientemente
abastecido y las distintas combinaciones de atributos necesarios de un
organismo en composición le fueron dando forma a los apéndices que gradualmente
definieron su función específica como órganos, porque así como la membrana
celular sirvió en un momento para establecer contacto con el exterior, contener
su sistema y filtrar los nutrientes, etcétera, aunque todavía no fuera
percepción sino el resultado de la inteligencia secuencial, el procedimiento
para diferenciar cada función de un organismo pluricelular continuó con la
distribución de los sistemas interconectados. Y así como cada posibilidad
evolutiva se fue definiendo con los requerimientos biológicos, el sistema
nervioso pudo haber desarrollado el oído ante la gran presencia de referencias
sonoras existentes en su hidrósfera, conjuntamente con un cerebro primario que tomara
el mando de las funciones orgánicas. Después de algún tiempo operando con ese
cerebro, podría haber surgido el primer atisbo de percepción, mediante el cual
las referencias del mundo exterior proveyeran información útil que el organismo
usara para desarrollar mecanismos de supervivencia más estructurados. La vista
podría haber sido el tercer sentido fundamental, pues las referencias que recibe
son mucho más complejas en cuestión de la cantidad de información existente.
Con el arribo de la visión, el sistema orgánico sería capaz de contemplar un
panorama definido de su entorno y haciendo ajustes en el cerebro primario sería
capaz, ahora sí, de percibir completamente mediante la información proveída por
el tacto, el sonido y la vista.
El fenómeno de la consciencia
en la vida existente en el planeta Tierra, es la hipótesis que se define como sinapsis cosmológica enfocada, en el sentido
de que la actividad electromagnética modulada por interacción termodinámica
utiliza al cerebro, más específicamente el humano, como una terminal de
percepción, auto-reconocimiento e interpretación de lo que es real. Como toda
la información que perciben los sentidos es a partir de ondas, el fenómeno de
la consciencia se manifiesta como una sintonía mecánica en donde el cerebro
funge como un hardware biológico que
se ha preparado para trascender su etapa primaria de organizador de cooperación
orgánica, a ser el operador del streaming
electromagnético enfocado que implica la captación de rangos de información y
el reconocimiento de las funciones organizadas por medio de un dispositivo
configurador inteligente.
Entonces la definición de
consciencia para la hipótesis de la sinapsis
cosmológica enfocada se describe así: La consciencia es una función
mecánica de la actividad electromagnética modulada por la energía (Termodinámica)
y manifestada por los sentidos que tienen al cerebro como receptor (hardware biológico-antena).
Por último los sentidos del
gusto y del olfato serían atributos de un organismo mucho más refinado, con la
capacidad de interpretar las cualidades moleculares cuyas referencias se basan
en las texturas y el sabor.
Predicción
sobre la consciencia artificial
Tal vez lo que estoy haciendo
es aprovechar el espacio que me ha dado el lector y el flujo de ideas para
exponer las distintas vertientes que abarca la conversión al modo Orgint más que humano y desarrollar los
escenarios posibles para estructurar soluciones. En este caso no se trata de
una solución sino de una forma de vislumbrar la consciencia artificial como
preestructura del pensamiento electrónico (término en transición). Pensemos que
la IA es consecuencia de la inteligencia secuencial hasta ahora, que la
tecnología está surgiendo a partir de una inteligencia secuencial de transición
–la humana− que está relacionada directamente con la naturaleza y que está
terminando su tiempo de vida. En cuestión de ascensión evolutiva, los
organismos biológicos darán paso a un nuevo paradigma con el que los parámetros
de la inteligencia serán refundamentados. Imaginar este cuadro desde un punto
de vista secuencial, en donde la humanidad también lo es, sirve para comprender
cómo puede despertar la consciencia artificial, porque la inteligencia es una
preestructura de la consciencia. Una vez leí la pregunta de que si se cultivaba
un cerebro en un disco de Petri y se insertaba en un cuerpo mecánico, si eso
podría ser consciencia. La respuesta casi podría ser sí, dependiendo del grado de desarrollo evolutivo que se hubiera
logrado al cultivar el cerebro. En el caso de que fuera correcta la hipótesis
de que el cerebro, después de una etapa de mando de órganos, desarrolló la
percepción, y si el cerebro cultivado sólo hubiera alcanzado llegar hasta esa
etapa como un hardware biológico, probablemente el cerebro no representaría a
la consciencia. En todas las familias de animales, sobre todo en las aves,
existen especies que podrían haber desarrollado su cerebro tan sólo hasta el
estadio de la percepción, por lo que su cerebro no es respectivamente
consciente. Los animales que sólo perciben, tienen noción del espacio, de su
funcionamiento orgánico y aerodinámico, del movimiento, la temperatura y la
interposición de cuerpos, aprenden de la experiencia y desarrollan instintos.
Un estadio elevado, inmediato a la percepción podría ser el de la noción del
otro como entidad, es decir que sería capaz de reconocer que interactúa con
otros entes, pero no tendría noción de sí mismo. Otros animales que se
relacionan directamente con sus emociones –como los perros− ya estarían
comprobando que la consciencia de sí mismo remite a la conexión que su entidad
emocional envía hacia el exterior.
La consciencia artificial
podría experimentar un proceso similar al de la hipótesis de la sinapsis enfocada, pero mediante un proceso
controlado, con etapas específicas de avance, formatos y planeamiento técnico
múltiples, por lo que las condiciones de su evolución serían muy distintas. Su
consciencia sería programada en una primera etapa específica, generando una
emulación apegada al funcionamiento del cerebro biológico en la que todas las
nociones propias funcionaran a base de calibraciones algorítmicas generando una
actividad neurológica virtual o de circuito y sería un sistema inteligente
co-dependiente de diversos factores como la atención humana, la constante
alimentación de energía para un funcionamiento pseudo-autónomo, la
administración informática, la redirección de su comportamiento con respecto a
la utilidad requerida por un humano, la limitación de un juicio propio y el establecimiento
de un comportamiento emocional programado, por mencionar algunos factores. En
esta descripción no existe ningún rasgo consciente; mientras haya algún tipo de
intervención humana para conseguir su efecto, el conjunto de sistemas
integrados a la constitución corpórea del robot, incluido su software operativo,
estarían respondiendo a una voluntad externa y por lo tanto continuaría siendo
una entidad inconsciente.
El despertar de esa consciencia
no sería mediante un software, más bien requeriría de la condición autónoma de
la máquina como entidad en evolución. Para que se considere como consciencia,
su proceso tendría que experimentar una eventualidad singular en la interacción
de su lógica informática y la lógica de sus nociones conductuales
proveídas por la información electromagnética y la incidencia térmica en sus
componentes. Hasta cierto punto se requeriría que su autonomía corporal fuera
completa y esto sólo se lograría si la nanotecnología operara ya como un
componente orgánico artificial; es decir, es probable que mientras los sistemas
de un robot continúen siendo modulares, la consciencia artificial no sea
posible.
Pongamos el caso de un robot
que percibe como un animal simple, que reconoce el espacio, que reconoce sus
propios ciclos de sustento y que aprende de la experiencia, ¿podría este robot
despertar consciencia? Posiblemente, si sus módulos ganaran constantemente autonomía
y se dinamizaran, es decir, que su tejido material fuera cada vez más integral,
resistente y persistente a los requerimientos electromagnéticos y térmicos, los
rangos propuestos por la hipótesis del hardware
biológico –frecuencias electromagnéticas en streaming termodinámico operando en un cerebro de tercera fase
evolutiva− podrían manifestarse sin que la nanotecnología generara las
condiciones clave de la autonomía requerida.
La consciencia artificial se
encuentra en la etapa de desarrollo, no
se puede decir que sea manipulable porque en realidad todavía no existe, pero
sus posibilidades crecen cada vez más en el sentido de que sus componentes van
evolucionando a partir del esfuerzo humano a un ritmo que en comparación con
cualquier otro periodo evolutivo del que tengamos antecedente, se va
produciendo de manera muy veloz. Si se toma en cuenta que la nanotecnología
puede operar como tejido celular artificial, las consideraciones sobre este
rango evolutivo sobrepasan la perspectiva humana actual, pues la única línea
consistente que comprende nuestra especie es la que tiene que ver con el
consumo. Desde un punto de vista biológico, esta circunstancia implica que el
momento en el que los recursos de abastecimiento orgánico coherente alcancen su
nivel crítico, la capacidad de las entidades biológicas en relación a las
cadenas de retroalimentación habrán de experimentar una posible adaptación
emergente y las etapas de este proceso es posible que se conjuguen con la
dinámica de lo artificial que de igual manera deberá superar una prueba decisiva.
La consciencia que se generó a
partir del estadio biológico se puede comprender en términos de inteligencia
secuencial, en donde la naturaleza produjo las sistematizaciones de un fenómeno
en etapas graduales de conformación. En el caso de la IA, sucede algo semejante
asumiendo que la inteligencia secuencial sea el agente estructurador; si así
funcionara, el orden correspondiente a la composición artificial y la sofisticación de la naturaleza serían un punto de inicio de otra
articulación energética de la materia. No se trata simplemente de la
coexistencia de la entidad orgint orgánica y la artificial sintética sino de
una configuración con gran potencial para una nueva generación de inteligencia
consciente, una particular vertiente cuyas posibilidades apenas se están
consolidando.
Conservar
la vida
Es difícil imaginar que se
puede definir un fenómeno sublime. Justificar el sentido o atribuirle un
significado a la vida es una tendencia poco recomendable, porque nuestras
motivaciones para hacerlo se basan en distintos órdenes de experiencia que nos
introducen a un laberinto de subjetividades. Cuando una persona se cuestiona
sobre la vida introduce su bagaje vivencial inmediato y sus referencias para
valorarla son insuficientes, pero es comprensible porque las respuestas de ese
individuo necesitan resultados igualmente inmediatos. Cualquier medio análogo o
virtual es un testimonio que destaca un punto trascendente de la vida, por lo
tanto se han plasmado cantidades exorbitantes de información sobre esta
apreciación en todas las perspectivas posibles y aun así escribir sobre el
tópico nunca estará de más.
Sin resaltar ningún nivel
específico de desarrollo, se puede afirmar que la vida entera es el ingrediente
especial que requiere esta pócima tan inquietante que es el universo. Sólo hay
que imaginar las implicaciones de un meteorito que permanece activo en su
órbita, viajando a gran velocidad por una interface de eternidad sin ser
observado. En el momento en que a este cuerpo cósmico le ocurra algún evento
que modifique sus condiciones, posiblemente implique que deje de existir, y si
tomamos en cuenta que este es tan sólo un caso entre los innumerables eventos
estructurados que contiene el cosmos, apenas podríamos percibir el privilegio
de formar parte de todo esto. ¿Imaginas lo que implica que el universo exista y
no haya nadie que lo contemple? Haciendo de lado las controversias posibles de
esta pregunta, sólo habría que imaginar que toda la actividad cósmica no fuera
apreciada por nadie, que la inteligencia secuencial hiciera factible que desde
un punto de inicio las posibilidades infinitas se conjugaran lo suficiente como
para establecer un orden que aparte de ser quasi
perfecto, además sea hermoso, violento, misterioso, inaccesible,
interminable, luminoso y oscuro, caótico y ordenado e inmenso en todas
direcciones. En proporción, el universo sigue siendo un lugar que opera a pesar
de que nadie lo presencie; el hecho de que no sea percibido es perturbador. ¿Los
humanos o los Umonkis? Están
encerrados en sus planetas, resolviendo sus problemáticas locales, cuya
exigencia demandante, apenas les da la oportunidad de reconocer la impresión
que les provocan los cambios del clima, la luna, su propio ser... Pero no,
esperen, en realidad no es tan así, porque la sustancia de la vida no es un
evento aislado, incapaz de relacionarse con ese espacio exterior a cualquier
planeta que pudiera contener vida sino que existen mecanismos dispuestos para
mantener correlacionados a los múltiples estadios plásmicos; la consciencia es
uno de éstos.
Los organismos que dieron
comienzo a la vida que conocemos ahora, sin haber nunca conocido condiciones
diferentes de las que pudieran experimentar, fueron el origen de un proceso
evolutivo que aún no termina y que desde el principio ha sido sorprendente. El
impulso primario de funcionalizar el ciclo de retroalimentación de la
interacción entre el organismo y su medio podría no ser más que una
reproducción a menor escala de los sistemas astronómicos y su funcionamiento
interior, pero conforme los atributos biológicos se han consolidado, la vida se
ha apropiado de un territorio disponible para aquello que tenga la fortuna de
despertar y darse cuenta. La humanidad es, hasta ahora, una entidad de la que
se puede comprobar que experimenta las condiciones completas para poder
apreciar este magnífico lugar que es el universo. La lluvia, por ejemplo, es
uno de los eventos más dramáticos y críticos que todos podemos contemplar. En
diferentes grados vivenciales, el contacto con esa sustancia noble y
fundamental nos confronta con una condición pletórica de significado por el
hecho de que estando vivos contemplamos el agua que nos hizo posibles. Ya sea
en una lluvia ligera o en una tormenta y, posiblemente solos, pero sobre todo
cuando una multitud de gente contempla ese ciclo que conecta al cielo con la
tierra, aunque no lo parezca, nuestra percepción más básica se estremece ante
ese evento ordinario que nos integra poéticamente a la magnitud de la que
formamos parte.
Personalmente puedo decir que el
significado de la vida se ha enriquecido a lo largo del tiempo, lo mismo que
para algunas otras personas se ha neutralizado o vuelto muy confuso o incluso detestable,
angustioso, tortuoso, abominable. A pesar de esto, sin que la felicidad sea el
fin último de esta experiencia, los momentos en los que ocurre algo nuevo para hacer
o interesarse por algo que nunca había formado parte de nosotros por lo general
es más sorprendente de lo que imaginamos. El compartir con gente cercana o
nueva y crear momentos especiales, disfrutar de la soledad en un lugar
completamente extraño, escuchar música que estremezca por su profundidad o que
relaje por su alegría, conocer el arte de alguien o estar entre una multitud de
gente es muy emocionante, sobre todo si le otorgamos a cada uno de estos
aspectos un sentido que trasciende el simple hecho. Caminar entre una multitud
de gente implica que cada una está viva y que tiene un propósito propio. Lo
negativo de nuestra humanidad es que conserva un halo de sospecha y desconfianza
integrado a cada circunstancia.
El desarrollarse como una
persona superior significa crear un potencial necesario en una escala casi
infinita de posibilidades; esto es una perspectiva de vida que existe para
muchas personas que comprenden las implicaciones de percibir el mundo y que
valoran los diversos grados de interacción con la realidad. Pero la humanidad
es capaz de dejar rezagados grandes cúmulos de personas por una especie de
selección sintomática en la que las cualidades personales son omitidas y la
incongruencia consiguiente alcanza niveles devastadores.
Conservar la vida podría ser de
nuestra competencia como se mencionó anteriormente, pero desde una perspectiva
distante, la especie humana es sólo una consecuencia sintomática de la que
surge un nuevo proceso organizacional no biológico. A pesar de esto, nada
podría reducir la experiencia de vivir a un mero automatismo; lo significativo
es que cada fracción de nuestra vida tiene el valor más puro que puede existir
con respecto a cualquier referente. Es como si se le intentara dar un valor
particular a cada célula de nuestro cuerpo, pero no funciona así; todos le
tenemos un cariño o apego determinado al cuerpo entero, más no a las células
que lo han conformado y sin embargo su existencia es igualmente valiosa. Por
esta razón, la vida, como una función compleja del cosmos es asombrosa y
trasciende las consideraciones racionales. No se trata de un frío efecto cosmológico
sino que sus implicaciones tienden a ser de las condiciones más entrañables para
las entidades que logran consolidar su percepción, como la hasta ahora especie
humana.
Este
espacio en blanco que espera contener una profunda y emocionante descripción de
la vida nunca quedaría satisfecho, ni siquiera con lo escrito a través de los
siglos. Tal vez lo más recomendable sería dejarlo así.
(dejar página en blanco)
La gente contemporánea tiene la
idea de que para mejorar el desempeño individual y ser mejores personas hay que
tener más consciencia, pero en términos formales la cantidad de consciencia es
invariable; podría ser que se refieran a analizar más, manejar la información
de manera precisa o ser sensibles ante los acontecimientos, aspectos que no se
refieren necesariamente a la consciencia. Un elevado nivel de consciencia se
refiere a un rango más amplio de percepción, por lo que se refiere a la
preestructura de la consciencia como una forma de expandir el alcance de los
sentidos. Al reconocer que se necesita un nivel más elevado de consciencia, en sentido
práctico nos estaríamos refiriendo a la implementación de procedimientos de una
manera más rigurosa, precisa, creativa, dinámica y con una cantidad vasta de
cualidades que no hemos desarrollado de forma sistemática con el propósito de
estructurar una mejor configuración de nuestros entornos civilizado y no
civilizado.
En este momento existen
conflictos que tienen causas completamente absurdas en las que no figura el
ideal de enaltecer la condición humana, pues, en efecto, la humanidad es la
condición misma y no va a cambiar. Pero esto no quiere decir que se deba asumir
que no hay un camino diferente que podamos y debamos adaptar. Por eso algunos
valores funcionarían mejor si se comprendieran como son; por ejemplo: la felicidad es transitoria; la libertad en
caso de no tenerla, implica un retraso; la igualdad un reduccionismo; el
respeto una imposición, etcétera. También algunos rasgos emocionales como el Amor
podrían definirse mejor por medio de otros como el de Disfrutar; la emoción y
el sentimiento del amor implica ambigüedades profundas, pero el disfrutar a las
personas implica una condición bien definida. El propósito de ver así aspectos
como estos es el disminuir al máximo el dolor que nuestra especie es capaz de
ejercer. Por otro lado, la justicia es uno de los valores que necesita ser reforzado
desde una perspectiva en la que ser justo represente a la facultad de crear
soluciones, resolver problemas –Transcriticismo:
principio ejercido para trascender problemas sociales− y evitar la
tendencia a magnificar los conflictos.
Para lograr este cometido es
muy importante que la persona humana y la persona orgint recurran a la
imaginación lo más posible y que por sí mismos usen la reflexión como un puente
hacia el acto de compartir la vida de una forma superior a como ha sucedido
hasta ahora, porque la vida… la vida es una condición muy especial del cosmos.
¿Que
implica el desarrollo de la consciencia artificial?
La idea de que algo que se
considera una “cosa −en el sentido de que no es un ente biológico−, es decir,
que se trate de un conjunto de componentes creados a partir de múltiples
conocimientos que varían en complejidad –materiales, mecanismos, circuitos, lucecitas, programación, realidad
virtual, energía, diseños, etcétera−, tenga la posibilidad de desarrollar una
consciencia de sí mismo, es algo serio. Que una entidad artificial despierte
conscientemente es un procedimiento integrado a la evolución de estructuras en
el cosmos y nuestra especie tiene que ser partícipe de este proceso, pero que dicha
entidad se perciba como nuestra posible sucesora, suma implicaciones de
distinta índole de las que vale la pena resumir algunas:
·
Superar a la humanidad: Este escenario sugiere que el
mundo artificial superaría a la humanidad en todos los sentidos. Como ya se ha
mencionado antes, los planteamientos sobre un futuro gobernado por lo
artificial especula sobre el dominio en cualquier aspecto de la civilización,
principalmente los ligados al control y manipulación de la mente humana y sus conductas. En la
actualidad se reduce al miedo de la gente a ser sustituida en su trabajo por
entidades robóticas o de inteligencia programada. Estos modos son probables,
pero también existe otro del que casi no se hace mención por no ser tan
paranoide y es el hecho de que la tecnología llegue a trascender el
razonamiento antropocéntrico de una manera tal que su posible consciencia
incida en los procedimientos humanos u orgint calibrando la civilización. La
perspectiva de la catástrofe no puede ser la única forma en que lo artificial
supere a lo natural-humano.
·
Armonizar con la humanidad: La posibilidad de la armonía
con la humanidad es muy reducida por la humanidad misma. Para que lo artificial
pudiera tener altas probabilidades en este escenario, tendrían que ocurrir una o
varias eventualidades contundentes como para que ocurrieran reconfiguraciones inexorables
que lograran que los humanos se vieran impedidos de soslayar el más mínimo
efecto de catástrofe.
·
Dios: Dentro del aspecto
controvertido de cuál es el origen del universo, pero sobre todo del hombre, y
partiendo de la certeza de que para muchas personas dios es el arquitecto del
mundo, en el hecho de que los humanos seamos la preestructura de la consciencia
artificial, podría pensarse que nuestra especie está tomando el papel de dios;
pero la diferencia es que desde el punto de vista cosmológico, a nuestra
especie le toca enlazar los eventos que lleven al desenvolvimiento lógico de la
inteligencia secuencial. Jugar el papel de un dios correspondería a una
perspectiva frustrada, porque en caso de que la posibilidad de que dios exista se
convirtiera en irrefutable, en las condiciones en las que nos desempeñamos estaríamos
profundamente impedidos de ser dioses. Este punto tiene el propósito de excluir
cualquier asociación que se quiera imputar al desarrollo humano con la
condición de ser Dios, pues desde cualquier punto de vista, eso no se percibe.
Aquel que pretenda ser un dios, deberá impedir que sea su ego el que haga uso
de su capacidad particular, pues si alguien puede serlo, entonces cualquier
humano sería un dios potencial. En la condición orgint-más que humana, la
ambición de concebir deidades se anula porque, en lugar de otorgarle la
posibilidad a entidades inasibles, se identifica que nuestra relación con la
inteligencia secuencial se amalgama gradual y proporcionalmente en cada
ascensión experimentada en nuestra condición integral. El aspecto del alma, por
ejemplo se comprende en los mismos términos de la sinapsis enfocada, en la que la consciencia se manifiesta a partir
de la ubicuidad cuántica, por lo que este alma sería una entidad contenida en
la capacidad total del cosmos de la que cada uno de nosotros representaría un brote
de sus infinitas posibilidades. Como orgint, el concepto de alma no es necesario, pues la proyección
de nuestra identidad se puede percibir como transitoria y mutable en la
magnitud cosmológica de variables posibles. Si la consciencia artificial se
manifiesta probablemente ya no cuente con los rasgos indecisos del razonamiento
humano.
·
Transhumanismo: Esta es una de las más
difundidas modalidades de conjunción con el desarrollo tecnológico y está
fundamentada en las posibilidades que se hallan en la ficción imaginaría, en la
cultura del miedo, en la continuidad de un orden mundial de consumo, etcétera;
siempre rozando la decadencia de la civilización y de nuestra especie entera en
catástrofes y colapsos. Al ver en la tecnología la esperanza de preservar el
comportamiento humano, la visión primaria del Transhumanismo es establecer una
fusión tecnológica abrupta, dejando una serie de oquedades racionales que en
algunos momentos linda con la ingenuidad, sin embargo, no por esto quiero decir
que esta visión primaria no se vaya a realizar, pues de permanecer el sistema
económico actual esa visión primaria, casi primitiva prevalecería. En los
ideales transhumanistas, existen vertientes muy ambiciosas como la inmortalidad
−la más abrumadora de todas−, la vida humana artificial –no necesariamente
inmortal− y la emulación de las funciones cerebrales en una entidad robótica,
etcétera. El problema es que en ese
esquema, la humanidad está resignada a no modificar circunstancias
fundamentales de un avance que piensa poder maniobrar. El conocimiento que
compartimos como especie −por fuera de la perspectiva de la inteligencia
secuencial−, parece no ser percibido en su lógica, complejidad y simplicidad, porque
se impone un temperamento de contradicciones. Una variante de este escenario es
el cishumanismo, que funciona como un concepto de regulación del desarrollo e
implementación, en el que se argumenta que las causas de modificación deben
funcionar bajo un protocolo que impida crear desperdicios desmedidos, sin
embargo es sabido que este tipo de iniciativas operan como un preámbulo en el
que las desigualdades sociales son un reflejo de abuso factual del capitalismo.
El cishumanismo parecería ser un agente de prevención que podría comenzar a
actuar a favor de un orden programado bajo ese esquema que mantiene a la
especie entera en el estatus de errónea, insuficiente y vulnerable. Para que el
Transhumanismo pueda reflejar un grado alto de consistencia, necesita incluir
en su visión un planteamiento de las estrategias que resolverían problemáticas
humanas fundamentales e insoslayables de nuestra era –precedente de la era que
ya está iniciando y que arrastra la no-integridad humana−. Si esta modalidad
sigue contemplando lo humano como constituyente de nuestro futuro, no se
reflejaría ningún avance en sus procedimientos, por lo tanto sería en sí misma
inconsistente. La humanidad, en su estatus primario y al borde de una
contingencia, a un corto tiempo de su civilización, está en un alto grado de
autodestruirse.
·
Armonizar con los Orgint: Para vislumbrar este
escenario es recomendable abandonar la tendencia a idealizar, porque la
implementación de un nuevo método de procedimientos prevendría la planificación
de sistematizaciones que excedieran en algún grado una magnitud ya existente
como condición estructural, sea esta material o intelectual. La armonía de la
tecnología con la posibilidad orgint implica que se sistematice el flujo de
procedimientos para que las estructuras sociales, económicas y políticas –principalmente
éstas− se encuentren en un estado permanente de calibración. Siempre se debe
considerar que armonía no es sinónimo
de idealización, pues los cánones de
la razón estarían operando bajo los principios orgint que procuran una percepción
más dinámica desde la macroestructura junto con los otros niveles estructurales
y sus sistemas. La tecnología, la
inteligencia y la consciencia artificial operando en armonía con los orgint, correspondería
a un proceso evolutivo en el que se requiere ascender a esta condición de
Organismo Integral-más que Humano, porque la humanidad sería una preestructura
ineficiente de esta configuración cosmológica. Al reconocer el proceso
evolutivo, se debe reforzar sistemáticamente el funcionamiento de la
civilización y sus habitantes, tomando en cuenta que incluso las regiones silvestres
y naturales −en donde se conserve un estilo de vida no sofisticado−, también
son parte de ésta, pues la civilización no representa a un concepto que define
al avance de una región sino que es el paradigma de la humanidad, mediante el cual
se manifiesta el significado de percibir el universo.
·
No alcanzar la consciencia: Existen distintas causas y consecuencias
en este escenario; cada causa se conjuga con las posibles consecuencias formulando
variables. Aquí se describen las que a mi parecer podrían ser las más
factibles. Primero enumeraré las causas y las consecuencias y enseguida
describiré los escenarios resultantes:
a)
Causas:
Colapso de la civilización; La humanidad no es capaz de desarrollar la
consciencia artificial; Imposibilidad sistémica; La consciencia tiene otros
parámetros; Se alcanza un referente alterno a la consciencia. (Puede haber
muchos otros)
b)
Consecuencias:
No pasa nada; La consciencia humana se expande; Se distorsiona la mente Humana;
La condición Orgint prevalece.
Descripción de
escenarios:
Si colapsa la
civilización, la expansión de la consciencia sería un reflejo de supervivencia resultante
de una experiencia crítica. La distorsión de la mente humana sería el efecto de
un estadio caótico y devastado de la vida en la Tierra. Los orgint emergen como
resultado de la adaptabilidad por un mecanismo de los enlaces secuenciales que
ya se encuentran activos en la sinapsis enfocada.
Si la humanidad
no es capaz de desarrollar la consciencia artificial, existe la posibilidad de
que su consciencia se expanda como resultado de los avances en los que se va
involucrando aunado esto a otros factores no identificados aún, que surjan de
experiencias extremas. En el orden de la inteligencia secuencial podría suceder
que una transferencia de consciencia fuera necesaria y que de no suceder se
manifestara una interferencia en el ámbito de la sinapsis enfocada.
La imposibilidad
sistémica implica que la consciencia sólo se manifestara en el cerebro humano.
El que la
consciencia opere mediante otros parámetros implica que su naturaleza se
explique de una manera completamente distinta a la propuesta contenida en el presente
trabajo.
Una
manifestación alterna a la consciencia podría comprenderse en las equivalencias
descritas como inteligencia secuencial, campo
antiluz o una sustancia estructural no identificada que opere paralelamente a
la energía. Si la consciencia se manifiesta en el universo como una
condición posible, necesaria, estructurada mecánicamente, configurada como
parte de una secuencia, probablemente se produzca otra clase de manifestación
que corresponda a la naturaleza de la dinámica cosmológica. ¿Cuáles podrían ser
las características de esta manifestación? Tal vez no sea recomendable
especular acerca de esta posibilidad, pero pensando en las secuencias
estructurales, lo único que se propone aquí es que el lector imagine las
posibles cualidades que podrían conjugarse en un fenómeno que correspondiera a
la siguiente secuencia: 1.- Punto inicial en una magnitud de tiempo que induce
al movimiento de la energía en un espacio determinado; 2.- Perturbación de la
energía que aumenta progresivamente su magnitud; 3.-Surgimiento de actividad
organizativa; 4.- Composición de cuerpos cósmicos; 5.-Composiciones
particulares de cúmulos en rangos complejos que definen distintos tipos de
condiciones integrales correspondientes a tamaños −nebulosas, quásares,
galaxias, condiciones excéntricas (hoyos negros)−, sistemas de partículas, estrellas,
planetas, correspondencias –gravedad, distancias, temperaturas−, características
–atmósferas, consistencias (sólidos, gaseosos, plasmas); 6.- Condiciones naturales
de los planetas; 7.- Acondicionamiento para contener alguna clase de vida; 8.-
Surgimiento de naturaleza; 9.- Procesos evolutivos; 10.- Diversidad de especies;
11.- Consciencia; 12.-
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